Una base sólida para crear paladares sabios
Al hablar del paladar, nos referimos a uno de nuestros más valiosos sentidos: el gusto. ¿Es innato o se educa? ¿Por qué hay niños que aceptan gran variedad de sabores y otros no ?
En los primeros meses de vida, los chicos eligen los sabores más primarios, como el dulce. Y a lo largo de su crecimiento desarrollan sus preferencias alimentarias. Por eso es importante ofrecer la mayor variedad de alimentos posibles en edades tempranas. Estas preferencias gustativas se adquieren a través de la experiencia, del día tras día.
Décadas atrás, la alimentación familiar se basaba en platos elaborados en casa, hechos con alimentos propios de cada región. Luego, la globalización y los medios de comunicación trajeron aparejada la apertura del mercado gastronómico. Han ingresado en nuestros hogares muchos alimentos que antes no conocíamos, descubrimos nuevos sabores, técnicas de cocción, etcétera. La diversidad enriqueció nuestros paladares.
Hoy, los niños y adolescentes que se sienten atraídos por la cocina están permeables a probar diferentes propuestas. Esta instancia es maravillosa y hay que aprovecharla: es un momento clave, están creciendo y consolidando los cimientos de su alimentación futura. Sienten el desafío de experimentar y así distinguen nuevas texturas, nuevos aromas, aceptan nuevos alimentos. Diferencian las cosas frescas y las preparaciones caseras, y comienzan a discriminar el sabor estandarizado que la industria les ofrece. Pero eso sí, se necesita tiempo: para ofrecer opciones diferentes, como alimentos amargos o ácidos, y que sean aceptados, no basta con dárselos una vez, se deben dar a probar la cantidad de veces que sean necesarias hasta que sean internalizados y aceptados. Como todo proceso de aprendizaje, es lento, pero bien forjado durará para toda la vida.
Aquí tomamos un rol protagónico los educadores en alimentación, desde un enfoque lúdico y con muchas herramientas didácticas. Nuestros alumnos adolescentes identifican y aceptan con naturalidad platos como el sushi, los tacos, pescados al vapor, shawarma, chop suey, jala agula, pollo al disco, quibebe, preparaciones con harina de algarroba o panificados integrales. Y los cocineritos más pequeños comen rúcula, roquefort, arándanos, calamares, papines silvestres con piel... El paladar que distingue los verdaderos sabores de los alimentos, con el tiempo, se convierte en un paladar sabio, porque espontáneamente va a elegir aquellos alimentos naturales y caseros que benefician su salud. Este aprendizaje es 100% nutritivo ¡y es para toda la vida!
María Eugenia González Zeolla