Visita. Jean Paul Gaultier
El diseñador de Hermès, en días estará en la Argentina
PARIS.- Al desfile de Hermès, en la histórica Escuela de Bellas Artes de Saint Germain de Prés, fui en el metro con la invitación en mis manos, bien a la vista. Había dos razones: uno, que era muy grande y no entraba en la cartera; dos, que está bueno ver qué se siente al ser tremendamente envidiada, aunque sea por un ratito.
Porque la tarjeta no sólo indicaba a todos que estaba camino al desfile que, según Suzy Menkes, la durísima crítica del International Herald Tribune, "llegó a tal nivel de belleza, armonía y elegancia que era difícil de creer (...)", sino que venía adornada con una cintita de delicadísimo encaje naranja, con una gran letra H y figuras de frutas y animales. En cada semana de desfiles, siempre sale alguna prenda o accesorio que se convierte en el próximo objeto del deseo de las fashionistas del mundo entero. Las apuestas apuntan a que este encaje ilustrado será el de la temporada primavera-verano 2006.
"Se me ocurrió mirando los archivos de la casa. Es sexy, pero a la vez alegre y delicado", dijo a LA NACION Jean Paul Gaultier, que lo puso por todos lados, desde los cuellos de las modelos formando un moño hasta forrando vestidos por afuera y, sobre todo, por encima de espaldas descubiertas. También eran de este encaje unas sombrillitas con las que las modelos se paseaban protegiéndose de los flashes como si fueran el brillante sol de la Costa Azul (el leitmotiv del espectáculo). Pero el mango de las sombrillas era, ¡oh sorpresa!, un divertido látigo, supuestamente para montar. La prensa especializada lo catalogó del "típico detalle con el que Gaultier sigue mostrando que es el niño terrible de la moda", pero él lo explicó de manera distinta: "¡Un detalle hípico para las argentinas!", dijo entusiasmado. Y a pesar de las decenas de periodistas, amigos y clientas que hacían cola para felicitarlo al terminar el show, él insistía en saber qué está pasando en Buenos Aires. "Voy dentro de diez días. Sólo sé que me llevan a un programa de televisión y a un desfile, pero estoy tan feliz", expresó en un perfecto castellano ("me pase años aprendiendo, y trabajar en Italia me ayudó con el acento", confesó).
"La argentina es muy internacional"
"La ropa no sale de mi fantasía; sale de mirar lo que pasa alrededor, de detectar los deseos de la gente y dejarme seducir por esos deseos", aclaró. Una de las marcas registradas del estilo Gaultier es que busca introducir lo masculino para las mujeres y lo femenino (¡como los pareos!) para los hombres. En el caso del desfile de Hermès, esto se vio en sutiles toques como los sombreros Panamá que adornaban la cabeza de las modelos y los pantalones claros pinzados con cinturones finitos a la Gran Gatsby. Todas las chicas eran unas dandies.
Además del emblemático naranja, la paleta estelar de esta temporada se completó con el bordeaux y el marrón, incluso combinando los tres. "Un color no existe hasta que alguien se lo pone y le queda bien. En ese sentido, me gustan todos los colores que pegan con las distintas tonalidades de la piel, porque mi materia prima no es el género, son los seres humanos", dijo. Jugó mucho con el pelo. Cuando no había sombreros, se llevaban rodetes con célebres pañuelos de Hermès o las nuevas cintas de encaje trenzadas en el tocado. Y el look se completaba entonces con vestidos de diosa griega en los tonos del sol del Mediterráneo.
Así fue la última pasada, que despertó aplausos a rabiar. "Nunca anticipé mi propia fama, que puede tener un costado feo, pero en general no es nada desagradable -dijo después de correr feliz por la pasarela para cerrar el desfile-. Igual, a veces me pregunto para qué seguir adelante, pero la respuesta es que diseñar es lo único que sé hacer.
Además, ahora me lleva a la Argentina, ¿no?" Consultado sobre cuáles de los modelos le parecían que podrían ser adoptados por nuestras compatriotas, miró sorprendido. "¿Cómo cuáles modelos? ¡Todo, todo, todo! La argentina es una mujer muy internacional, con la ventaja de un físico perfecto. Hay países donde yo diría esto mejor no, o esto no conviene; a las argentinas, en cambio, todo les queda bien", concluyó.
Una pareja exitosa
El "matrimonio" entre Hermès -la marca de lujo que es símbolo de una elegancia extrema, a lo Grace Kelly (en nombre de quien, justamente, fue bautizada una de sus carteras más famosas y difíciles de conseguir)- y Gaultier fue algo que sorprendió a muchos. Después de todo, Gaultier era el diseñador que le puso polleras a los hombres, notablemente un histórico pareo a David Beckham, y los famosos corsets con el busto puntiagudo a Madonna para su gira Blonde Ambition. Para su propia línea de ropa buscó inspiración tanto en los judíos ortodoxos como en los esquimales, y cuando diseñó para una mujer embarazada le puso un gran agujero para la panza. "Aire fresco para el bebe. ¡Mientras la madre tenga pantalla solar!", fue su explicación.
