Rememorar la naturaleza del río, con su aspecto salvaje y casi subtropical, ubicado a tan pocos metros, fue el leit motiv del proyecto paisajístico de esta casa de Vicente López.
Construida en tres plantas sobre un terreno de 8,6 x 30 m, la construcción aprovecha al máximo el espacio, reinventando la idea de patios que se suceden y van dejando vislumbrar el jardín del fondo. Desde la calle se accede a través de un muro de hormigón. El primer patio alberga un montecito de árboles nativos, además de dos autos y las bicicletas de la familia, y de allí se llega a la casa elevada por medio de una rampa.
Para el interior y el patio central se propusieron macetas artesanales de cerámica que se apoyan sobre un plano que recorre interior-exterior. El jardín propiamente dicho ya contaba con dos añosos liquidámbares contenidos por un borde de chapa. A él se accede por escalones de hormigón que acompañan a lo largo la galería, donde se emplazan una parrilla con mesada y el sector de living.
Desde el tercer piso se accede a una primera terraza con piso de deck y un puente con mampara de vidrio comunica a una segunda terraza de pasto.
La arquitectura se estructura de manera sustentable, con la generación de una serie de patios que se repiten desde el portón de ingreso hasta la pileta estanque, también diseñada como un componente de la arquitectura, que se eleva "apoyada" en el muro de hormigón martelinado.
La elección de las plantas
La idea basal del proyecto consistió en evocar el espíritu ribereño de la zona y para eso se usaron muchas plantas nativas que crecen a orillas del río en situación de monte en galería, como fumo bravo, sesbanias, achiras, helechos, malvas, salvias y otras que, si bien no son nativas, tienen un aspecto similar y se asocian a estas creando una situación ecosistémica de paisaje.
En el patio junto a la puerta de entrada, se plantó un montecito de cinco ejemplares de fumo bravo. Sus copas ya sobresalen y se ven desde la calle y componen un "parasol" de acceso. En el cantero existente que separa la casa de los autos, se propuso un lapacho para que busque el cielo y, a sus pies, una composición de plantas de sombra de diferentes texturas, como Crinum asiaticum, Crinum x powellii, Carex rosea, Dryopteris filix-mas, Plectranthus ambiguus, Salvia guaranitica y otras que aparecen por estación como lágrimas de la Virgen, crocosmia, junquillos, nardos y azucenas.
En el jardín, bajo los liquidámbares, el cantero tiene especies de aspecto tropical, como Hypericum calycinum, Hedychium coronarium y Canna indica. El fondo de la pileta se llenó de enredaderas, tales como Stephanotis floribunda, Tropaeolum pentaphyllum, mburucuyá, hardenbergia, que aparecen entre rosas ‘Iceberg’ existentes.
Al pie de las enredaderas se pusieron Hedychium coronarium, Crinum x powellii y Salvia procurrens. En el lateral, entre el muro y el acceso a la pileta, se ubicó una huerta en macetas, que también contienen algunas rosas para dar volumen durante todo el año.
A la terraza mudaron las plantas que inicialmente se encontraban en el patio de acceso: Magnolia liliflora y Acer palmatum; además se dispusieron macetas con gramíneas, beschornerias, salvias y sedums. Para darle contención a la terraza se plantaron en los canteros existentes Caesalpinia gilliesii y abutilones. En la segunda terraza se ubicaron macetas con erigerones, salvias, asters, asclepias, achileas, sobre un cantero con especies que se resiembran solas.
- Ubicación: Vicente López, provincia de Buenos Aires
- Paisajismo: Ernestina Anchorena; construcción: Cristian Mancini; arquitectura: Diego Gramoy de Furograma Arquitectos
- Superficie: 5 m2 (entrada); 45 m2 (jardín del fondo); 75 m2 (terraza)
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