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 • HISTORICO

Tres consejos de una mujer consecuente

Mariana Jasper, experta en comunicación institucional, es la primera invitada de Tiempo de Liderazgo, el nuevo espacio de desarrollo profesional que ofrece nuestra especialista en planificación estratégica, Mercedes Korin.




Este nuevo espacio Tiempo de Liderazgo busca ofrecer consejos sobre desarrollo profesional por parte de mujeres que han sabido liderar su propia evolución laboral. Ni las mujeres que presentamos ni sus consejos son imbatibles (¿qué persona o qué consejo lo es?), y justamente desde ese lugar humano y de “nadie tiene la receta única”, seguramente ayuden a configurar una mirada posible y realista sobre un crecimiento saludable en aquello que toma tanto de nuestras vidas: el trabajo.
La primera invitada a este Tiempo de Liderazgo es Mariana Jasper. En pocas palabras Mariana es, básicamente, una persona consecuente: alguien que sostiene una coherencia entre lo que piensa y lo que hace. A mi entender, gran parte de lo que Mariana ofrece en lo profesional se asienta sobre esa base y tal vez éste es uno de los motivos por los que, combinado con su generosidad, es querida tanto por personas que trabajaron para ella como por sus competidores, en un ámbito como el de la comunicación institucional que tiene complejas reglas de juego.
Minibio laboral. Mariana es licenciada en Comunicación Social con orientación en Opinión Pública y Publicidad, tiene un posgrado en Management Estratégico y un MBA (maestría en administración de negocios) con especialización en dirección. Con personas muy queridas para ella fundó Alurralde, Jasper + Asoc, desde donde asesora empresas, organizaciones sociales e instituciones del estado en estrategias de comunicación. Consciente del poder de la palabra e interesada en que los buenos proyectos se difundan, también forma parte del equipo organizador de TEDxRíodelaPlata.

La mirada, protagonista en los tres consejos de Mariana

Los tres consejos de Mariana basados en lo que a ella le resultó útil para su desarrollo profesional son: apuntar a un equilibrio dinámico, darle importancia al feedback para conocerse mejor y ejercitar la empatía. En todos ellos es importante la mirada.
Equilibrio dinámico. Una de las tentaciones cuando empecé a trabajar después de la licencia por maternidad era definir horarios fijos y límites muy precisos en el tiempo del trabajo para luego poder estar “libre con mi bebé”. Ese método me resultó muy poco útil. Siempre me sentía con culpa cuando no cumplía estrictamente mis propias imposiciones (si llegaba media hora tarde, si tenía que hablar por teléfono con un cliente en casa). Trabajar y ser una mamá presente siempre es un dilema, aún cuando los chicos crecen, cuando se trabaje desde la casa, o de forma independiente y se manejen los propios horarios. Porque la demanda del trabajo puede ser dispar, puede aparecer en momentos inoportunos. Puede haber días de jornadas de 16 horas, viajes, eventos de trabajo fuera del horario laboral.
No logré estar en una situación de tranquilidad mental hasta que, conversando con otras mamás que trabajaban y en distintos momentos con mi psicoanalista, encontré que podía elegir un “equilibrio dinámico” como el equilibrista que no se sostiene porque se queda quieto sino porque avanza y cuyo contrapeso no está siempre recto sino que a veces se tuerce para un lado, otras para el otro; es decir: se balancea. Entonces encontré paz en balancear los días más ocupados con jornadas cada tanto más de trabajo desde casa, llamados mientras mi bebé dormía la siesta, contestar mails después de la cena y que ya estuviera bañado. Son pequeñas acciones que descomprimen y permiten estar más presente cuando se necesita y menos cuando no.
Los otros suman al conocimiento sobre uno mismo. Aprendí que cuanto más uno conoce cómo es, cómo reacciona bajo presión, cómo se siente ante diferentes circunstancias, más posibilidades tiene de anticiparse, cuidarse y prepararse para rendir mejor y sentirse mejor en todas las circunstancias que pueden suceder en el trabajo.
Todos tenemos puntos ciegos; en mi caso soy muy franca y directa pero ante la presión puedo ser desaprensiva en la forma de decir las cosas y sonar muy definitiva y filosa. Lo que a veces es una virtud, se puede convertir en un arma de doble filo. Por eso, para cuidar mi discurso y poner detalle en la forma de decir en los momentos críticos, trato de entender cómo me estoy sintiendo, si la presión me está afectando. A veces me sale bien, otras no y no puedo apagar “mi modo apocalíptico”. Pero cada vez mejoro más en ese sentido. Para conocer ése y otros puntos ciegos, lo que más me ha resultado es pedir feedback. Las personas que trabajan con uno tienen una visión más 360 que la de uno mismo. Casi siempre lo que me dijeron me mostró una faceta de mí que desconocía. Y si uno escucha bien, puede tomar esa visión y hacer cambios para lentamente mejorar.
La empatía para gestionar la diversidad. Nada me ha resultado más positivo en mi vida que aprender a ser cada día más empática. Pienso en la empatía como la posibilidad de ponerse en el lugar del otro, entender lo que el otro siente y su punto de vista, y hacer algo al respecto. Es un camino que tiene sus zig zags y retrocesos, pero cuando puedo conectarme con esa necesidad de empatía, todos los proyectos fluyen, tanto personales como laborales.
Entender lo que el otro necesita, lo que lo motiva, lo que le da miedo, las palabras que le significan distinto que a mí (que le remiten a otras cosas), toda esa información ayuda a conducirse diferente, a presentar las ideas de una forma que el otro las pueda escuchar, con su lenguaje. A conectarse con su mundo. También darle una visión de mi mundo a los demás, ayuda a que conozcan lo que me interesa y lo que puede ser vulnerable a la crítica. De esa manera nos sentimos más reunidos en un espacio común.
Me sucede muy a menudo que trabajo con personas muy distintas a mí, con otras creencias, otros recorridos profesionales, otras prioridades económicas, otras etapas de la vida. Para ejercitar la empatía, cuando no me sale naturalmente, me obligo a hacerme las preguntas básicas: qué le interesa a esta persona de mí, en qué siente que lo puedo ayudar, qué lo frena, porqué hace lo que hace… y sobre todo para qué. Cuándo sé cuál es el fin último, el propósito (no solo la razón que lo motiva sino el para qué de sus acciones) todo es es más fácil porque lo puedo decir, poner en palabras y al recordarlo juntos, sabemos por qué estamos trabajando en equipo y qué es lo que queremos conseguir que va más allá de lo que aparece en los planes y papeles.
Los consejos de Mariana tienen en común que destacan la mirada, tanto la propia como la de los otros. En su consejo sobre el equilibrio dinámico cuenta que modificó su mirada al entender que para lograr un equilibrio la rigidez de criterios puede venirse en contra y que más útil, en cambio, resulta un balanceo donde lo que suma es el concepto de promedio. Cuando habla del feedback de los demás sobre lo que uno hace o cómo lo hace, suma la mirada de los otros como un factor clave para conocerse a uno mismo. Y al hacer referencia a la empatía advierte sobre lo estratégico que resulta para gestionar la diversidad tener una mirada sobre el otro que contemple en qué situación se encuentra, qué posibilidades y limitaciones tiene, y si comparten un sentido en común más allá de las diferencias. Gracias por esta combinación de miradas, Mariana.
El martes 20 de septiembre Mercedes va a presentarnos a una nueva mujer y tres nuevos consejos. Mientras tanto, ¿nos contás si te sumaron los de Mariana? ¿Cuáles serían tus consejos sobre desarrollo profesional a partir de tu propia experiencia?

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