Un turismo distinto que emerge de la pandemia
La pandemia obligó a replantearnos drásticamente la manera de viajar. Las antiguas y habituales imágenes de hordas de turistas marchando tras un guía, de museos abarrotados de visitantes, playas asiáticas al borde de la catástrofe medioambiental y ciudades colapsadas por el sobreturismo parece que no se repetirán por un largo tiempo. Ahora, a la distancia, hasta se ven con rechazo, como que algo claramente no estaba funcionando bien.
Los viajeros para esta nueva normalidad turística enarbolan las banderas de la bioseguridad y el distanciamiento social, y buscan sitios donde sea posible cumplir con los protocolos. Cambiaron las prioridades, los destinos que se eligen y el vínculo que se busca establecer con cada lugar. Para la temporada de vacaciones, que está empezando en nuestro país después de meses de parate, la naturaleza y los destinos rurales vuelve a ser protagonistas indiscutidos.
Con las restricciones para ingresar en muchos países, los rebrotes de la segunda ola, la exigencia de test negativo de Covid, seguros médicos y el miedo a alejarse demasiado de casa, por las dudas, el turismo nacional vive un reflorecimiento. Una de las claves de la temporada será que muchos viajeros buscarán sitios diferentes, alejados de los centros masivos, que aseguran la distancia requerida.
Una ocasión perfecta para descubrir nuevos destinos del país, distantes de las grandes ciudades, pero no por eso lejos de casa, esos lugares que a veces solo se conocen por un cartel en la ruta, más chicos y menos visitados, pero que tienen todos los servicios para una estada placentera y segura.
Esta reconexión con lo natural estimulada por la pandemia debería ser una buena oportunidad para volcarse hacia un turismo sustentable, de sacudirse los malos hábitos para siembre y optar por viajes respetuosos con el medio ambiente y las comunidades que se visitan. Que sea una práctica permanente, que se sostenga cuando la pandemia de coronavirus se ubique entre los peores recuerdos.
Los preceptos que impone el turismo sustentable están muy alineados con los requerimientos de la nueva normalidad, que invitan a disfrutar de los espacios abiertos, a los viajes sin prisas, que se hacen de manera individual o con grupos reducidos.
Se deberían preferir los medios de transporte por tierra en vez de los aéreos, (que son menos contaminantes y en este contexto se evitan aeropuertos y se tiene más libertad), priorizar sitios cercanos, que no requieran tanto viaje, optar por alojamientos más pequeños y ecológicos, preferir la gastronomía kilómetros cero, que es la que se produce en la región que se visita y por supuesto, reducir el consumo de plásticos y borrar la huella que dejamos es la naturaleza. Si toda crisis es también una oportunidad, quizás sea el momento de refundar el turismo con otros parámetros. Este verano puede ser el puntapié inicial.
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