Un colegio para cada etapa: el fin del combo "todo en uno"
Más comprometidos con la vida escolar de sus hijos, los padres ya no eligen delegarla en una única institución
Hay llantos. Los abrazos se extienden más de la cuenta. Cierto aire de gravedad flota en el patio del recreo. Faltan pocos días para que termine el año escolar y para miles de chicos será el fin de una etapa, la primaria, y el comienzo de la secundaria. Y en ese pasaje que suele ser difícil, a muchos se les suma el cambio de escuela.
No es intempestivo, de hecho, algunos sabían desde primer grado que cuando terminaran séptimo iban a migrar de colegio. Para muchos, incluso, no hay negociación posible: la escuela no tiene secundaria. En otros casos los padres les comunicaron su pensamiento promediando la primaria. Son los que aplican a la filosofía educativa que privilegia la idea de cambio a la continuidad. Que ya no buscan resolver en una sola una institución la vida escolar de los hijos, sino que aspiran a encontrar un colegio "ideal" para cada momento. "Hoy hay una idea más reflexiva frente a cómo encarar cada etapa y no comprar el combo «todo en uno»", dice Gustavo Glasserman, que prepara a cientos de chicos que buscan el ingreso al Nacional Buenos Aires, al Pellegrini o al ILSE.
Glasserman, que dirige el instituto Silvina y Gustavo, famoso entre los que preparan el ingreso a éstos y otros colegios universitarios, asegura que más de la mitad de los chicos viene de escuelas sin secundaria, lo que se puede interpretar como una decisión anticipada de los padres de elegir el cambio a la continuidad educativa.
"Noto que hay más reflexión en los padres, tal vez porque hay más información que antes –dice Glasserman–. Lo interesante de este tema es que los padres manifiestan, a medida que avanzan sus hijos en los niveles educativos, un deseo de desprivatización de la educación. En el jardín de infantes buscan cubrir todas las necesidades, están dispuestos a hacer una inversión económica. Pero ya en la primaria hay un pequeño desencanto de la estructura: muchos creen que pagar por una educación bilingüe no garantiza nada y algunos migran de lo privado hacia lo público. Y cuando tienen que decidir a qué secundario mandarlos, ese desencanto es aún mayor."
Por eso lo que antes se veía como una contra –colegio sin secundaria– hoy es visto incluso como una ventaja. Carola Montes eligió una primaria bilingüe y sin secundario porque siempre quiso que sus dos hijos fueran a la ORT, igual que ella y su marido. "Fue una elección pensada desde el principio porque, al elegir un colegio así, me siento plenamente libre de buscar y elegir el que mejor se adapte a lo que uno pretende para esa etapa de la vida –cuenta–. La única limitación diría que son las características e intereses del chico. Obviamente que también hay que tener en cuenta eso, pero creo que no está bueno que hagan toda la escolaridad en un solo lugar. Me parece importante que cambien de ambiente, de grupo social. Y así suman amigos".
Alejandra Scialabba, licenciada en Educación y fundadora de Diéresis, una consultora cuya principal actividad es orientar y asesorar a los padres en el momento de elegir colegio para sus hijos, asegura que siempre hubo dos grupos bien diferenciados: los más tradicionales, que buscan una escuela desde el jardín hasta el secundario, y los que priorizan proyectos educativos alternativos y desean una escuela distinta para cada etapa escolar. "La realidad es que los padres que buscan una opción diferente aumentó por sobre los que prefieren las tradicionales porque la oferta educativa que más creció es la de las propuestas alternativas".
Dentro de estas escuelascon proyectos diferentes, la primaria suele contar con una gran reputación social pero no así el secundario, en donde se produce la gran deserción. "Las propuestas pueden ser buenas, pero si los padres ya tienen tomada la decisión de cambiarlos, es difícil que se queden por más que el hijo no quiera irse –dice Scialabba–. En general el peso de la elección está puesto en sobre todo en la primaria porque los papás quieren una buena base para pensar en un secundario sin limitaciones". Es decir, buscan que los hijos estén preparados para ingresar tanto a un colegio universitario como a uno bilingüe o a uno de características más técnicas. La idea es que abra puertas a futuro. Y cuantas más, mejor.
Pero la novedad es que también se hace mucho hincapié en el nivel inicial, considerado hasta hace unos años sólo como "un espacio para ir a jugar unas horitas por día". La psicopedagoga Elvira Giménez de Abad asegura que "hay mucha expectativa en este nivel. Los padres lo ven como la preparación, la base de primer grado. Muchos chicos ya entran a primaria leyendo. Un buen preescolar asegura una buena transición al siguiente nivel".
