Un arco que va de Shakespeare a Hollywood
La media naranja, la contraparte que completa, el yin que equilibra el yang. La complementariedad y sus metáforas han definido, de un buen tiempo a esta parte, la idea de amor romántico que sobrevuela suspiros en vísperas de San Valentín. Claro que esta definición, que atraviesa la mayoría de nuestros vínculos amorosos, no es tan arbitraria como parece. Como explica la filósofa Diana Maffia en el documental Amor romántico, de la Asociación Civil Trama, "el amor romántico es un invento entre el renacimiento y la modernidad que tiene que ver con fijar determinado tipo de roles a partir del cambio en la familia. La idea del amor, la sexualidad y el matrimonio unidos en un mismo espacio es reciente. Estas vías transcurrían cada una por su lado, los matrimonios eran asociaciones con objetivos. El amor romántico es pensar en dos imanes que en algún momento conforman una totalidad, un amor heterosexual en el cual un varón y una mujer se van a ver atraídos y complementados".
Pues bien; en un arco temporal que va de las tragedias de Shakespeare a las comedias románticas de Hollywood, pasando por la factoría Disney y su maquinaria inagotable de princesas, la industria cultural ha contribuido a reproducir esta idea de amor a lo largo de los siglos y todavía hoy se mantiene vigente. Alcanza con ver las publicidades del Día de los Enamorados ofreciendo besos encerrados en corazones y cenas para dos en hoteles con vistas soñadas para entender los estereotipos a los que apunta la postal mercantilizada. Pero... siempre hay un pero. Sucede que, en paralelo al relato rosa y copypasteado, hay miradas disidentes que vale la pena tener en cuenta. Son muchas y variadas las voces que ya comienzan a encargarse de levantar las banderas de la deconstrucción amorosa. ¿El objetivo? Revelarse contra la tradición edulcorada, heteronormativa y monogámica que moldea, aún hoy, las relaciones de pareja.
El runrún que hizo en redes y reuniones sociales Historia de un matrimonio, la desgarradora película de Noah Baumbach, puede ser un buen ejemplo de cómo el cine mainstream también es capaz de ofrecer modelos alternativos para hablar de amor. Brillan Scarlett Johansson y Adam Driver (los dos nominados al Oscar) representando a dos que ya no logran comunicarse: el film trata, en definitiva, sobre la imposibilidad que se sobreimprime al afecto y las dudas existenciales que entonces se abren. Y así, al analizar con lupa el momento en que se termina la magia, lo que hace Baumbach es explorar en pantalla grande otra forma de quererse: la de un hombre y una mujer más resquebrajados, menos idílicos. ß
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