Como consecuencia del consumo de drogas, uno de los seis hijos de Claudia se quitó la vida. Tras afrontar un difícil duelo, su mamá dedica una gran parte del día a ayudar a otros jóvenes en situación de consumo.
“Ari era una persona sumamente cariñosa y bondadosa. En los momentos que él estaba bien trabajaba haciendo delivery o atendiendo una heladería. En sus tiempos libres estudiaba guitarra, una de sus grandes pasiones. Por aquella época estaba de novio con Johanna y amaba a su perra Alma”.
Ariel Aguirre Martínez era uno de los seis hijos de Claudia Ana Martínez (63) que con mucho amor y nostalgia lo recuerda cada uno de los días.
A los 14 años Ari comenzó a consumir marihuana, cocaína y paco y cuando Claudia se enteró, por otro de sus hijos, se sentó una tarde para, muy amorosamente, conversar acerca de las razones que lo habían hecho ingresar al mundo de las drogas.
Luego de esa charla Claudia lo incentivó a pensar sobre qué actividades le gustaría hacer para que pudiese dedicar el tiempo en esas cosas y no en el consumo. Después de un tiempo en el que se dio cuenta que esa estrategia no estaba funcionando, le comentó que creía que era necesario que hiciese un tratamiento, sugerencia que su hijo aceptó sin problemas.
“Durante ocho años hizo diferentes tratamientos en los que pasó bastante tiempo sin consumir. El problema era que le costaba muchísimo sostenerlo y era por eso que dejaba las comunidades y volvía a consumir. Incluso, logró escaparse de comunidades cerradas. Y cada vez que consumía era como empezar de cero. Siempre vivió en mi casa, salvo un tiempo que había decidido irse a vivir con su hermana mayor y su perra Alma”, cuenta Claudia.
El momento más difícil de su vida
Cada una de las recaídas, Claudia, como suele ocurrir con los padres de los jóvenes que consumen, las vivía con una enorme frustración ya que además de sentir que todo volvía a empezar, las internaciones eran un proceso muy largo, con interminables trámites y búsqueda de lugares para volver a empezar la recuperación. De hecho, muchas veces tuvo que internarlo a través de la protección de personas ya que Ari se encontraba muy mal.
El punto final
Sin embargo, pese a que Ari no podía sostener su recuperación Claudia jamás pensó que su hijo podía tomar la determinación de terminar con su vida.
Ese 12 de mayo de 2012 Claudia se levantó muy temprano porque su marido se encontraba realizando el tratamiento de quimioterapia a raíz de un cáncer que padecía. “Como yo ya estaba lista para salir, aproveché para colgar un lavado de ropa en la terraza. Cuando abrí la puerta me encontré con Ari que se había ahorcado. Yo no sé si recuerdo mi primera reacción, sí sé que ese momento quedó muy grabado dentro de mi mente y de mi corazón. Según lo que me contó mi marido empecé a gritar como loca y es por eso que él y mi hijo más chico salieron a ver qué pasaba. Fue un momento terrible, desesperante. Mientras mi marido y mi hijo lo bajaban, yo llamé a la ambulancia. Mi marido no dejaba de intentar reanimarlo hasta que mi hijo le dijo: ´Ya está pá, ya está, dejalo´. Yo seguía al teléfono intentando llamar a mis otros hijos y creo que en forma muy cruel les dije lo que había pasado”.
Si bien Claudia no recuerda los detalles de ese episodio con mucha precisión y muchas de las cosas que cuenta son producto de la reconstrucción que fue armando con el tiempo, hay una frase que no se olvidará jamás. “Estando en el suelo, le prometí que iba a luchar para que ninguna mamá tuviera que sufrir tan terrible dolor. En ese momento yo le hablaba mucho porque sabía que su alma estaba todavía ahí y me estaba escuchando. Recuerdo que me acosté a su lado, estábamos los dos en el piso uno al lado del otro y ahí fue que le prometí que el dolor que estaba sintiendo no iba a ser en vano”.
Como no podía ser de otra manera, para Claudia los días posteriores a la muerte de Ari fueron de muchísimo dolor, tristeza, angustia, confusión y también culpa. No podía creer lo que había sucedido, era como estar en otra dimensión. Dice que su cabeza y su corazón no aceptaban esa realidad que estaba sucediendo. Por eso, lo único que quería era dormir.
