"Quiero ser tan famoso como la reina de Inglaterra", dijo una vez Andy Warhol. El rey del pop art pintó a Isabel II, en 1985, como parte de su serie Reigning Queens, con una tiara de diamantes, un collar de su bisabuela, la reina Victoria (1819-1901), y los pendientes que usó la reina consorte Alejandra (1844-1925) el día de su boda.
Entonces se basó en una foto que había tomado Peter Grugeon –famoso por sus retratos de la familia real–, diez años antes, como modelo para sus cuadros. Uno de ellos, en azul eléctrico, es parte de la muestra Tudors to Windsors: British Royal Portraits from Holbein to Warhol (De los Tudor a los Windsor: Retratos británicos reales, desde Holbein hasta Warhol), que comenzará su recorrido el próximo 7 de octubre en Estados Unidos, con una exhibición en el Museo de Bellas Artes de Houston, con pinturas, esculturas y fotografías nunca antes vistas fuera de Inglaterra. El material es, en su mayoría, parte de la National Portrait Gallery de Londres, cuya colección "incomparable", en palabras de los organizadores de la muestra, ha albergado retratos reales desde que se fundó bajo el reinado de la reina Victoria, en 1856. "Este muestrario único brinda una experiencia sin par de la narrativa histórica de la realeza británica y la oportunidad de ver a personalidades legendarias cara a cara", detalla a LA NACION revista Gary Tinterow, director del museo, uno de los diez más grandes de Estados Unidos. "La propuesta surgió de la propia National Portrait Gallery, que nos planteó organizar una gran exposición con sus retratos reales", agrega David Bomford, uno de los curadores.
A través de 150 piezas de artistas destacados de diferentes épocas, como Hans Holbein el Joven, Sir Peter Lely, Sir Joshua Reynolds, Cecil Beaton, Annie Leibovitz, Mario Testino y Warhol, la exhibición –que se completa con creaciones provenientes del Museo Metropolitano de Nueva York, el Palazzo Barberini, de Roma; el Museo del Prado, de Madrid, así como del londinense Snowdon Archive–, presenta un recorrido por 500 años de la monarquía británica y explora "una nación cambiante a través de su historia", desde la primera monarquía de la Casa de los Tudor (1485-1603), pasando por los Estuardo (1603-1714) y los Hannover (1714-1901), hasta la actual Casa de los Windsor.
Las turbulencias sociales, bélicas y religiosas, y el progreso y declive industrial y económico, así como las actitudes cambiantes hacia la monarquía, sirven de telón de fondo sobre el que se despliegan verdaderas obras maestras, en algunos casos. Un ejemplo es el monumental retrato de Enrique VIII –más conocido por sus seis esposas y sus enredos de alcoba que por sus logros como gobernante, aunque los tuvo–, que pintó Holbein, el Joven, uno de los exponentes del llamado Renacimiento nórdico.
El alemán, un humanista que era amigo de Erasmo de Rotterdam –conocidas son las ilustraciones que hizo de sus sátiras– y se codeó con Tomás Moro, se convirtió en pintor de la corte de los Tudor –cuya dinastía rigió por más de un siglo, durante el período convulsionado de la Reforma anglicana–, en 1535. Su pintura –hoy, parte de la colección del Palazzo Barberini–, que muestra a Enrique VIII (1491-1547), a los 49 años, sin accesorios "para transmitir su poder mediante su sola presencia", es considerada la mejor que ha sobrevivido al monarca.
Holbein dibujaba a sus retratados –esos esbozos ya eran obras de arte en sí mismas, según los entendidos–, antes de pintarlos. Y no solo retrató al rey, sino que a sus mujeres –de hecho y potenciales, entre ellas, Ana Bolena y Jane Seymour, la esposa que más lo amó y madre de su hijo Eduardo VI, que lo sucedió y falleció cuando solo tenía 9 años– y a su hija Isabel –fruto de su relación con Bolena–, que, más tarde, se convertiría en una de las grandes soberanas inglesas.
