Newsletter
Newsletter
 • HISTORICO

Tres consejos de una mujer ágil

Ingrid Astiz aprendió a ser ágil y su trabajo consiste en agilizar a otros. La invitamos a Tiempo de Liderazgo para que nos cuente qué puede compartir con nosotros a partir de su propia experiencia.




Ingrid Astiz puede ocuparse tanto de impulsar una movida para paliar el frío de la gente en situación de calle como de aplicar mecanismos para que las organizaciones se muevan de forma más liviana. También puede navegar entre la filosofía y la programación informática. Es en esos cruces que ella encuentra una manera de ver el mundo, muy basada en la agilidad.
Convoqué a Ingrid a Tiempo de Liderazgo porque busca hacer de la agilidad su forma de vida y ofrecerla a otros para que la implementen. La agilidad es no solo el resultado que le ofrece a las empresas y otras organizaciones a través de los servicios que presta sino la idiosincracia detrás de sus elecciones profesionales y personales. Tal vez escucharon hablar de metodologías ágiles. Se trata de aplicar lineamientos útiles para evitar la burocracia y la oxidación de las organizaciones, contemplando que en los proyectos hay personas y que la colaboración entre ellas es una base fundamental para obtener aquello que se intenta alcanzar.

Los consejos de Ingrid

Aprender a tomar decisiones implica apertura hacia uno mismo y hacia otros. Tomar buenas decisiones es fundamental en la vida personal y en el trabajo. Si lo pensamos un poco, la mayor cantidad de cosas que nos pasan son la consecuencia de las decisiones que hemos tomado en el pasado. A veces nos sentimos víctimas de las circunstancias y de lo que hacen los demás; a veces nos cuesta descubrir que nosotros mismos plantamos las semillas que ahora estamos cosechando. Tomar decisiones es un proceso complejo que generalmente ocurre de forma automática e inconsciente. Pero, en cambio, una vez que nos hacemos cargo de nuestras decisiones, podemos revisar cómo fue nuestra metodología de decisión y diseñar formas de mejorarla. Es un largo camino de aprendizaje, que requiere un minucioso análisis de conciencia y apertura. Todos tenemos puntos ciegos por eso es importante pedir a nuestros seres queridos y compañeros de trabajo que nos ayuden a reflexionar. Es necesario aprender a escuchar con atención, tomar lo que nos sirva y dejar ir lo que no nos sirva.
Aprendí a programar en la adolescencia y me encantó: es una actividad que te enseña a organizar las ideas y a diseñar soluciones eficientes. Me sentía muy inteligente en lo profesional y que siempre estaba progresando. En paralelo, en mi vida amorosa era un desastre después de otro… me ponía en víctima, no tenía capacidad de autocrítica y siempre buscaba culpables. Terminaba en situaciones tormentosas y frustrantes; creía que eran culpa del destino, de traumas de infancia… prefería incluso pensar que era el karma de vidas pasadas antes que hacerme cargo. Solía aislarme queriendo encontrar la clave de ciertos misterios en mi cabeza, y así me enredaba más y más. No era consciente de cuánto me cerraba y cuánto esta actitud me hacía daño. Fue doloroso darme cuenta cuánto daño me hacía a mí misma, me costó admitir mi estupidez en la toma de decisiones en mis relaciones. Sólo cuando pude reconocer mis errores, pude aprender a tomar mejores decisiones. Hoy estoy feliz con el marido que elegí y con la vida que vamos decidiendo juntos. Y para mi sorpresa esas crisis espantosas en el amor, me ayudaron a mejorar la calidad de todas mis relaciones, tanto de amistad como de trabajo. También aprendí a no confiarme tanto de “mi inteligencia” y, en cambio, escuchar mucho más, pedir sugerencias a quienes me rodean y estar atenta a la retroalimentación de mis decisiones.
Tener tiempo y darle lugar al tiempo de cada proceso. Existe un sufrimiento generalizado basado en la sensación de que no alcanza el tiempo. Hay personas que creen que es una carencia inevitable en la sociedad actual. Para mí no es así: tener una mala relación con el tiempo significa tener una mala relación con uno mismo. Se culpa a la “falta de tiempo”, sin reconocer que el tiempo está siempre presente y disponible para nosotros. Si trabajamos en algo que no nos gusta, si decimos “sí” cuando queremos decir “no”, si somos desorganizados y no terminamos lo que nos proponemos… la frustración está garantizada. En cambio, si nos animamos a reconocer “no tengo ganas” en cambio de “no tengo tiempo” vemos que algo poderoso se libera en nuestro interior. En la misma línea, si comprendiéramos que hay deseos que necesitan mucho más tiempo que el que quisiéramos, aflojaríamos en la ansiedad que genera la búsqueda de lo inmediato. La realización de los sueños requiere perseverancia; es un trabajo de largo plazo.