Sin embargo, la mezcla de Gaultier y Hermès probó aquello de que los opuestos se atraen y pueden formar las parejas más exitosas. "Para mí es cada vez más excitante, y un desafío para el diseño dentro del contexto de una cierta idea de tradición y excelencia", explicó. Gaultier aclara que el nunca buscó específicamente escandalizar a la gente. "Por supuesto que era consciente de que lo que hacía podía escandalizar, pero simplemente quería mostrar lo que para mí era bello. En todo caso, era yo el que se escandalizaba por ciertos actos de intolerancia", dice. Como, por ejemplo, que en sus comienzos en Jean Patou le dijeran que no podía ir a trabajar en botas de montar si no iba a caballo. O que no se usaran modelos negras porque podía no caerles bien a clientes norteamericanos. "Yo siempre quise acabar con ese tipo de barreras", señala.
Nacido en 1952, Jean Paul Gaultier nunca cursó estudios formales de diseño, pero eso no le impidió, desde muy joven, dedicarse a enviarles bocetos de vestidos a los grandes del momento, hasta que Pierre Cardin, impresionado con su talento, lo tomó como asistente en 1970. Su primera colección individual data de 1976, y hoy es considerado el heredero directo de Yves Saint Laurent. Pero a diferencia del frío y distante Saint Laurent, Gaultier es como un cachorrito juguetón, que llena de besos y sonrisas a todos quienes pasan a verlo tras las cortinas del espectáculo y cuyos ojos celestes siempre brillan riéndose de una broma secreta.
Shows y tendencias
- En lo posible intentar no ir, y si uno vive en la Ciudad Luz esconderse bajo una baldosa. ¡Las modelos están por todos lados! A diferencia de Nueva York, donde van a eventos específicos, pero no circulan por la calle, acá están en la cola para el banco, la mesa de al lado en un café o, peor aún, probándose un jeans talle cero en el mismo vestidor donde una lucha por entrar en la musculosa brillante de moda.
- Si el deber llama y uno tiene que estar presente en los desfiles, las personas con influencia para tener en la mira a ver si ponen cara de desagrado o de fascinación son: Suzy Menkes, del Internacional Herald Tribune, y la directora de la Vogue francesa, Carine Roitfeld. A diferencia de su par americana, Anna Wintour, Roitfeld no lleva el look perfecto de peluquería y alta costura, sino más bien lo que aquí se llama el "rock-and-roll chic", con minifalda y botas, pelo aplastado (pero en el lugar preciso) y ligeras ojeras. Menkes, por su parte, mantiene el jopo a lo Elvis y, mientras todo el mundo porta su Hermès, Vuitton o Chloé, ella usa una bolsa de nylon para llevar la billetera y las llaves.
- Los desfiles se dividieron en dos extremos: los que pusieron énfasis en el espectáculo y los que se dedicaron a la ropa. A la cabeza del primer grupo estuvo John Galliano, que con el lema de Todo es bello hizo desfilar a sus modelos acompañadas de enanos, gigantes, gordos, viejos, travestis barbudos, gigolós y prostitutas. De la ropa en sí, hubo poco para elegir más allá de vestidos de chiffon de inspiración española y otros con corset y tul verde además de una vuelta moderada del jean. En el otro extremo, Lars Nilsson, para Nina Ricci, que aplicó sus genes nórdicos a la tradición ultrafemenina de Ricci y la despojó de todo exceso, con vestidos de día, a rayas azules y blancas, convertidos en ropa de fiesta al introducir un corte muy net y sofisticado.
- Entre las tendencias de la temporada hay tres ineludibles: la piel desnuda, la inspiración asiática y la onda retro. Dentro de la primera se desarrolló el desfile de John Galliano, pero esta vez para Christian Dior, con vestidos en color piel: los más sensuales, los de encaje negro por encima. En la inspiración asiática sobresalieron los antiguos quimonos convertidos en minifaldas en Paco Rabanne, y los vestidos chinos con los colores de los jarrones de la dinastía Ming y dragones en Valentino. La onda retro se vio en Chanel, con un homenaje a James Dean: camperas de cuero para motociclistas con cadenas... y muchas perlas. Y sobre todo en Marc Jacobs para Louis Vuitton, que recordó la alegría de los años 80 con ropa ajustada, colorida y llena de bijou, desde pulseras con dijes hasta grandes medallones dorados y carteras de géneros estampados plastificadas, que prometían diversión a la americana con el refinamiento francés.
lanacionar