Las palabras. Alfombras
Claudio A. Jacquelin
"Terminemos de ser alfombra...".
(Del presidente Kirchner ante las críticas de funcionarios de los Estados Unidos)
A los presidentes les gusta dar noticias. Uno hasta pagó una publicidad para decirnos lo que todos sabíamos: "¡Qué lindo es dar buenas noticias!" El actual mandatario también ha mostrado gran avidez por dar noticias, aunque no necesariamente buenas. Y así el miércoles último nos anotició de que éramos alfombras. Es decir que hasta ahora no habíamos sido ciudadanos ni compatriotas. Y para peor parece que eso está mal. Claro que está mal que esté en nuestra naturaleza que nos pisen, aunque también si la alfombra es lo que cubre el suelo, como dice el diccionario, y el suelo es sinónimo de país y nosotros somos los que cubrimos el suelo, por analogía quizá Kirchner tiene razón, pero no estaba mal. Además, los miles de años de vigencia y el tiempo y el talento que le han dedicado artesanos y artistas a la alfombra no parecen justificar tanto desprecio. Aunque cabe pensar que en la cabeza de un estadista hay ideas que los comunes mortales (ni qué hablar de las alfombras) tardamos en comprender. Pero pasado un tiempo prudencial de devanarnos los hilos (digo, los sesos) alcanzamos a ver que tal vez el Presidente había contraatacado preventivamente. Por eso, quizá, nos advirtió que corríamos peligro si seguíamos siendo alfombra, ya que todos sabemos de dónde proviene la palabra alfombra, justo de la región donde el presidente de los EE.UU. (con cuyos funcionarios estamos en problemas) han encontrado buenos enemigos. Entonces, tal vez, era sólo un consejo paternal. Pero, al menos, a ras del piso, parece un poco excesivo y a lo mejor sólo hubo un exceso en las palabras. Por ahora, a lo mejor no estaría mal ir invirtiendo en un kilim de Néstor Kirchner y Roger Noriega. Porque ya se sabe lo que se paga en estos días por una buena antigüedad aunque sea contemporánea y sólo parezca una antigualla.
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