Una superbanda de historietistas
Referentes locales del cómic y de la ilustración dejan cada vez más la soledad de sus estudios y participan de encuentros como la Noche de los Dibujantes, para enfrentarse con sus fans y también entre ellos, en un ring de boxeo y con referí
Somos un grupo de gángsteres”, bromea Gustavo Sala mientras se prueba un chaleco Circa de la década del 50. El resto de los sospechosos –Tute, Ariel Olivetti, Lunik y Salvador Sanz– festeja la ocurrencia. Son un grupo, una banda, una continuación de la pequeña gran familia de dibujantes e historietistas argentinos que, lejos del prototipo de almas solitarias ensimismadas en su propio mundo, van a protagonizar (ellos y muchos otros) la Noche de los dibujantes, el viernes próximo en la Ciudad Cultural Konex. Será una jornada dedicada exclusivamente a ellos (la programación, en www.ciudadculturalkonex.org), los maestros de un género que ya tiene su larga tradición y se sigue reinventando.
Apoltronada en un sillón de cuero, Lunik completa un dibujo en una tablita blanca. El resto no se pierde la oportunidad y el chiste llega rápido: “¡Mirala, todavía dibuja con las manos!”. La observación no es casual: este arte popular se mantiene en pie (y se expande) aún en momentos de una alta digitalización de los consumos culturales. Sin embargo, el efecto de un dibujo sobre un soporte físico, el pulso sanguíneo de la mano transmitiendo sus ideas y belleza, se mantiene intacto.
En una esquina, Tute enumera sus dotes futbolísticos que pone en práctica durante los partidos que juega todas las semanas. La desfachatez de Sala no pasa desapercibida y cuando la música se dispara por accidente a un volumen importante, improvisa pasitos de baile. Mientras esperan que todo esté listo para las fotos grupales de la producción de La Nación revista, se sientan en círculo alrededor de una mesa ratona. La charla deriva en las características del público que usualmente los frecuenta y que suele tener características muy peculiares. “El otro día –arranca Olivetti–, en una charla me preguntaron si había algún lugar para estudiar los pliegos de la piel de las personas gordas.” Salvador Sanz no se sorprende, pero acota: “¡El grado de obsesión al que llegan..!”. A eso se enfrentarán en la Noche de los Dibujantes: la mirada del otro, que no está presente durante la producción de las historietas ni en el momento de consumo de sus lectores. Los cinco, junto a otros referentes como Horacio Altuna, Diego Parés y Max Aguirre, se expondrán al ciento por ciento en actividades que van desde el combate en un ring de boxeo, donde asumirán el desafío de dibujar a exigencia del público, la realización de serigrafías y un estudio en vivo (deberán finalizar trabajos reales) hasta un espacio para que sus fans se tomen un trago con ellos.
Salvador Sanz
Empezó autoeditándose fanzines en los 90, una época –dice– en la que había poco material nacional de relevancia y mucho de lo bueno circulaba por lo bajo. Forma parte de una camada que le dio un aire renovador a la historieta gráfica y si bien le cuesta decir cómo es la escuela argentina, asegura que “hay una suerte de legado”.
¿Qué vas a hacer en la Noche del Dibujante?
Me propusieron hacer un estudio abierto. Tengo que llevar el material como si estuviera trabajando en mi casa. Estoy publicando una serie en Fierro que se llama El Esqueleto y esta semana tengo que entregar las últimas páginas, así que dibujaré eso. Para mí es algo natural, pero para el lector supongo que será interesante. Se pueden acercar y observarnos como en el zoológico (risas). Nos pueden preguntar los pormenores…
¿Te cuesta ese contacto?
No. Hay a quienes sí les cuesta dibujar para el público. Es entendible, porque es una actividad que uno hace en su casa con música de fondo.
Uno de los segmentos es el Combate de los dibujantes, pero entre ustedes parece haber buena onda.
Sí. La estrella del combate es Gustavo Sala, que conduce. Nos conoce a todos, te va pinchando. «¡Mirá qué desastre lo que está dibujando!». Te pone nervioso. Es divertido porque la gente te desafía con cosas que… qué se yo: te piden que hagas al Eternauta duchándose (risas).
