Acompañando a su hermano mayor, a los cinco años Ignacio Rizzi (51) comenzó a jugar al rugby en el club Pueyrredón y al año siguiente su papá los llevó al San Isidro Club (SIC). Nacho jugó de apertura y cuenta que le gustaba mucho patear tanto a los palos como al touch o cargar. Vivía con una pelota en los pies, al tiempo que admiraba y trataba de aprender de algunos grandes jugadores de la Argentina como Hugo Porta, Rafa Madero y Chino Turnes, entre otros.
En el año 1988 vino a jugar al país un equipo de Guyana Francesa y como él atendía el local de ropa de rugby que tenía su padre en la calle Florida, los atendió y le propusieron a jugar con ellos contra Matreros. Tras el encuentro, en el llamado tercer tiempo, los directivos invitaron a los muchachos de Matreros para que viajaran a Guyana y le pidieron a Nacho que se sumara a la delegación. Por supuesto que quedó encantado con la propuesta ya que sabía que en ese país iba a estar el Director Nacional de la Federación Francesa de Rugby, Robert Antonin, quien podía evaluarlo para recomendarlo para jugar en algún club de esa liga.
“Luego de dos meses en Guyana trabajando y juntando plata para pagarme el pasaje llegué a Francia donde me esperaba una familia de Normandía. Ahí me contacte con Robert y me recomendó que vaya a Villeneuve s/Lot. Llamé por teléfono y me mandaron el pasaje en tren para que fuera a probarme. En ese momento no entendía nada porque nuestro rugby era 100% amateur y a mí me estaban dando un departamento, un auto, trabajo y dinero por mes. Estaba cumpliendo el sueño de poder dedicarle toda la semana al rugby”, recuerda Nacho.
“Mi cabeza cayó de frente al piso patinando hacia mi pecho”
Sin embargo, la alegría y la ilusión de esos primeros días se desvanecieron aquel 7 de Octubre de 1990. El día anterior, recuerda, había ido a tramitar, junto a otros tres compañeros extranjeros, las licencias con el tesorero del club y como a él le habían otorgado la de color rojo que le impedía jugar en Primera, al día siguiente debió disputar el partido en la categoría Intermedia. “Luego del scrum, salió la pelota por detrás y el medio me la pasó con el pie, ni bien la agarré me taclearon y cuando estaba cayendo se cayó uno más arriba mío, lo cual me tomó por sorpresa porque no llegué a girar con el cuerpo. Mi cabeza cayó de frente al piso patinando hacia mi pecho y ahí sentí como una electricidad en todo el cuerpo por unos segundos. Y después el ´clic´ donde todo se apagó, dejé de sentir todo mi cuerpo y supe que se trataba de algo jodido”, relata Nacho, sobre la lesión que iba a cambiar su vida.
Ya tirado en el pasto, sin sentir nada su cuerpo y sabiendo que estaba solo en Francia lejos de toda su familia, pensó: “Y ahora qué voy a hacer solo acá, cuando le avisen a mamá y a papá me van a matar”.
La peor noticia
A los pocos minutos del accidente, Nacho fue atendido por los bomberos de Saint Ceré, (lugar donde fue el partido) y luego fue derivado a un hospital donde le sacaron una placa que, lamentablemente, confirmó un desplazamiento de la quinta y sexta cervical donde se podía deducir que había un gran compromiso medular. Posteriormente, fue trasladado en helicóptero al centro hospitalario Purpan (Toulouse) donde lo estaba esperando el neurocirujano que lo iba a operar.
- -Hola! soy Sergio Boetto. ¿Qué te pasó boludo? –lo sorprendió un médico argentino mientras a Nacho le costaba respirar.
- -Por favor, decime a mí lo que le dirías a mis padres ya que no están acá –le pidió Nacho.
- -Nacho no va a volver a caminar nunca más, jamás volverá a correr ni a jugar al rugby, será alguien a quien habrá que llevar como una gran bolsa de papas –le contestó el doctor, con mucho dolor.
- -Vos operame que yo voy a volver a caminar porque si no no vuelvo más a la Argentina –atinó a decir Nacho, que estaba enfurecido.
Nacho permaneció un mes en Terapia Intensiva, período del que prácticamente no tiene recuerdos. Después, lo pasaron a un cuarto donde debió esperar varias semanas hasta conseguir una cama en el centro de rehabilitación de Verdaich, ubicado en Gaillac Toulza, camino a Andorra. “Estando en Terapia Intensiva mi mamá viajo para Francia y llegó cuando faltaban cuatro días para que me dieran el alta. No me acuerdo mucho, estaba muy sedado y tengo muy borrado todo ese tiempo. Recién cuando lograron sentarme me sentí muy agradecido de tenerla, yo no podía hablar, era más de tacto, de miradas. Obviamente, no me quisieron matar, sino todo lo contrario, eso que había pensado era producto del miedo que sentía en el momento de la lesión”.
En la Clínica, Nacho le dedicaba ocho horas diarias a la rehabilitación, a la par que se divertía con el lindo ambiente que propiciaban los kinesiólogas del gimnasio. “No caía mucho con lo que me había pasado hasta que me tocó ver mi primer partido de rugby en Villeneuve. Creo que lloré desde el minuto uno hasta el tercer tiempo. Fue muy difícil, pero necesario poder aceptar que no volvería jamás a una cancha. Además, le encontré una manera agradable de ver los partidos: me imaginaba que era el apertura del equipo que quería que ganara y empatizaba cada vez que tocaba la pelota el número 10. ´Yo hubiera hecho así, pateado acá, abrir allá, etc´. Eso a mí me ayudaba mucho a disfrutar cada partido que veía”.
