Adherir o preferir, ese es el dilema
Cuando el taxista acomoda el espejito retrovisor para hacer contacto visual con el pasajero es porque tiene su gran frase y la quiere usar.
La afirmación siguiente, escuchada en un auto de alquiler, carecerá de poesía pero no de contundencia: "Tendremos más inflación y más deuda, ¿pero sabés para qué sirve el gato? Para que no vuelvan las ratas".
Y así, de un plumazo, el taxista resolvió una parte del dilema que hoy plantean lúcidos consultores acerca de la necesidad de que el gobierno ayude a sus votantes más fieles brindándoles un argumento de peso –¿una batería de medidas para paliar la crisis, por ejemplo?– que les permita defender a Macri en las discusiones con los compañeros de oficina.
La cosa no es tan sencilla porque para Cambiemos el problema no está en nuestro taxista, considerado un "votante duro", es decir, que no emigrará por más que su recaudación diaria baje si se profundiza la recesión. La dificultad se registra en la amplia franja de votantes blandos, que no aman ni odian, para quienes la lógica del "M&M control de plagas" les resulta necesaria, pero no suficiente.
El sociólogo Juan Carlos Torre distingue entre "los adherentes y los simpatizantes de los partidos". Escuchemos a Torre: "El vínculo de los adherentes con los partidos descansa en una prolongada identificación política y afectiva y esa identificación produce un recurso de vital importancia: la lealtad. Los simpatizantes, en cambio, tienen con el partido una relación más laica porque, teniendo preferencias definidas, no las asocian de manera estable con ninguna fuerza política y su respaldo tendrá un alcance específico. A mi juicio, la mayoría de los electores de Cambiemos se compone de simpatizantes que a la hora de los comicios deposita un voto de preferencia y no un voto de pertenencia. Si la gestión de Cambiemos no está a la altura de sus expectativas podrían retirarle el respaldo". Adherir o preferir, he aquí la cuestión, según Torre.
Si bien no lo hará explícito, el Gobierno podría estar pensando en un plan para sus volátiles "preferidores". 1- Si las altas tasas de interés –tóxicas– logran bajar al dólar en un tiempo no demasiado largo. 2- Si, entonces, los precios se desaceleran en los últimos meses del año. 3-Si por la reapertura de paritarias (a las que el gobierno no se niega) se restablece cierto poder adquisitivo, de modo tal que los salarios se recuperen en dólares y mejore el humor social. 4- Si Cristina crece mientras el peronismo de centro se sigue sacando fotos en una mesa donde nadie se anima a ocupar la cabecera.
Entonces, si 1+2+3+4 se produjera, el gobierno mantendría altas sus chances de reelegir. Todo en condicional y sin olvidar lo más importante: la economía argentina es una paciente inmunodeprimida. Estamos a merced de un microorganismo.
Que la fragilidad no nos quite el optimismo que, por cierto, levanta las defensas.