Pero los pasajes también se complican cuando no sólo se cambia de colegio, sino también de estilos y metodologías de aprendizaje. Es lo que suele suceder con las pedagogías alternativas. "Muchos provienen de colegios «progres» y quieren ir al Buenos Aires y les cuesta entrar. Pero no es una cuestión de capacidad, simplemente son metodologías diferentes. Hay que mirar de qué colegio viene el chico y si se va a adaptar", advierte Scialabba.
Por su parte, Giménez de Abad, acota: "Noto que hay padres empecinados en que el chico vaya a un colegio que no es para él. En general son los que quieren que su hijo asista a la misma escuela que ellos, pero hay que tener en cuenta las características y cualidades del chico porque, si no, va a sufrir mucho y va a ser un padecimiento familiar. Además, los colegios cambian y lo que uno creía que era bueno antes hoy tal vez no lo es. Hay que ver el aqui y el ahora de cada institución".
Para algunos, la misma deserción que se produce en muchos colegios que ofrecen secundaria juega en contra para que los chicos continúen allí. Porque además del proyecto educativo, hay que tener en cuenta también la sociabilidad. "Es un tema muy importante en el momento de elegir un secundario –opina Glasserman–. Además del proyecto educativo, padres e hijos privilegian la cantidad de alumnos. No quieren escuelas con pocos chicos. Y entonces pensar en un ILSE, un Pellegrini o el Nacional Buenos Aires, tiene para ellos un plus que les garantiza una diversidad social mucho mayor".
Aunque la cantidad de chicos que pugnan por ingresar al Buenos Aires se mantiene estable –se calcula que unos 1000 buscan entrar cada año–, para Glasserman esa estabilidad implica un leve aumento: "Teniendo en cuenta la zona céntrica donde está el colegio y que tiene sólo turno vespertino en momentos en que los padres salen a trabajar todo el día y necesitan la doble escolaridad, es un incremento".
En el ciclo inicial y en primaria, en cambio, los padres buscan todo lo contrario. Según Giménez de Abad, "quieren escuelas contenedoras, de grupos reducidos, para que el chico se sienta acompañado. En secundaria buscan abrir un poco más el espectro. De todos modos, si se van sería bueno que puedan hacerlo con algún compañero. Eso es siempre positivo; ayuda a la adaptación".
En ese sentido, los chicos que asisten a colegios sin secundaria corren con ventaja: "Lo viven de una forma natural porque lo tienen internalizado desde primer grado –dice Scialabba–. No es traumático cuando se sabe de entrada que se van y además están seguros de que al menos con algún compañero se van a ir. Incluso algunos colegios los preparan y mezclan los cursos a mitad de primaria, con lo cual se amplía la base de conocidos con los que pueden irse. Pero si se van de un colegio que tiene secundaria y la mayoría no se cambia, puede que genere resistencia en el chico".
Carola Montes, mamá de dos varones que van a un colegio sin secundaria, confirma que la idea de desarraigo no existe. "Yo no los saco, es el colegio el que no da opción de quedarse. Es distinto y no existe el famoso trauma del cambio".
Por eso, para Giménez de Abad, es importante que el colegio ayude a esos chicos a despedirse, que puedan hacer un cierre. "Los cambios siempre movilizan; por eso es bueno que la escuela acompañe. Y los padres también deben ayudar a que la transición sea mejor. Por ejemplo, no subestimando lo que los chicos sienten y explicándoles que es lo mejor para ellos, y que no van a perder contacto con sus amigos". En tiempos de redes sociales, esa promesa es mucho más fácil y los chicos pueden cumplirla sin intermediarios. "Siempre existió una especie de telenovela alrededor de séptimo grado. Los chicos lloran, se abrazan. Pero la realidad es que con Facebook estas supuestas pérdidas no son tales. Todos siguen en contacto", desdramatiza Glasserman.
Lo que hay que saber es que la elección sobre a qué colegio mandar al hijo no es sencilla en ningún nivel. "Es un trabajo que requiere reflexión e información. Los padres en general asumen ese compromiso incluso hoy más que antes. Lo bueno es que si se equivocan, saben que lo puede corregir", dice Giménez de Abad. Y hoy, cuando ya no se compra el combo "todo en uno, tal vez sea más fácil hacer borrón y cuenta nueva .
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