Volvemos sobre un proyecto de una las grandes firmas de la costa uruguaya durante décadas, cuando la maravilla pasaba por estar en comunicación directa y real con los elementos.
“Mario Connio, que era argentino, trotamundos y tenía base en Madrid desde los años 70, fue uno de los grandes nombres de la arquitectura de Punta del Este en los 90; vivir en una casa firmada por él era un lujo. Tenía una frecuencia muy conectada con el lugar, no imponía su estilo por sobre la naturaleza. Acá queda claro: hasta desde el punto de vista cromático asocia la construcción al entorno. Y hace una curva de madera, no un cubo de madera. Elige un material que lo deje trazar una forma orgánica”, observa la arquitecta Mariana Kratochwil, directora de Living.
Amoldándola a la huella efímera que deja una ola al retirarse, Connio hizo esta casa de pino y eucalipto para hacer realidad la imagen ondulante que querían darle sus dueños. “La casa se llamaba ‘La Ola en la Arena’. Estaba en Manantiales, y era de la época en que todavía se podía edificar sobre la playa. Cuando fuimos a fotografiarla, a fines de 1999, no tenía ninguna construcción en las inmediaciones”, recuerda Mariana Kratochwil, que en ese momento aun era productora de la revista.
Materialidad
La construcción se hizo con pino y eucalipto, tratados para resistir la cercanía del mar; las aberturas, grandes, tienen marcos de lapacho y hojas de cedro. Además, aprovechando el saber hacer local, se colocó un clásico techo de quincha uruguaya. “Esas elecciones también contribuyen a ‘mimetizarse’, a pasar por local. Ahora se fue perdiendo tanto la técnica de la quincha como ese estilo, tal vez por el temor a los recambios que exige”, reflexiona Kratochwil.
Los materiales elegidos no mostraban tanto el desgaste lógico de una casa junto al mar: ni manchas de salitre ni chorreaduras de óxidos. Prueba de su buen tratamiento.
Pileta al resguardo
La pileta se ubicó priorizando la mejor vista al mar, pero, sobre todo, protegida de los vientos del sur y sudeste, porque lo cierto es que en esa sección de playa desierta y ventosa, el mar era para contemplarlo, no tanto para bañarse.
“Antes era natural tener una sillita de director o una reposera junto al agua y listo. Ahora hay un confort más hedonista, como si hiciera falta una poltrona de diseño con sombrilla incorporada. La maravilla pasaba por estar ahí, en una comunicación muy directa y real con los elementos. Una temporada más rústica que cómoda, que te interpelaba distinto”.
Sencillez interior
“La ambientación es sencilla, porque la intención era enfatizar la experiencia natural... en una casa firmada por un arquitectazo, eso es cierto. En aquellos años, Connio estaba de vuelta de todo y proponía espacios sin pretensiones. Y como los muebles tenían que acompañar esa onda, se compraron en la zona”.
De techo bajo, la cocina respeta el estilo simple y despojado del living contiguo.
Sector privado
Como contrapunto a la circulación fluida entre el living y la galería, la intimidad de los cuartos permite cerrar una puerta y quedar a solas con los propios pensamientos.
Lo espartano se suma a cierto aire de Bali, tan de ese momento, y da como resultado espacios zen, aptos para la meditación que practicaban los dueños de casa.
En los entrepisos se crearon espacios de meditación, lectura o, simplemente, para el disfrute de la vista.
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