De más joven quería vivir un millón de experiencias y pensaba que no me iba a alcanzar la vida. Tenía un estado de ansiedad agudo hasta que empecé a meditar y hacer yoga. Cuando mi estrés empezó a bajar me di cuenta que mucho de lo que hacía tenía que ver con evadirme de mí misma: cuando dejé de tenerme miedo muchas cosas se volvieron más simples y fáciles. Creía que veinte minutos de meditación diaria iba a hacer que tenga menos tiempo pero fue totalmente al revés. Aprendí que el meditar por la mañana hacía que tuviera más tiempo para disfrutar, hacía que toda mi relación conmigo misma cambiara. Me di cuenta que el tiempo no es algo que se puede atrapar ni tampoco se puede perder; no es un objeto sobre el cual puedo ejercer control. El tiempo es una dimensión en la cual vivo y siempre está, lo que no siempre logro es una buena relación con lo que me está pasando y sobre eso trato de hacer introspección. Aprendí también que hay procesos que llevan tiempo. Hay sueños que demoraron tres años en hacerse realidad; otros, hasta veinte. Me costó aprender a diferenciar entre la estúpida terquedad y la sabia perseverancia, cuando estoy humilde y receptiva la diferencia es clara. Muchas veces me sentí frustrada por andar apurada pero, cuando fue pasando el tiempo (una vez más, el tiempo), me dí cuenta que para alcanzar resultados puedo avanzar con calma y disfrutar paso a paso.
Ser creativo no se contrapone a ser lógico.Para mí ser creativo es un derecho humano. Todos nos merecemos vivir una vida desde nuestro poder creativo. Sólo requiere tomar consciencia de ese poder y desarrollar la habilidad para desplegarlo. Si no invertimos tiempo en nuestra creatividad, es probable que terminemos en trabajos que no nos gustan o en una vida que funcione como prisión. Si algo de eso nos está pasando podemos proponernos hacer todos los días una cosa que no hayamos hecho nunca antes. Vale pintarse las uñas de verde, tomar una línea desconocida de colectivo, escribir una carta a un amigo imaginario. Esos pequeños actos pueden ayudar a ir abriendo nuevos caminos interiores.
Muchos años consideré que mi trabajo estaba basado en el criterio binario (las cosas podían ser solo 0 o 1: era programadora) y en general me consideraba una persona lógica y, por lo tanto, no creativa. Creía que las personas tenían que elegir: eran lógicas o eran creativas, no se podía ser todo. Y para mí “creativos” eran los artistas o quizás era un lujo que se podían dar algunas pocas personas, por venir de familias ricas o por ser excepcionalmente talentosas: no era mi destino. Pero en un tiempo empecé a tener ganas de cambiar mi vida, cambiar de trabajo, hacer otras cosas y no sabía ni cómo empezar hasta que cambié mis creencias sobre la creatividad y mis juicios sobre mí misma en relación con este tema. Cuando empecé a reconocer mis pequeños actos creativos mi autoestima se empezó a recuperar. Recién en ese momento me di cuenta que el haberme creído no creativa me había lastimado mucho y me llevó tiempo sanar esa herida. Hoy creo que el desarrollo de software es una actividad altamente creativa, que necesita de la lógica binaria como una herramienta más; la lógica es necesaria pero no es suficiente para avanzar. También estoy convencida de que todos tenemos un poder creativo en nuestro interior y que por circunstancias de la vida lo oprimimos, pero que ese poder siempre está presente.
Los consejos de Ingrid tienen este enfoque de agilidad que le es tan propio. La agilidad ayuda a moverse de lugares estancos en los que uno se victimiza (“La culpa es siempre de los otros”, “El tiempo no alcanza”, “La creatividad no es para mí”). A la vez, esa agilidad permite fusionar lo que en principio puede parecer difícil de combinar: el propio saber con el saber de los otros, el tiempo invertido para sentir más tiempo, la lógica con la creatividad. Parece que no se trata entonces tanto de nacer ágiles sino de aprender a serlo.

Minibio laboral

Ingrid Astiz estudió filosofía (UBA) y se dedicó al desarrollo de software, considerando que esas dos disciplinas se retroalimentan. Ingrid trabajó en PYMES de base tecnológica, doce años en la Gerencia de Sistemas del Grupo OSDE y en 2010 formó su consultora Fuerza Tres, que se ocupa de renovar la cultura organizacional a través de metodologías de trabajo basadas en la confianza, la colaboración y la creatividad. Es autora del libro Poder Creativo, al que se puede acceder de forma gratuita; integra la Comisión Directiva de la comunidad de emprendedores Inicia; y está creando Iteas, una empresa de desarrollo de software.

¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

¿qué sensaciones nos hacen tambalear en el trabajo y cómo enfrentarlas?

Inseguridad laboral:  ¿qué sensaciones nos hacen tambalear en el trabajo y cómo enfrentarlas?


por Ayelén Di Leva
El costo que pagan los líderes por ocuparse de su equipo

Estrés. El costo que pagan los líderes por ocuparse de su equipo


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.