Victoria Blaquier. “A veces el triunfo es simplemente probar”
Miembro de una de las familias más tradicionales de la Argentina, dejó todo para trabajar como guía en la Patagonia y ahora lo cuenta en un libro
Escrito casi en formato de diario, el libro de Victoria Blaquier oficia como un fluir de la conciencia. Una Lady en la Patagonia es el relato de una joven de 26 años con una vida acomodada (es parte de la familia Blaquier, fundadores del ingenio Ledesma) que de pronto decide dejar todo y postularse como guía en el Parque Nacional Torres del Paine, en la soledad de la Patagonia chilena. Con detalles cotidianos y confesiones, la experiencia se narra con total desparpajo y frescura. Por eso, cuando se la escucha hablar seis años más tarde, ya de regreso en Buenos Aires y con un puesto mucho más tradicional en una agencia de viajes, su voz asombra. Fuerte y con presencia, asemeja a la de una locutora. No es la que se evoca al leerla. Pero conforme refresca su experiencia, algo en su tono se suaviza. Volver a conectar con esos años es su permanente despertar, incluso en medio de la rutina más clásica. Algo que, dice, espera que le suceda a quienes la lean.
– ¿La vuelta a Buenos Aires fue muy chocante?
–Sí, fue duro. Me había acostumbrado a otro estilo de vida. Fue un cambio tan grande vivir en el medio de un parque nacional y caer en Buenos Aires que durante un año no me quise ni meter en una oficina. Estaba en otra sincronía, me costó reencontrarme. Cuando volví todos esperaban a la de siempre, y yo no lo era. Fue reacomodarme en mi lugar, en mi familia y mi grupo de amigos. Además, me empecé a comparar: “Tengo una amiga que tiene dos trabajos y yo estoy laburando en un showroom…”. Hoy hago un curso de meditación, hago yoga, y en ese momento no contaba con esos recursos. Pero pasó, con el tiempo todo lleva a otro lugar. Hay una expresión que me encanta: “Andando el carro se acomodan los melones”. Y es así.
–Hoy trabajás en turismo. ¿Cómo llevás la crisis que le generó al rubro la pandemia?
–Como agente de viajes me vi súper afectada. Mi trabajo era traer extranjeros a Argentina y se cortaron mucho todos los viajes, así que fue un año muy duro. Estoy justo en el área de ventas y no vendimos casi nada… Sin embargo, creo que el pronóstico es positivo, porque cada vez hay más gente vacunada en el mundo y ese “pasaporte sanitario” va a ayudar a que la gente confíe y pueda moverse más. Y aunque fue un año súper golpeado y lento para el turismo, tuve la suerte de tener la publicación del libro y poder mantener mucha ilusión por ese lado, ya que al menos tenía ese proyecto personal.
–¿Y por qué llega ahora la publicación?
–Porque tardé años en terminarlo y años más en conseguir una editorial que lo quisiera publicar. Muchos me dijeron “me lo leí en dos días”, ¡y yo tardé seis años en escribirlo!
–En esos seis años, ¿no te cambió la mirada sobre lo que ibas escribiendo?
–Me cambió bastante poco, porque el libro es muy fiel y auténtico a mí. Sí me dio un poco de miedo cuando se publicó, porque eran temas de la Vicky de 26, 27, 28 años. Me dio miedo que la gente crea que soy una inmadura porque son razonamientos que tenía de más chica. Pero es el relato pos-Patagonia, no lo iba a cambiar. Me cambió la madurez emocional e intelectual, pero el mensaje sigue tal cual.
–¿Cómo lo recibieron tus papás? Hablás mucho de ellos, de su mirada tradicional.
–Mamá ya lo había leído, porque ella también es escritora, así que a veces me corrige los textos. Papá lo leyó entero cuando salió y me dijo que lo re disfrutó. Es una persona muy del hacer y la acción, y cuando me escuchaba decir que tenía que escribir, no me lo creía mucho. Así que me dio la mano y me dijo: “Lo hiciste”. Y no es un libro autopublicado, que podría haber sido una opción, pero que una editorial como Penguin Random House me contrate y lo publique es increíble. Es un sueño realizado que tengo desde muy chica, siempre escribí cuentos y poemas, pero nunca encontraba la historia.
–El libro es una historia de autoayuda, porque habla de un descubrimiento y superación, pero también la de una chica de la clase alta que cuenta su forma de vida y de ver el mundo. ¿Por dónde notaste el acercamiento de los lectores?
–Salió hace solo dos meses, pero tengo feedback de gente que no conozco que me escribe por Instagram en @ladyblaquier. Es muy linda la devolución, del estilo de “era la cuota de coraje que estaba necesitando”. Creo que llegó más del lado de autoayuda, no tanto de quién soy o de donde vengo. No sé si eso tuvo tanto peso, porque es un libro muy humano. Me escribió gente para compartir miedos, así como yo hablo de los míos. Todos tenemos batallas, no tenemos idea de qué le está pasando al otro. Y creo que de a poco hay una conciencia más empática y solidaria de que todos somos vulnerables y deberíamos apoyarnos más.
–Hablás sobre los prejuicios que hay a veces contra la clase alta. ¿Tenías vos misma este prejuicio con respecto a qué podías hacer siendo una “nenita bien”, como te autodenominás en el libro?
–Más bien no creía en mi propia fuerza. No necesariamente por vivir en un departamento en Recoleta con calefacción, aunque cuando llegué allá las primeras noches dormía con gorro, polar y medias… (ríe). Sí pensé que quizás no podía hacerlo, pero quise probar. Y ese es mi mensaje. No es solo mandarse a hacer algo si vas a salir bien parado, a veces el triunfo es simplemente probar, aunque nos peguemos una piña. Hace falta animarse. Y todavía me cuesta, creo que en algunos momentos de mi vida voy a volver a leer el libro para acordarme de lo que hice.
–¿Cuál es la anécdota que más atesorás de ese año?
–Difícil elegir una. Pero sobre todo vivir en el medio de un parque nacional. Vivía en el medio de la nada en una casita sobre el río y mi trabajo era todos los días salir a caminar esos senderos. ¡Qué afortunada era! Muchas veces no escucho a mi instinto, pero atendí ese llamado y desde ahí se desarrollaron tantas cosas que me parece muy mágico. La sincronicidad se da cuando uno está más atento.
–En el libro te reís mucho de vos misma. ¿Aprendiste algo con respecto a la mirada de los otros?
–Siempre tuve mucho sentido del humor propio. Soy la primera en reírme y burlarme cuando estoy en medio de mis tragedias. Creo que eso es un recurso, una herramienta para atravesar la vida. En la mirada del otro había cierto desafío de “estoy acá, a la par, haciendo el mismo laburo que vos”. Pero cuando pensás mucho en cómo te ven, llega un punto en el que te das cuenta de que en verdad sos vos la que se está juzgando. Y el otro a veces ni siquiera está prestando real atención. Era yo la que quería probarme a mí misma.
–¿Qué se viene en tu vida?
–La idea de la Lady es seguir escribiendo algunos libros más en otros destinos, como una saga. Después, siempre quise escribir cuentos para chicos, como muy de fantasía y explorar. Y hasta me gustaría escribir algún guión para una película.
–Este libro podría hacerse película…
–¡Sí! Me encantaría. El paisaje es de otro mundo, así que da bárbaro para filmar.
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