"América latina es muy presidencialista"
El secretario general de la OEA, que llega hoy a Buenos Aires, declara que el éxito de la Cumbre Iberoamericana de Santiago, del mes próximo, en el tema de la zona de libre comercio depende de que el Capitolio apruebe el fast track.
EN general, América latina ha sido muy presidencialista -conviene César Gaviria, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA)-. No ha habido suficiente equilibrio entre los poderes. Un buen propósito democrático en el hemisferio sería que haya un verdadero contrapeso. Pero es muy difícil".
El ex presidente de Colombia mira de tanto en tanto por la ventana que da a la avenida Constitution, puro auto a toda hora. Es prudente. No habla por sí mismo sino por los países que forman la OEA. Treinta y cuatro menos uno, Cuba, definido por él como el principal problema político de la región.
A poco menos de un mes de la segunda Cumbre de las Américas, fijada para el fin de semana del 18 y el 19 del mes próximo en Santiago, Chile, y a poco más de dos semanas del cincuentenario de la OEA, Gaviria arribará hoy a Buenos Aires, en donde participará, entre el miércoles y el viernes, de las reuniones del Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral (CIDI). Se trata de un foro de cancilleres en el cual, según explica, se analizan aspectos puntuales de la región y se destinan recursos, por ahora limitados, a cuestiones específicas, tales como educación, justicia, trabajo o energía.
"Todos los países tienen su propia experiencia histórica -afirma Gaviria-. Siguen sus procedimientos constitucionales. Sólo en el orden nacional puede medirse si la reelección es beneficiosa o no. Este tema no es función de la OEA en tanto se respeten los sistemas constitucionales".
Son cuatro, hasta ahora, los presidentes latinoamericanos que han expresado su deseo de ser reelegidos a pesar de la veda que les imponen las constituciones de sus respectivos países: Carlos Menem (República Argentina), Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Alberto Fujimori (Perú) y Ernesto Pérez Balladares (Panamá).
"Nosotros no los miramos porque la institución nos parezca buena o inconveniente -asegura Gaviria-. Sólo esperamos que cuando un país vaya a pronunciarse sobre la reelección de un mandatario siga todos los procedimientos de naturaleza constitucional. Estamos comprometidos con la defensa de la democracia, que entendemos, a su vez, como la defensa del sistema constitucional de los países".
Gaviria (al frente de la OEA desde 1994, apenas terminó su mandato en Bogotá) está por cumplir cincuenta y un años. Igual que Bill Clinton. Pero, a diferencia de él, que promedia su segundo período en la Casa Blanca, no podrá postularse de nuevo en el futuro, ni siquiera con el intervalo de cuatro años, como candidato a presidente de su país.
"No, no puedo -menea la cabeza-. En la Constitución de 1991, a través de un proceso constituyente, establecimos la prohibición absoluta de la reelección en Colombia. Ni siquiera dejando un período a manera de intervalo, como sucedía anteriormente. Es una institución relativamente nueva y, como tal, va a estar allí por un tiempo, de manera que no está en mis planes volver a ser presidente".
-¿Por qué suprimieron la reelección?
-Fue un acuerdo político. En Colombia, conforme a nuestras tradiciones, los ex presidentes tenían excesivo poder político. Hemos tenido pocas reelecciones. En este siglo, una sola. Y no fue infortunada. Pero la experiencia colombiana fue ver cómo se estimula el proceso de cambio en un país con graves problemas de violencia política.
-¿Qué siente un presidente cuando vence su mandato y no tiene posibilidad de continuar?
-Yo asumí de manera inmediata las funciones de la secretaría general de la OEA. Es difícil, para mí, valorar qué se siente porque me moví hacia una nueva actividad que ha comprometido todas mis energías y que me ha hecho dejar atrás hasta el propio desarrollo de la política colombiana. No creo ser un buen ejemplo. Pero siempre he pensado que uno debe dejar atrás las cosas que hizo. He procurado no vivir en función de lo que hice, de lo que me propuse y de lo que, de alguna manera, he logrado.
