Un emprendedor oculto está entre nosotros. La mano invisible del Estado
El debate creativo del momento discute cuál es el verdadero rol de las empresas y los gobiernos en el proceso de innovación
Ese nuevo iPhone que uno tanto disfruta (o desea), ¿a quién correspondería agradecérselo? ¿A Steve Jobs, el fallecido líder de Apple? ¿A la mítica empleada pública que personificaba Antonio Gasalla?
La pregunta es una caricatura pero remite a uno de los debates más apasionantes del momento en el mundo del emprendedorismo: el que discute cuál es el verdadero rol de las empresas y de los gobiernos en el proceso de innovación. Mariana Mazzucato, una economista italiana de 40 años, que da clases en la universidad de Sussex, Inglaterra, pateó recientemente el tablero en este tema con un libro muy provocativo, El Estado Emprendedor, en el cual afirma que muchas de las historias épicas que habitualmente se cuentan en torno a casos exitosos como los de Google o Apple están llenos de mitos y falsedades.
"Si seguimos pensando que fenómenos como el de Silicon Valley fueron gestados en mayor medida por el sector privado e ignorando el rol muy activo que tuvo el Estado allí, estamos poniendo en riesgo el motor de la innovación a futuro -cuenta por mail a la nacion Mazzucato-. En Europa y otros países deberían hacer lo que los Estados Unidos realmente hicieron, y no lo que se dice que hicieron."
La profesora de Sussex cita ejemplos reveladores. Las cinco tecnologías principales de las que se sirve el teléfono de Apple (entre ellas Internet y la pantalla táctil) dieron sus primeros pasos en laboratorios estatales, al igual que el "algoritmo madre" de búsqueda de Google. Un 75% de los remedios que se consiguen en las farmacias de los Estados Unidos tuvieron sus fases iniciales de exploración financiadas por el Departamento Nacional de Salud (NIH), que sólo en la última década invirtió 600.000 millones de dólares en investigación de base: las empresas farmacéuticas entran en una etapa más madura, con menos riesgos, y sacan el provecho económico. Los casos se acumulan también en el área de energía y con las investigaciones del Departamento de Defensa que luego utilizan las empresas. "Muchas de las innovaciones más radicales en el sistema capitalista vienen de la mano invisible del Estado y no tanto de la del mercado", sostiene Mazzucato. Hay muchos cuentapropistas, remarca, no por el deseo de ser "nuestros propios jefes", sino porque se impone una era de precariedad laboral en el segmento formal; y los capitalistas de riesgo demandan retornos de la inversión en tres años, con lo cual muchos proyectos de largo plazo quedan fuera de estos esquemas de financiamiento.
Si esto fuera sólo un malentendido de story telling no habría tanto drama: "El problema es que este concepto termina, al final del día, en un capitalismo disfuncional, en el que las grandes empresas privadas, que recompran acciones y recurren a diversos mecanismos contables para pagar menos impuestos, no le devuelven a la sociedad la inversión de base y ponen en riesgo el proceso innovador a futuro", dice Mazzucato. Y agrega: "No se puede minimizar la importancia de individuos como Steve Jobs, pero tenemos que reconocer que se montaron sobre olas de innovación generadas por el Estado. Si no lo hacemos, estamos limitando la futura aparición de nuevos Jobs o Mark Zuckerbergs (el fundador de Facebook)".
La profesora italiana sostiene que los economistas que estudian este campo temático parten de supuestos erróneos: "La innovación es un proceso colectivo, enormemente incierto y acumulativo". En una primera etapa, tan incierto que para los privados no tiene sentido económico involucrarse. "El mercado es particularmente malo para asignar recursos en aquellos sectores con horizontes de retorno a largo plazo", agrega.
¿Qué sucede en América latina? Mazzucato señala iniciativas interesantes de fondeo estatal en México y en Brasil con el Bndes. En la Argentina, el gasto en investigación y desarrollo es de apenas el 0,6% del PBI, muy por debajo del 1,3% de Brasil, del 3% promedio de los países desarrollados o del 4,3% de Israel, el "país startup" y niña mimada del debate por el emprendedorismo.
De hecho, el libro de Mazzucato parece en algunos párrafos una respuesta a Startup Nation, el best seller escrito por Dan Senor y Saul Singer, que narra el milagro económico israelí basado en esfuerzos mixtos de los privados y el Estado, que "emparda" la toma de riesgos de las empresas con financiación. Y todavía más a Boulevard de los sueños rotos, de Josh Lerner, en el que se afirma que programas de los gobiernos para fomentar el emprendedorismo tienden a fracasar porque el Estado no tiene los incentivos adecuados y es malo a la hora de elegir "campeones" donde depositar su financiamiento. Pero las visiones no son del todo contrapuestas..."Creo que los tres libros dejan en relieve que la innovación tecnológica es clave para el futuro, y también muestran que el Estado tiene un papel importante para desempeñar estimulando la innovación", explica Ignacio Peña, emprendedor y experto en innovación. "Tanto en Startup Nation como en Boulevard? queda claro que el sector privado es mejor que el público para elegir proyectos y llevar al mercado productos y tecnologías novedosas, por lo que lo ideal es un Estado activo creando incentivos y dejando al sector privado tomar riesgo en el desarrollo de negocios."
Para Peña, en la Argentina las empresas en general no apuestan al desarrollo de nuevas tecnologías como fuente de creación de valor. Ésta es una oportunidad desaprovechada y un punto de vulnerabilidad.
Respecto de la visión de Mazzucato, Peña destaca un punto fundamental: "Si la generación de riqueza en las próximas décadas va a venir de la innovación, hay que pensar cómo hacer para que los beneficios de la inversión pública lleguen a todos", plantea.
¿Escena de cierre? La empleada pública de Gasalla y Steve Jobs comiendo juntos bizcochitos de grasa (luego de gritarle "¡Atrás!" y de arrepentirse) y discutiendo un esquema público-privado de fomento de la innovación que los deje contentos a todos.
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