Volver a comer en la vereda. ¿Utopía o posibilidad?
Esta semana se habló mucho dela reapertura (entre otras cosas) de los locales gastronómicos en versión aire libre, o sea: solo mesas en la vereda. También de espectáculos estilo autocine, a los cuales llegué a ir de chica y que eran muy divertidos.
El punto es que desde que se aflojó la cuarentena vimos cómo el uso del espacio público cambió. Muchos más ciclistas, familias enteras paseando y pedaleando por la ciudad. Más ciclovías y peatonales los fines de semana. Y parece que el plan es seguir aumentando la cantidad de calles disponibles para el uso recreativo.
La definición de espacio público está en constante evolución. Podemos entenderlo como las calles, parques y plazas, incluyendo las conexiones de transporte. Y después están los espacios de uso público que son privados, como un shopping.
Muchas de las actividades que requerían que nos moviéramos, como hacer trámites, ciertas compras o reuniones, pasaron rápidamente al plano virtual y no las extrañaremos. Pero siempre nos va a hacer falta el contacto social, compartir una comida, un café en la esquina, una copa de vino o cerveza en la vereda, una merienda con la familia que no vive con nosotros. Ahí es donde flaquean algunos, hasta el más cuidadoso, barbijo en boca siempre.
Recordemos que cuando casi no entendíamos este virus tuvimos que salir de las calles y quedarnos en aislamiento en casa: ahora, con más información en todos los planos, aprendemos día a día que el aire libre es nuestra primera forma de poder encontrarnos nuevamente. Hay que tener en cuenta que la mitad de la población mundial se tuvo que quedar en casa o tuvo restricciones de circulación, pero nuestro bienestar está relacionado a lo comunitario, a la interrelación con otros. Y hoy tenemos que volver a aprender cómo hacerlo de manera segura para todos. Algo básico y fundamental: entender que son dos metros, de distancia, no uno, y que el barbijo en la pera no sirve.
Tenemos la oportunidad de repensar nuestra relación con los parques, la calle y las veredas. ¿Podremos llegar a compartir la mesa sin amontonarnos, durante el período de transición prevacuna que nos toca por delante?
Nuestra responsabilidad es clave, porque si lo logramos, podremos hacer que sobrevivan más negocios barriales y nuestros bares y restaurantes favoritos, junto con la flexibilización de ciertas regulaciones que tendrán que cambiar y adaptarse.
Información compilada por Google vía Citymetric muestra que en el mundo la gente se acercó a los parques en cuanto le fue permitido.
Los mismos datos digitales de localización también nos alertan dónde puede haber demasiada concentración de personas en espacios públicos y evidencian que la mayor cantidad de parques están mas alejados de las zonas de menor poder adquisitivo. Es ahí, justamente, donde necesitamos más planeamiento a futuro.
En este sentido, estamos viendo la adaptación de algunos parques extendiéndose a calles cerradas para la circulación, y en algunos países ya hay demarcación en el piso de distancias seguras, como vemos en los comercios y veredas para hacer colas, hechas con cinta en el piso.
Aun así, lo cierto es que en gastronomía todo es más complejo, porque para comer y beber tenemos que retirar el barbijo, haciendo todo más riesgoso, y la distancia social se torna la única medida de seguridad que tenemos. Así, la etapa del distanciamiento social masivo es el desafío que tenemos por delante. Y la gastronomía depende de eso hoy, de que sepamos respetarlo.
Arquitectos y diseñadores en todo el mundo están considerando ideas para implementar: ampliar las veredas, adaptar calles, estacionamientos y parques. Pero si entendemos que el trabajo de mucha gente depende de que lo logremos, de que no nos amuchemos y se creen focos de contagio, tenemos una oportunidad.
También es importante saber que la posibilidad de que se desate otra pandemia es alta. Y que mucho de lo aprendido y de las medidas temporales adoptadas tengan que escalar y ser permanentes para brindar respuestas más ágiles en el futuro. Todos aprendimos mejores hábitos,, desde cómo cocinar hasta el cuidado de la higiene personal y de la casa, o no tocarnos tanto la cara…
Comer al aire libre, con mesas en la vereda, va a requerir de un urbanismo táctico, de la ocupación de espacios públicos con transformaciones en tiempo real. Serán necesarias nuevas regulaciones de techos y toldos, para que el clima no impacte tanto. Lo mismo con la cantidad de mesas y el tipo de mobiliario.
Que puedan surgir iniciativas tanto del gobierno como de la comunidad es la llave de este camino, ahí donde la comunicación y el diálogo tienen que ser más fuertes que nunca.