Isabel I (1533-1603) se benefició de dos logros paternos: la industrialización y una flota marítima, que posibilitaría el poderío comercial y militar que su país alcanzó bajo su mandato, y cuya preponderancia continuó en los siglos VIII y XIX. Conocida como la Edad de oro o la época isabelina, en su reinado también florecieron la arquitectura, la música y la literatura –con figuras tan inmortales como William Shakespeare–. Mujer talentosa, con carácter, que, según dicen, hablaba griego, latín, francés, italiano y castellano, Isabel ocupó el trono a los 25 años y debió afrontar con temple de acero una serie de desafíos –entre ellos, el enfrentamiento entre Inglaterra y España– e intrigas, tanto monárquicas como amorosas, si bien le gustaba hacerse llamar la Reina Virgen.
En 1998, Cate Blanchett la encarnó con éxito en el cine, mientras que, en sus días, fue retratada por conocidos artistas, como el flamenco Marcus Gheeraerts –pintor de moda– que, en 1592, presentó a Isabel como "una personificación de Inglaterra" en Ditchley Portrait. En la obra –uno de los cuadros históricos más importantes de la National Portrait Gallery–, que fue un encargo de Sir Henry Lee, su maestro real de armas, la reina aparece de pie sobre un mapa, pisando el estado de Ditchley Park, en Oxfordshire, donde estaba ubicada la propiedad de Lee que ella visitaba.
Tras la muerte de Isabel I, en 1603, llegó el reinado de los Estuardo con una Inglaterra agitada y marcada por episodios como la gran peste –que habría acabado con la vida de unas 70 mil a 100 mil personas–, el gran incendio de Londres –que destruyó el centro de la ciudad medieval dentro del antiguo muro romano, hecho que documenta en detalle, con vistas a unas ruinas de la muralla incluidas, el actual Museo de Londres– y la guerra civil. Durante este período –en 1610– el artista inglés Robert Peake, el Viejo, retrató a dos Estuardos "trágicos": el príncipe Enrique, hijo mayor de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia –unificador de ambos reinos, si bien sería en 1707, bajo la monarquía de Ana Estuardo, que Inglaterra, Escocia e Irlanda conformarían el Reino Unido–, que murió a los 18 años de fiebre tifoidea, y la princesa Isabel de Bohemia y del Palatinado, una filósofa y religiosa calvinista, que se relacionó intelectualmente con Descartes –quien le dedicó Los principios de la filosofía, en 1644–. Luego de desposarse con Frederick V, Isabel fue apartada del trono y condenada a llevar una vida en el exilio en los Países bajos. Conocida como Winter Queen, regresó a Inglaterra en 1661, para morir al año siguiente.
De los Hannover a Lady Di
La Casa de Hannover estuvo encabezada por seis soberanos –cuyos representantes más populares fueron el rey Jorge I (1660-1727) y la reina Victoria (1819-1901)–, que vivieron la amplia expansión del imperio británico y los avances de la Revolución Industrial. También fueron parte de la Europa que se encaminaría hacia la Primera Guerra. Una muestra de esta era son las pinturas del rey Jorge III –responsable de haber perdido las colonias estadounidenses y que terminó volviéndose loco– y su mujer, la duquesa alemana y reina consorte Carlota de Mecklemburgo-Strelitz, que realizó el escocés Allan Ramsay.
Los Windsor, en tanto, han reinado en un período con dos guerras mundiales y una audiencia mediática que ha seguido de cerca cada uno de sus pasos. Diferentes artistas han retratado a esta dinastía, desde Lord Snowdon, un fotógrafo y director británico que capturó a su mujer, la princesa Margarita –hermana de Isabel II– en los años 60, hasta las tomas íntimas que hizo el fotógrafo de moda Mario Testino de Diana de Gales –admiradora de María Estuardo, la reina de Escocia que fue decapitada, en 1587, y de los Tudor–, en los 90, o las imágenes de la reciente boda real del príncipe Harry y Meghan Markle que tomó Alexi Lubomirski, fotógrafo británico de ascendencia polaco-peruana que reside en Nueva York.