-En los casos en que se pretende la reelección, los presidentes procuran demostrar que las reformas que encararon dependen de su permanencia en el poder. ¿Eso habla mal de las reformas?
-No veo que las reformas puedan depender de una sola persona. Los países tienen procedimientos para definir las leyes de la Constitución. Todos tienen cuerpos de naturaleza judicial para examinar la constitucionalidad de las normas. Dentro de nuestros sistemas políticos y democráticos, nunca pueden depender de una sola persona. Para eso está el equilibrio de los poderes públicos.
-¿Puede afirmarse que América latina es democrática a pesar de la mala educación, de la corrupción, de la desconfianza en el sistema judicial y de la falta de participación de la gente?
-Es una etapa que no se ha agotado y que, en realidad, nunca se va a agotar. Las democracias son sistemas siempre imperfectos. Aun las más desarrolladas encuentran limitaciones. En América latina se ha avanzado bastante en el fortalecimiento democrático, pero hay un larguísimo camino por recorrer, y hay países que tienen instituciones bastante vulnerables. Es un aprendizaje largo, complejo.
-¿Falta mucho?
-Los países deben vivir sus propias experiencias y descubrir las limitaciones de sus instituciones. Parte esencial de ese proceso es garantizar, para empezar, elecciones libres y transparentes. No sujetas a intimidaciones ni a presiones excesivas. Que los ciudadanos puedan expresarse libremente es la primera tarea. Y no es menor. En ocasiones pasa por pruebas severas.
-¿Qué cambió desde la primera versión de la cumbre, en Miami, hace cuatro años?
-Fue posible identificar una cantidad importante de áreas de cooperación. La agenda entre los países de América ha venido creciendo de manera sustancial. Hay muchos temas que antes estaban vedados para el examen internacional y que hoy son casi rutinarios en nuestros trabajos.
-¿Por ejemplo?
-Podríamos señalar haber firmado la primera convención del mundo contra la corrupción y haber creado mecanismos bastante útiles para hacer eficaces las investigaciones en esa materia con la cooperación de todos los países, resolviendo problemas tan importantes como el derecho de asilo y el secreto bancario. Hemos firmado una convención contra el tráfico ilegal de armas que crea mecanismos novedosos, los cuales, sin duda, con el tiempo van a agregar eficacia. Y hemos visto instituciones que se han fortalecido, como la Cicad (Comisión Interamericana contra el Abuso de Drogas), y un esfuerzo significativo en materia de comercio para la eventual creación de una zona de libre comercio de las Américas.
-¿Por qué eventual?
-Porque no se puede dar por sentado que eso vaya a ocurrir. Hay acuerdos bastante significativos, pero no puede decirse que tienen plena vigencia sino hasta que sean aprobados.
-¿Lo dice por la no aprobación del fast track (vía rápida) en los Estados Unidos?
-Es uno de los escollos importantes que se han presentado. Como también la crisis de México y sus consecuencias para el resto de la economía. O, ahora, la crisis asiática, y las consecuencias que puede traer. Son los escollos que tenemos que superar. El proceso debe tener suficiente voluntad política detrás. Lo más significativo hasta ahora es que ha sido capaz de superar escollos que, en su momento, fueron importantes.
-¿Qué validez pueden tener las metas que se tracen en Santiago sin la palabra del Capitolio?
-Esperamos que, en el caso específico del fast track (herramienta que pemitiría a Clinton suscribir acuerdos comerciales que serían aprobados o reprobados por el Congreso, sin correcciones), el gobierno de los Estados Unidos pueda conseguir esa autorización. Sin ella, no va a haber ninguna negociación importante que se pueda cerrar.
-¿Cuál será el papel de la OEA?
-La cumbre es un acontecimiento de los presidentes, no de las instituciones. Lo que hay que mirar es qué va a hacer después. Hemos estado cerca del proceso de preparación. En la etapa de seguimiento vamos a desempeñar un papel posiblemente mayor que en Miami. La OEA va a llevar la memoria institucional de este proceso, va a ser la secretaría de las reuniones ministeriales. Es claro que va a tomar más mandatos políticos y que va a funcionar mucho más en la asignacion de los recursos.