Gustavo Sala
Dice que hay que “recuperar la relación entre el lector, que sigue al personaje, y un autor. “La Noche del Dibujante sirve para que nos vean trabajar, tener un mano a mano con el artista –explica–. Se trata de trasladar el espíritu de algo estático, inmóvil y que se disfruta en forma individual, a una cosa colectiva, social, quilombera con un espíritu de fiesta.”
¿Hay una relectura de la obra en este tipo de encuentros?
Siempre se cocinan proyectos, hay una especie de efervescencia creativa, una situación de inspiración permanente en el aire. Necesariamente te vas con ideas, se te recargan las pilas. Y todavía es muy impresionante, a pesar de toda la tecnología, ver a un tipo o mujer dibujando en vivo: ver cómo de una hoja en blanco se va generando una imagen, eso todavía sigue teniendo un poder de impacto que no se parece a nada.
¿Esa sigue siendo la clave de la vigencia de la historieta?
Puede ser. Con las redes sociales, con la cantidad de información visual fragmentada, uno termina perdiéndose en un océano visual de millones de cositas, de viñetas, chistes gráficos, memes… Pareciera que el humor gráfico ya es cualquier cosa. Pero, a la vez, es un momento para tratar de ser más agudo, más sintético y resolver ideas de una mejor manera. Al mismo tiempo, la cantidad de dibujantes que producen y suben sus cosas a las redes me entusiasma mucho.
¿Es estimulante?
Me dan ganas de hacer más cosas, de encontrar salidas nuevas para lo que hago siempre.
Ariel Olivetti
“Hay una movida en el mundo de todo lo que es la historieta”, dice Ariel, uno de los creadores de Cazador de Aventuras y habitual colaborador de Marvel y DC Comics, los dos gigantes de la industria. “Hace 20 años se empezaron a reflotar los personajes que habían quedado obsoletos, como Superman y Batman. Todo esto a nosotros nos ayuda. El que empieza a leer eso, si les gusta, en algún momento va a buscar otro tipo de historieta también".
Como la música, arrancás con algo que te lleva a otra cosa.
Claro, te enganchás. Escuchás una banda, te gusta el bajo cómo suena, y alguien te dice que escuches a un bajista de otra banda y ahí va. Entraste. Amén de que en la Argentina siempre una movida con respecto de los dibujantes, pero no había encuentros.
Altuna [otro de los referentes que participará] dijo que ser dibujante argentino es como una marca registrada, ¿es así?
Vas a cualquier editorial del mundo y decís que sos argentino y ya te miran de otra forma. En cualquier país hay buenos artistas, pero acá hay muchos y muy buenos gráficos.
¿Qué tiene de particular este encuentro?
La participación de los artistas. Por lo general, son eventos donde se vende merchandising, tiendas de cómic y gente disfrazada, pero el artista que hace el dibujo tiene una trascendencia menor. En la Argentina, a partir de Comicópolis y Crack Bang Boom, en Rosario, y en este encuentro, se les da prioridad a los que hacemos el producto, los que hacemos el material bruto.
¿Hay un boom de la novela gráfica o es una sensación por el buen material que anda dando vueltas?
Hay un boom. Visito periódicamente los números de las ventas. Históricamente nunca se vendieron tantas revistas en papel ni libros en papel de cómic como hoy. Ni siquiera en la época de oro de Superman y Batman.
¿Qué explicación le encontrás?
¡A la gente le gusta leer cómics! Hay una explicación que tiene que ver con el perfil psicológico del que lee cómic que por lo general es una persona visualmente fetichista, tiene un fetiche con la gráfica y el coleccionismo. Funciona muy bien el cómic digital, sobre todo para los pibes nuevos que nacieron con el touch en la mano, pero igual tienen el fetiche: si les gustó el digital, van a ir a comprarlo. Se complementan. Y nosotros que somos de otra generación, tenemos el fetiche-fetiche: nos gusta ver el lomito del libro que leímos en la biblioteca.
El público del cómic está un poco caricaturizado, ¿no?
Es que somos especiales. También soy público, tengo casi 50 años y si veo una juguetería, entro. Soy un freak.
¿Con qué te conecta?
