A merced de las olas, sin salvavidas (ni vacunas)
Hace un año empezó la desigual carrera contrarreloj. Sin fecha ni lugar de llegada. Sin ruta señalada. Sin entrenamiento previo ni equipamiento en condiciones. Con poca o ninguna chance de ganar. Solo de no perder o perder por poco. La vida o la muerte en cada ola. Solo para surfistas avezados. No apto para aficionados ni barrenadores de orilla. Mucho menos para improvisaciones. ¿El desafío? Llegar antes para surfear las olas o esquivarlas. Y aguantar sin saber cuánto. Ni si habrá remedio.
“Puede esperarse un año en el mar, pero hay un día en que es imposible soportar una hora más”. Lo dice el náufrago al que García Márquez le puso el oído, la pluma y la voz. El año pasó y las olas no dejan de golpear. Ya estamos ante la segunda, o la tercera o vaya saber cuántas pasaron. No hay cuentas (confiables). Habiendo apostado a tablas que no llegan. Sin salvavidas a mano. Ni vacunas suficientes. Ni paciencia para soportar más encierros a la espera del final o del rescate. Una carrera desigual con demasiados problemas de logística. Otra crónica anunciada.