-¿Es posible que la Cicad haga una revisión multilateral de la política antidrogas de los países, de modo de no depender tanto del proceso de certificación unilateral que hacen los Estados Unidos?
-En efecto. La Cicad ha estado dedicada a realizar una evaluación multilateral de las políticas de los países, con una base de principios de respeto a la soberanía y a la legislación interna. Los países elaborarían sus propios planes, de acuerdo con lineamientos que trazaría la Cicad, y la Cicad, a través de expertos nacionales, calificaría la política de los países en relación con sus planes.
-¿Existe consenso para ello?
-Los países, en general, han respondido de manera positiva a esta propuesta. Se considera que moverse hacia un escenario multilateral en la lucha contra el narcotráfico es un paso adelante que nos va a hacer más eficaces y que va a aliviar tensiones. No es de menor monta que se espera que, en la reunión de Chile, los presidentes, de manera formal, respalden este proceso y le den toda la legitimidad.
-¿Los Estados Unidos pueden ser descertificados con el nuevo esquema?
-Lo que vamos a crear no es una certificación, sino una evaluación de carácter multilateral. No hay dudas de que los Estados Unidos aceptan e, inclusive, han propuesto que su propia política sea sometida a una evaluación de esa naturaleza con los mismos parámetros de los otros países.
-¿Qué resultado puede depararles?
-Pueden salir gananciosos de un proceso como ése. No sólo porque van a aliviarse las tensiones, sino también porque se verá qué tan eficaces son sus políticas y cuánto se esfuerza este país en esa lucha. Es probable que consigan un mayor reconocimiento a los esfuerzos que realizan.
Por Jorge Elías
(c) La Nacion
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Pendiente
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Washington
"CUBA es el principal problema político que hay en América y desafía las capacidades de todos", define Gaviria, blanco de duras críticas desde el Congreso de los Estados Unidos por haberle pedido ayuda a Fidel Castro para que fuera liberado su hermano Juan Carlos, arquitecto, secuestrado durante más de dos meses por guerrilleros procastristas en Colombia.
Entre los planes de la política exterior de Cuba, según Gaviria, no figura la reincorporación a la OEA, de la que fue excluida en 1962. "Lo vemos como un proceso que nos debería llevar a tomar iniciativas para ver cómo, de manera gradual, logramos crear las condiciones de mayores libertades públicas y que nos permita, progresivamente, ir reincoporándola al sistema interamericano", agrega.
El endurecimiento del embargo, vía ley Helms-Burton, no hizo más que darle mayores argumentos a Castro para plantarse en sus trece, según sus críticos. Gaviria habla con tono diplomático de aligerar las consecuencias de esa política.
(c) La Nacion
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Perfil
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Dentro de poco, el martes 31, César Gaviria cumplirá 51 años. Vive en Washington desde hace cuatro. Está casado con Ana Milena. Tienen dos hijos, Simón y María Paz.
Fue precoz en la política. A los 23 años resultó elegido concejal de Pereira, departamento de Risaralda, Colombia, en donde había nacido. Cuatro años más tarde alcanzó la alcaldía. En 1974 se incorporó a la Cámara de Representantes y, poco después, fue viceministro de Desarrollo Económico del gobierno de Julio César Turbay Ayala.
A Gaviria, mientras era ministro del Interior, le tocó iniciar el diálogo de paz con el grupo guerrillero M-19. En 1989 dejó el gobierno de Barco para dedicarse a la campaña presidencial del senador Luis Carlos Galán. Pero el candidato fue asesinado por narcoterroristas, razón por la que aceptó la plaza vacante por el Partido Liberal.
Gobernó Colombia de 1990 a 1994, año en el que saltó, casi sin escalas, a la secretaría general de la OEA. En América latina ganó prestigio como mediador en conflictos, defensor de la democracia y de los derechos humanos, e impulsor de la integración.
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