Los amigos de Nacho
Al tiempo, Nacho asistió a un encuentro de la Asociation Rugby Amitié en Bordeaux donde se juntaron unos 40 jugadores lesionados. Y tras ese primer encuentro comenzó a recibir cartas, camisetas y saludos que ayudaron a levantarle el ánimo. Una navidad que la pasó en Francia, incluso, le llegó una caja llena de comida regional, una camiseta de la selección francesa, una corbata y algunos presentes más.
Sin embargo, uno de los momentos más emotivos que vivió tras la lesión fue cuando un grupo de amigos y de conocidos decidieron crear la ONG “Los Amigos de Nacho” con el objetivo de poder costear todos los gastos de su rehabilitación. “Cuando volví al departamento necesitaba ayuda 24x7 y esta ONG fue quien se ocupaba de conseguir asistencia, me buscaban y me llevaban, me alojaba y me volvía a traer (200km de ida y otros 200km de vuelta). Era toda una logística cronometrada y, además, juntaban la plata para viáticos y comidas”, describe.
Encontrar el ¿para qué?
Toda esa ayuda desinteresada que había tenido en Francia lo hizo reflexionar y produjo un quiebre en su vida. Cuando regresó a la Argentina se puso a buscar lesionados graves del rugby y de esa forma se contactó con Francisco Maggio, que era de su club, y fue a ALPI donde le dieron el contacto de Fernando Pantin Colombo de la Plata Rugby. A ellos les transmitió la idea de lo que era Rugby Amistad en Francia y les manifestó que se podía replicar en la Argentina. De esa forma, en 1992, surgió la Fundación Rugby Amistad.
“Hacíamos todo a pulmón porque no teníamos plata, todos trabajábamos y después le dedicábamos el tiempo necesario. Éramos mucho más jóvenes que ahora e íbamos a todos lados que nos invitaban a hablar de la fundación. Recuerdo una anécdota: luego de nuestro primer partido a beneficio logramos juntar un poco más de $15.000 (en ese momento era el uno a uno) cuando al poco tiempo nos enteramos que se había lesionado Luis Benítez en una gira en Nueva Zelanda con su colegio Cardenal Stepinac. Él debía volver a la Argentina y necesitaba un respirador chico para poder trasladarse junto a la silla de ruedas. En el país no había y debíamos traerlo de EEUU. ´El negro´ Poggi, doctor y amigo personal de nuestra familia, consiguió uno por USD 15.000 que nos los trajo un piloto que él conocía. La cuenta de la fundación había vuelto a 0 muy rápidamente, pero con la satisfacción de brindarle a Luis lo que necesitaba”, se emociona Nacho.
Desde 1992 hasta 2013 Nacho fue el presidente de Fundación Rugby Amistad hasta el momento en que la Unión Argentina de Rugby (UAR) lo contactó para crear la Fundación UAR (FUAR) donde desde 2015 y hasta la actualidad él se desempeña como Gerente General.
Empatía, solidaridad y sensibilidad
La FUAR asume el compromiso de acompañar, asesorar, aconsejar y colaborar con su entorno y con cada uno de los lesionados graves del rugby con el objetivo principal de mejorar su calidad de vida. Tiene la visión de ser la organización reconocida dentro de la comunidad del rugby argentino referente en la ayuda a los lesionados graves del rugby así como por nuestra integridad y profesionalidad en el modo de actuar.
“Gracias a Dios todos los días son muy variados y junto a Esteban Lista y a Andrea Romero trabajamos como un gran equipo para que a nuestros 32 lesionados graves no les falta nada. Además, estamos todos los días haciendo cosas para que la mayor cantidad de personas conozcan qué hacemos y quiénes somos. Tenemos la suerte de contar con un gran grupo humano que conforman el consejo de la FUAR, todos le dedican su tiempo y su energía para el bien de nosotros totalmente ad honorem”.
El estatuto de FUAR, explica Nacho, establece que forman parte aquellos jugadores/as que han sufrido una lesión grave dentro de una cancha sea durante un partido o un entrenamiento dejando como secuela un discapacidad total y permanente. En la actualidad, la mayoría tienen un cuadro de cuadriparesia (incompleta) o cuadriplejia (completa).
“Mi relación con ellos es genial, somos todos amigos y muchos por ahí nunca se vieron en persona, pero nos unen la pasión por el rugby y que tenemos todos la lesión en común. Estamos en contacto diario a través de WhatsApp, hablamos de todo, de cosas lindas y no tan lindas. Tenemos la suerte de realizar una cena anual todos los años donde tratamos de que estén todos, cubrimos sus gastos de viaje y de alojamiento para que no les sea un inconveniente. Esa noche podemos vernos, abrazarnos, conocer a sus mujeres, novias, hijos y con el agregado de que también pueden ver a los jugadores de Los Pumas”.
¿Te imaginabas en los días posteriores a la lesión en Francia que ibas a ser un referente para tantos pares? “Era una de las grandes respuestas en mi vida del para qué me tocó cargar esta cruz más pesada que los demás. Además, era parte de uno de mis objetivos en la vida y soy feliz de poder cumplirlo”.
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