A flote
La mujer está en un hotel de Portugal, pero podría ser cualquier otro de los países del mundo que están más cerca de la normalidad y que, de a poco, van renaciendo. Menos restricciones, más turismo, una disminución notable de tanta enfermedad y muerte. Sumergirse y salir a flote como posible metáfora, el agua y esa función purificadora que tan bien describió John Cheever en su cuento “El nadador”, donde un hombre cruza a nado una línea de piscinas cual río imaginario, fluyendo a través de terrazas y jardines. Un trance transformador bajo el azul profundo: nadie sale igual luego de tocar el fondo. De este lado del tiempo y del mundo, muy lejos aun de esa perspectiva, no bajamos los brazos. Enfrentamos el frío y soñamos con el agua fresca de un verano auspicioso que nos otorgue, también a nosotros, la posibilidad de un nuevo comienzo.