Testino ha repetido que sus tres musas fueron Madonna, Kate Moss y Lady Di. Esta última era, para él, "una de las mujeres más bellas del mundo". La conoció cuando ya no era "una chica tímida, alta y algo encorvada que, a pesar de provenir de una familia noble, no tenía una idea seria de lo que era la moda", como pensó cuando se la cruzó por primera vez el argentino Roberto Devorik, que luego fue su asesor de vestuario. Diana se había convertido en un referente de la moda y conquistaba corazones en todo el mundo, por su buen gusto, su sencillez y sus apariciones en causas benéficas con las que, además, estaba comprometida. Desde 1980, año en que se hizo público su compromiso con el príncipe Carlos, hasta su trágica muerte, en 1997, fue retratada una y otra vez –sola o con sus hijos, o en medio de sus compromisos solidarios, o en momentos más mediáticos, como cuando cumplió su sueño de bailar con John Travolta–. La muestra del Museo de Artes de Houston incluye algunas de las fotos que le tomó Testino, quien le hizo su última sesión fotográfica, para Vanity Fair.
Lady Di llevó el glamour a la dinastía Windsor. Y sus hijos y sus parejas, también –como muestra el arrastre que tiene Kate Middleton–. ¿Qué tan presente está este aspecto en la muestra? "La generación moderna de la familia real está bellamente representada: la reina Isabel y sus cuatro hijos, y los hijos del príncipe Carlos y Diana: William y Harry, y sus mujeres, se muestran en fotos rutilantes que han tomado los fotógrafos más importantes del siglo XX y XXI. El glamour continúa", detalla el curador Bomford respecto de una muestra que tiene el enorme mérito de reunir invaluable material histórico y moderno.
Hace dos años, cuando la reina Isabel estaba por cumplir 90 –es la monarca que más ha perdurado en el trono–, Annie Leibovitz, quien ya la había fotografiado, la retrató en el salón verde del Castillo de Windsor, con sus dos nietos menores y sus cinco bisnietos. También le hizo fotos con sus perros corgi.
Isabel, hija del rey Jorge IV –el hermano de Eduardo VIII, quien abdicó a su reinado para casarse con Wallis Simpson, una mujer divorciada– y de la reina consorte Isabel Bowes-Lyon, se coronó reina el 2 de junio de 1953. Tenía 27 años. Tras los estragos de la Segunda Guerra Mundial, para muchos británicos, ella –cuya vida inspiró la exitosa película La reina (2006), de Stephen Frears, y la también galardonada serie The Crown–inauguraba una nueva era, plena de optimismo. Aquel día, tres millones de personas llenaron las calles entre el Palacio de Buckingham y la Abadía de Westminster y miles compraron un aparato de televisión para seguirlo en casa.
Cecil Beaton –quien había fotografiado a Isabel cuando era princesa, y gozaba de fama por sus retratos de celebridades como Audrey Hepburn y Pablo Picasso–, se contaba entre los invitados a la ceremonia. Tras la investidura, regresó al palacio para tomar la foto oficial. En ella se ve a la flamante reina con la corona imperial –una réplica de la hecha para la coronación de la reina Victoria–; en su mano derecha sostiene el cetro y también lleva una sortija, que es el símbolo de unión entre la soberana y el Estado. Y en ambas muñecas, unos brazaletes dorados representan la sinceridad y la sabiduría, respectivamente.
Si bien muchos otros han fotografiado a la reina Isabel, a través de las décadas, son contados aquellos que han tenido una relación tan estrecha como la que Beaton tuvo con ella, a mediados de los 50. Al punto tal que su relación con la realeza británica fue descrita como "la mayor alianza jamás forjada entre la Corona y la Cámara". Esta exposición la ratifica.