Volvió al país desde los Países Bajos para hacer trámites. Pero la pandemia cambió sus planes.
Era ese momento o nunca. Sintió que no podía dejar pasar la oportunidad y decidió animarse al cambio. La propuesta laboral que le habían hecho a su novio -que trabaja en el área de sistemas- era más que interesante y, desde luego, tentadora. Pero, para mudarse al destino donde se abría un nuevo mundo de posibilidades, tuvo que resignar lo seguro, renunciar a su empleo bajo relación de dependencia y dejar atrás su querida Buenos Aires.
“No dudamos en irnos. Ya estamos grandecitos y era el momento para hacerlo. Dejé el trabajo que tenía en Buenos Aires bajo relación de dependencia y, como siempre había trabajado en selección en empresas de IT, me animé a postularme de modo freelance como IT Recruiter. Llegar a Dubái fue todo un shock cultural. Aunque me fui llorando de Buenos Aires, debo reconocer que la experiencia de vivir en un país con una cultura tan distinta a la nuestra fue muy linda. Me hizo crecer mucho como persona, dejé de lado varios prejuicios”, cuenta Viviana Domínguez.
Sola en Dubai, con tiempo para dedicar a organizar el departamento donde se instalaron, pero también para reconectarse con ella misma, redescubrió su pasión por las manualidades. Siempre había disfrutado de dejar volar su imaginación y plasmar su impulso creativo en la decoración. Pero la realidad era que nunca se había animado a hacer nada con sus manos, más que restaurar muebles.
La rutina y las ocupaciones diarias en su nueva ciudad de residencia la desconectaron, momentáneamente, de aquel fabuloso descubrimiento. Y la vida continuó sin mayores novedades. Por lo menos, en esa etapa. Luego de su paso por la ciudad de los Emiratos Árabes Unidos, conocida por su lujoso comercio, la arquitectura ultramoderna y su vida nocturna animada y atentos a nuevas ofertas, Viviana y su novio quisieron probar suerte en los Países Bajos. “Mi idea era trabajar de lo que fuera. Para las posiciones de Recursos Humanos a las que yo aspiraba contar con inglés como único segundo idioma no era suficiente y estudiar holandés me iba a llevar tiempo. Sin nada firme, tuve que entrar al país en octubre de 2019 como turista ya que no había logrado completar mis papeles a tiempo. Con ese objetivo en mente, en febrero de 2020 viajé a Buenos Aires para darle curso al trámite. Pero me sorprendió, como a muchos, la pandemia”.
Reconectar con el pasado
Criada en Villa Martelli, en el partido de Vicente López de la provincia de Buenos Aires, Viviana tiene hermosos recuerdos de su infancia. “Tengo grabada la imagen de mi mamá tejiendo o bordando y yo jugando a su lado, haciendo tiempo hasta que llegara mi papá del trabajo, porque no me iba a dormir sin verlo”. En plena cuarentena, Viviana volvió, una vez más y como tantas otras, a la casa de sus padres. Y allí, su espíritu inquieto, se sintió aburrido.
“Fue en ese contexto que descubrí el macramé. Corría abril de 2020 y se notaba que el encierro venía para rato. Empecé a insistirle a una amiga para que se sumara a mi loca idea, sola no me animaba a emprender. Pero siempre me decía que no. Hasta que un día, le digo ¿Y si pintamos mates?, le dije una tarde. Ella ama pintar, y ahí me dijo que sí. Enseguida nos pusimos a hablar para organizarnos y distribuir las tareas. Yo nunca había pintado en mi vida, pero me animaba a hacer un mate sencillo y tapices en macramé. Yo quise ocuparme de manejar las redes, es algo que me gustó desde siempre. Cuando trabajaba en RRHH la comunicación me encantaba y cada vez que podía tomaba esta tarea”.
Arrancaron con diez mates pintados y decorados por ellas mismas. “El mate es un objeto simbólico en mi vida. Amo tomar mate con mi papá y que me cuente cien veces las mismas anécdotas”. Luego sumaron algunos tapices, borlas y otros objetos de decoración. Pero en cuanto las actividades laborales volvieron a su curso casi normal, las socias y amigas no pudieron continuar trabajando juntas.
Proyectar a la distancia
“Ese momento fue clave, porque no sabía qué hacer. Mi papá me animó mucho, me dijo que iba ayudar a lijar los mates, con el sellador, entre otras cosas. Y fue así que continué pintando, con mucho miedo, porque no sabía si me iban a salir. Pero me animé. Poco a poco me animaba a más y cuando hice dos mates puntuales, uno con fondo lila y otro con fondo madera fue un boom. Y empezaron a preguntarme si hacía por mayor”.
El año se había pasado literalmente en un cerrar y abrir de ojos. Cerca de septiembre, cuando las embajadas retomaron su atención presencial en los Países Bajos, los papeles de Viviana comenzaron a avanzar y cada vez estaba más cerca la hora de partir. Pero ella no quería dejar su emprendimiento, Casa Petra.
- Yo me animo a hacerme cargo del proyecto, le dijo su padre entusiasmado.
Viviana finalmente regresó a los Países Bajos pero antes se aseguró de dividir tareas en el emprendimiento que ahora compartía con su papá. Don Teo, de 75 años. se encarga de preparar los pedidos, pesarlos, cotizar el packaging y es responsable del manejo de algunos proveedores. Viviana se encarga del manejo de redes, la venta, la post venta.
“Mi papá esta muy feliz, se siente útil. Toda su vida trabajó, no sabe lo que es no trabajar. Y la pandemia vino a sacarle eso, su pasión. Siempre nos llevamos muy bien, mi viejo es un tipo simple, siempre está de buen humor y es jocoso. La relación entre nosotros ahora es más linda aún, él mucho no cae y se quita un poco de mérito. Siempre le digo que si él no estuviera en Buenos Aires, Petra no caminaría, pero él se ríe. Ya en el barrio le dicen ahí viene Don Petra, ya no es más Domínguez. Y eso nos hace muy felices”.
Mientras, la vida de Viviana en los Países Bajos transcurre tranquila, por momentos se torna nostálgica. Gracias a Casa Petra, trabaja como Community Manager para algunas cuentas de Argentina y también para los Países Bajos. “Estoy pensando en armar un equipo de este lado del Atlántico , porque cada vez son más las consultas porque llegan por el boca en boca. No veo la hora de ir para Buenos Aires. Es como dicen lo lindo de irse, es volver”.
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