A Pro no le preocupa 2019, sino 2023
Los triunfos políticos suelen tener efectos lisérgicos. La percepción de la realidad se modifica notablemente. Los síntomas son empezar a ver el mundo desde arriba y percibir que las distancias son más cortas, los tiempos menos apremiantes y los peligros más lejanos. La mañana de la victoria es más diáfana que ninguna y el aire es limpio hasta la hiperoxigenación, la borrachera de los abstemios. El efecto se multiplica lejos de la cima. Desde la base se magnífica la victoria, se minimizan los desafíos y se potencia la ilusión de la invencibilidad. No hay partido en que no haya pasado. Ahora, lo viven las segundas líneas de Cambiemos.
Difícil que una charla con ellos no pase por la sucesión de Macri. En 2023. Porque 2019 ya está. Se discute en qué hemisferio se ubicará cada uno. De un lado, peñistas; del otro, larretavidalistas. El tema es quién tendrá el favor de Macri e instalará con el mayor disimulo algún motivo de malestar del N° 1 con el aspirante a heredero de la mitad adversaria. Siempre habrá un periodista que se haga eco. Nada nuevo. Ahora sí Pro se recibió de partido político