“En ese momento no se podía hablar del tema, ni siquiera se podía nombrar a Ari. Mis hijos y mi marido, mientras yo pasaba mis horas en la cama, pintaron y llenaron de plantas y de flores la terraza en donde sucedió el hecho. De esa manera ayudó, por lo menos, a que cada vez que salía no me encontrara reviviendo las mismas imágenes”.
Tras el golpe que había sufrido y el estrés postraumático que estaba afrontando, Claudia comenzó un tratamiento terapeútico con una psicóloga y con una psiquiatra, quienes la ayudaron a poner en palabras lo que estaba viviendo. Además, empezó a tomar ansiolíticos, para poder dormir, y antidepresivos.
Pero no solo la ayudó la terapia tradicional. A través de una amiga de su hermana incursionó en el reiki, disciplina que realizó durante muchos meses y que, dice, la ayudó mucho en medio del duelo.
Encontrar el para qué
Mientras hacía el duelo, Claudia comenzó a capacitarse como consejera en Adicciones, Operadora Socio Terapéutica y Operadora en Salud Mental. No tenía otra cosa en mente que poder cumplir con aquella promesa que le había hecho a Ari esa mañana en que él había decidido quitarse la vida.
“Decidí comenzar a ayudar a otros chicos que estuviesen viviendo todo lo que vivió Ari y todo lo que vivimos nosotros como familia. Y me pareció que la mejor manera de hacerlo era capacitándome, de esa manera no sólo tenía la intención de ayudar, sino las herramientas para poder lograrlo. Aprendí a tener empatía, a entender al otro, a ponerme en su lugar. También aprendí que es posible ayudar y que es importante acompañar al que lo necesita para que no se sienta solo. Me quedó muy claro que de las adicciones no se sale solo, es imprescindible el apoyo de la familia y/o de las personas más cercanas y por supuesto un tratamiento con profesionales. Creo que nunca voy a entender la decisión de mi hijo, ahora sí puedo respetarla y, tal vez, pensar que era lo que él necesitaba”, se emociona.
“Si se recuperan me dicen que lo lograron gracias a mí”
Claudia trabaja ad honorem en una asociación, Madres del Ser, ayudando a chicos y chicas que tienen problemas de adicciones, hablando, conteniendo e intentando que se acerquen a un tratamiento.
“En este momento estamos haciendo unos trabajos muy interesantes en una comunidad terapéutica como psicólogas sociales con dos compañeras. Trabajamos con los chicos que están en recuperación haciendo dinámicas que los ayuden en su tratamiento. Muchos chicos pasaron por mi vida y los pude ayudar a remar en sus tratamientos. Lo más importante es ver cuando ellos están recuperados. Cuando se recuperan me agradecen y me dicen que lo lograron gracias a mí y yo siempre le digo que es gracias a ellos mismos, ellos son los que pusieron el cuerpo, el alma y el corazón para llegar a recuperarse”.
Claudia está convencida que está transitando una misión y que, primordialmente, está cumpliendo con la promesa que le hizo a su amado hijo. Y sin lugar a dudas que con su trabajo diario, de alguna manera, está honrando su memoria.
“Se estigmatiza a los adictos y a sus familias. La sociedad no se da cuenta que nadie está exento de esta situación. Hay familias enteras desesperadas sin saber qué hacer, y si bien yo siento que estoy cumpliendo con mi misión, sé que se necesita de más personas desinteresadas en luchar y ayudar a los adictos y a sus familias. Si por un minuto podríamos soñar en una sociedad sin drogas, cuántos otros temas se solucionarían y cuántas personas y familias dejarían de sufrir”, reflexiona.
“No hay que perder nunca la fe y la esperanza”
Claudia está orgullosa de su familia que siempre respetó sus tiempos, durante el duelo, y la apoyó y acompaña en esta hermosa tarea que día a día le llena el corazón de felicidad y de alegría.
A los padres de los jóvenes que consumen Claudia les dice que nunca bajen los brazos, que apoyen a sus hijos, que estén a su lado y, a la vez, que busquen ayuda profesional, que es necesario y fundamental para poder salir de esa situación. “Y lo más importante: la recuperación es posible. Con fuerza y voluntad se logra, es un camino que tiene salida. Les diría que sé que es difícil, pero no hay que perder nunca la fe y la esperanza”.
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