Vivo conectado con mi niñez porque trabajo de esto. Cuando dibujo a Superman volando, tengo que creerme que realmente está volando porque si no, no funciona. Estoy jugando todo el tiempo y como no estoy loco, entro y salgo de ese estado.
Lunik
“Cansarse es estar en silencio, trabajando inclinada en un tablero”, advierte Lunik cuando se le pregunta cuánto la entusiasman este tipo de eventos. “El hecho de que una persona me lea en el diario todos los días, y pueda venir y se lleve un original… está bueno.”
Es como cerrar el ciclo del dibujo.
Claro. Es entenderlo también no como una cosa que te llega envasada y procesada, sino que está bueno ver cómo se hace, qué nos mueve a los dibujantes, conocer un poco el mercado...
El auge de la historieta se produce en un momento en el que toda la gráfica se debilita, ¿por qué pensás que se sostiene?
La decadencia tiene que ver con la distribución digital. El dibujo llegaba en un soporte, el gráfico, que te permitía la colección. Todavía existen las revistas objeto. Afuera, el mercado editorial está cada vez más inclinado a las ediciones más producidas, con buen papel, una buena tapa, que es lo que hace especial una obra. Acá pasa mucho que los dibujantes, que formamos parte de la cultura gráfica, nos quedamos afuera de ferias como arteBa. Siempre existió esa división con el arte. Nunca ocupamos ese lugar, injustamente creo yo.
¿Por qué?
Porque la producción gráfica de este país es mucho más famosa y de calidad que las performances, pinturas… La gráfica argentina es una marca registrada. El año pasado se murió Carlos Nine, cuyo trabajo debería estar en Bellas Artes. Es pintura. Tenemos muy altos representantes, entre los que no me encuentro en absoluto (risas).
Pero formás parte del grupo que lo mantiene vivo.
No es que se mantiene vivo: está vivo. Es continuado. Lo ves en las ferias cuando aparecen Liniers, Maitena, Tute. Se crean grandes filas… Cuando entra Quino a un lugar, ¡pobre hombre! Es una revolución. Es arte popular, sin duda. Y eso es lo que tiene de bueno.
¿Por qué creés que fascina tanto?
El dibujo conecta siempre, como la música: hay una canción que toca algo, que no sabés bien qué es. Hay una fibra que te dispara sentimientos, te dan ganas de tenerlo. Soy dibujante porque soy fanática de los dibujantes. Consumo, compro, colecciono. Me vuelve loca, me encanta. Entonces no me resulta raro que también les pase a otros.
Tute
“No hay actividad más solitaria y sedentaria que la nuestra –dice el más famoso del grupo–. Todo encuentro nos saca del tablero y nos pone frente al público.”
¿Cuesta eso?
A mí me costó mucho porque soy de la estirpe tímida. Ahora me acostumbré. Estoy celebrando los 20 años de laburo por estos días, te vas curtiendo. Además, es muy lindo el encuentro con el lector directo, de primera mano, saber lo que siente con tus dibujos, qué le pasa.
¿Pasan cosas extrañas?
Pasa de todo. Desde el adolescente que tiembla de nervios y te inspira ternura al que te cuenta algún encuentro o desencuentro amoroso. Sirve para ver qué pasa, el impacto de aquello que uno hace en la más absoluta soledad. Las ideas se piensan en silencio, se dibujan y se tiran como botellas al mar. En los encuentros, ves el efecto que causan tus dibujos.
El acto de recibir aquel mensaje también es solitario.
Lo comparo con la poesía, esa comunión que se produce con el texto que te interpela, te traduce algo, pone en palabra algo que sentís, te inspira o simplemente te levanta unos centímetros del piso.
Hay muchos dibujos tuyos pegados en heladeras.
Sí, van mucho a la heladera. Me parece un destino fabuloso, el destino doméstico más lindo. Me gusta más que el corcho: a la heladera van todos los integrantes de la casa. Creo que es la manera de apropiarse de algo que circula en un diario, es recortarlo y pegarlo en algún lugar de la casa. Ese es el destino. El humor gráfico es un arte popular y por eso lo veo más pegado en una heladera que colgado en los museos. Me parece un destino mucho más lindo.