Agua bendita
Estamos ante una imagen que parece robada de un sueño. La falta de referencias y esa suerte de danza lumínica que se alza en el centro refuerzan la cualidad onírica de la escena. ¿Qué está contemplando el hombre sentado en el banco, un poco echado hacia atrás y con los brazos extendidos sobre el respaldo, como si la belleza de lo que tiene delante lo obligara a aferrarse de algo? Cualquiera diría que lo deslumbra la aparición súbita de lo sobrenatural, el reflejo de otra vida. Acaso se puede llegar al paraíso en bicicleta. Como sea, el hombre parece estar en el mejor de los mundos posibles. Que en este caso en concreto queda en el parque Tessin, en el centro de Estocolmo, donde en la penumbra de un atardecer tórrido una fuente le regala al paseante una miríada de gotas que lavan el sudor de su frente y lo absuelven, por un momento, de todos sus pecados.