Chanel convirtió el Grand Palais en una villa italiana en un París nevado, sin Lagerfeld

El clásico desfile de alta costura verano 2019 de Chanel en el Grand Palais tuvo un gran ausente.

Escapar de la realidad, esa es la propuesta de Chanel cada temporada. Mientras afuera nevaba copiosamente adentro del Grand Palais una imitación del cálido y dorado sol del Mediterráneo invitaba al relax. Una fiesta en un atardecer eterno en la Villa Chanel en un jardín de ensueño con cipreses, palmeras y pileta de agua cristalina. Una invitación a la evasión que no defraudó.

El contraste siempre fue inmenso en lo que a Chanel se refiere. Mentalmente algunos siguen chapoteando en el mar del set del desfile anterior mientras otros tratan de esquivar la fría mañana parisina llena de nieve y se escapan al pool party, chic, en el jardín de una villa inspirada en las pinturas del francés Jean-Antoine Watteau.

La colección couture diseñada por Karl Lagerfeld tiene todos sus elementos propios. Como si se tratara de algo kármico, el tailleur de bouclé de mademoiselle, sigue transformándose temporada tras temporada. Esta vez elonga la silueta y recorre las piernas hasta detenerse no más allá de los tobillos, el nuevo largo couture de la etiqueta. Entre los trucos de moda aparecen pequeñas basques en los sacos que ayudan a marcar la cintura. Hay una oda al siglo XVIII, tan barroco y caro al diseñador, en vestidos cortos ideales para la María Antonieta del film de Sofía Coppola que estaba sentada en primera fila.

Los opuestos cromáticos son intensos y se mueven entre pasteles acuarelados y el negro azabache que revive al clásico vestido negro de todas las temporadas. La versión actual es corta y se acerca al saco smoking, con botones bijou y solapas de satin.

La colección couture es también posible gracias a los aliados, los llamados métiers d' art, los artesanos que ayudan a dar vida y alma a cada prenda. Se trata de los bordados de Lesage, las plumas de Lemarié, los sombreros de Michel, los botones de Desrues y los zapatos de Massaro entre otros. Pequeñas empresas artesanales que la casa Chanel adquirió en el año 2002. Además está la magia de Lucia Pica, la maquilladora oficial de Chanel y los peinados de Sam McKnight, ideales para un baile en la corte de Luis XVI, que recuerdan a Marie Zeznec quien fuera la mannequin icónica de Christian Lacroix.

Sin novia no hay final de desfile. La robe de mariée es un maillot de bain recamado en cristales con gorra incluída que desfiló la italiana Vittoria Ceretti mientras se escuchaba Parole por la cantante Mina.

Mientras el falso sol mediterráneo calentaba y alentaba la fantasía donde tiempo se detuvo, la realidad hacía lo suyo. Bajo el sol de la Toscana privada de Chanel Karl Lagerfeld, por primera en 30 años, no salió a saludar al final del desfile. La voz en off del dj Michel Gaubert (a cargo de la música), anunció que el diseñador se sentía mal y saldría a saludar al terminar el segundo desfile reservado a los clientes. Tampoco ocurrió. En su lugar estuvo Virginie Viard, su mano derecha, quien trabaja con él desde 1987 y directora del estudio creativo. ¿Sucesora en puerta?