Desde enero de 2019 hasta marzo de 2020, emprendí una travesía que me llevó de España a Kirguistán, por los caminos de la mítica y legendaria Ruta de la Seda. Pasé tres meses en Irán, conocí Kabul, la capital afgana bombardeada por la guerra, y recorrí varios países que están completamente ausentes de nuestra narrativa cotidiana, como Uzbekistán y Omán. Sin embargo, bastante antes de ingresar en esos territorios enigmáticos e inexplorados, mi primera aproximación a "lo desconocido" se inició en Europa Oriental. Muy lejos de las tiendas de moda de Milán, los restaurantes de Madrid o la escena nocturna de Berlín, al este del continente me sorprendí con una ciudad en la que el glorioso pasado histórico se mezcla con un vibrante presente y donde el bronce se funde con las montañas y el agua. Señoras y señores, ¡bienvenidos a Skopje, capital de la apasionante Macedonia del Norte, tan intensa como un plato de tavce-gravce!
Antes de detenernos en la escena gastronómica e imaginar el sabor de esa cazuela de porotos y pimientos picantes, primero hervida y luego horneada, les voy a contar cómo es que llegué a esta capital pequeña, pero fascinante, en la Península de los Balcanes. En Sofía, Bulgaria, me había alojado en la casa de una chica macedonia que me había hablado maravillas de su país y me había cautivado con su sencillez y alegría, y por eso, sin pensarlo dos veces, una mañana me tomé un autobús que me depositó, tras menos de cuatro horas de viaje, en el destino elegido. Y, al pisar las calles de Skopje, me llevé la primera sorpresa: los buses urbanos son de color rojo y además tienen dos pisos… ¡Idénticos a los que se pueden ver en Inglaterra! Una especie de déjà-vu victoriano y anglosajón en una ciudad eslava, en la que en vez de niebla se ven, de fondo, las bellísimas montañas con sus picos de nieve eterna.
Una vez que uno se acostumbra a los "colectivos londinenses", la pintoresca capital macedonia tiene aún más sorpresas para ofrecernos. Y lo más increíble de todo es lo siguiente: gracias a un proyecto urbano llamado Skopje 2014, existen hoy en su centro urbano –unas diez cuadras a la vera del río Vardar– más de 180 estatuas diferentes, ya que el gobierno quería recuperar la "identidad macedonia", y no se le ocurrió mejor idea que llenar las calles de efigies de musas y personajes históricos. Aunque el ranking no está hecho, no tengo ninguna duda de que esta ciudad balcánica encabeza la clasificación mundial de cantidad de monumentos per cápita. Cuando uno camina por sus veredas, ve muchos más pedestales que personas, y la sensación es realmente apabullante. Imagínense: en tres minutos que filmé con mi celular... ¡Conté más de 60 héroes y heroínas de cuerpo petrificado y lustroso!
La obsesión por las estatuas y por el pasado se debe a que Macedonia del Norte arrastra, en su sola existencia, un conflicto que se relaciona con su legado. Hace más de 2000 años, en las cercanías de esta patria, nació el gran conquistador Alejandro Magno, a quienes los actuales macedonios (de procedencia eslava) y griegos reivindican como propio. Por eso, para evitar problemas de copyright con los vecinos, el monumento más inmenso, el de la Plaza Central de Skopje, un gigantesco conquistador subido a su caballo y mirando hacia el horizonte, fue bautizado simplemente como "el guerrero", aunque todos saben que se trata del mítico jefe militar que jamás fue vencido.
A los pies de Alejandro, la juventud macedonia actual se junta a discutir sobre política, fútbol o comentar los últimos capítulos de las series del momento (en los países de esta zona del mundo, por caso, las novelas de Natalia Oreiro y Cris Morena tuvieron un éxito impresionante). En los bares, se sirven, además, enormes vasos de cerveza y fuentes interminables de papas fritas, así como una especie de mermelada de morrón llamada ajvar que hace las delicias de los locales. Si se sale un poco de la zona céntrica, siempre con las montañas de fondo, al llegar a los restaurantes más tradicionales, el plato escogido se disfruta al son de música folclórica en vivo. No quiero pecar de hedonista, pero degustar en compañía local una rica turli tava (cazuela de carne y vegetales) mientras se escucha la cadencia balcánica, que solo pueden transmitir las cítaras y la flautas, debe estar entre los máximos placeres que vivencié en Europa (y, encima, completamente oculto).
Cientos de estatuas en las calles, un pasado que emerge a cada minuto, música hermosa, una escena gastronómica muy interesante, anchas avenidas, colectivos que son una postal en sí mismos, el río Vardar y picos nevados en el horizonte. Creo que Skopje es una de las capitales más lindas –y escondidas– del mundo y, además, tiene la ventaja de ser muy chiquita y fácil de recorrer. Créanme: si van, no solo no se van a arrepentir, sino que después se lo van a recomendar a todos sus amigos.
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1. El barrio turco
En Macedonia se mezclan la influencia eslava y la turca. Por eso, al caminar por las angostas calles de este barrio, ver las mesitas para tomar el té y a los dueños de los bazares que anuncian sus productos, uno se siente por un ratito en Estambul.
2. Museo arqueológico
Abrió en 2014 y vale la pena para aprender sobre el riquísimo pasado de esta región, tan importante en la historia del mundo. Y, además, desde afuera, también su fachada es esplendorosa e imponente.
3. Skopski Merak
Uno de los restaurantes de más renombre en la ciudad. La comida es deliciosa y hay música en vivo, pero además te reciben con una copita del clásico licor de los Balcanes, que debe haber en toda mesa: ¡La infaltable rakia!
4. Visitas guiadas
En la gran mayoría de las ciudades europeas, existen los "free tours", recorridos gratuitos por la ciudad. El de Skopje es particularmente interesante y ofrece riquísimos detalles sobre un país del que en América Latina se conoce muy poco.
5. Lago de Matka
A solo una hora de la capital, sorprende por su belleza: aguas cristalinas, quebradas repletas de vegetación y la oportunidad imperdible de andar en kayak y respirar aire fresco. Una maravilla.
- ¿Dónde pasaste la cuarentena? Estaba en Turquía cuando se desató la pandemia y, por suerte, pude regresar antes de que se cerraran los aeropuertos. Pasé la cuarentena hasta ahora en mi casa de Parque Patricios.
- ¿Volviste a viajar? ¡No, todavía no volví a volar!
*Una biografía típica diría que Fernando Duclos es periodista y que trabajó en diversos medios de Argentina y de América. Sin embargo, él prefiere reivindicarse simplemente como curioso y amante de los caminos. En los últimos años realizó dos viajes –uno de nueve meses por África y el último, de más de un año por la Ruta de la Seda– con los que cautivó a miles de seguidores por medio de sus historias. A través de su
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