Angustia, temor: ¡Cristina no nos habla!
Hablo con una alta fuente del Instituto Patria, que de tan alta para poder oírla tuve que pedirle que se bajara un poco, y le pregunto por el silencio sepulcral de Cristina; lleva varias semanas sin emitir sonido, sin regalarnos un tuit, una frasecita, algo. Millones de argentinos, e imagino que lo mismo pasa en todo el mundo, siguen con angustia este mutismo, que no saben a qué atribuir. ¿Le comieron la lengua los ratones? ¿Está escribiendo una nueva carta y ya va por el párrafo 528? ¿No sabe si hablar o tomar la Casa de Gobierno por asalto? Muy de ella: es noticia por lo que dice o por lo que calla. La fuente del Patria me devuelve una mirada soez, y usa para contestarme palabras que reproduzco no sin pudor: “¿Sos pelotudo o te hacés? ¿Qué carajo querés que diga?”
Bueno, no sé, pero desde que decidió coserse los labios algunas cosas pasaron: hubo elecciones generales, su gobierno perdió estrepitosamente, el profesor montó una ficción en la que aparece como Harry Potter, los funcionarios cuyos restos La Cámpora estaba por pasar a buscar gozan de buena salud, a ella ahora para entrar en el Senado le piden la credencial, ventilan que autorizó una negociación con el Fondo en la que los jubilados donan su haber al Estado y las tarifas de luz impulsan la compra de velas, atacaron a Clarín con bombas molotov, y lo peor: ese engendro al que ya no controla la prepotea ante una Plaza de Mayo repleta: “Se te acabó el dedazo, Cristina. Se te acabó”. Sabia referencia autobiográfica.
La vice es capaz de bancarse que las urnas una y otra vez le den la espalda, pero no que la venza Alberto, alguien a quien ayer, en pleno festejo de River, los memes le pusieron la camiseta de Boca y un alborozado “¡ganamos!”.
Un proverbio chino –lo de que es chino creo que me lo inventé– dice que la venganza es un plato que se sirve frío. Ese temor recorre las calles y los mercados. Cris, cuanto más fría, más vengativa. No se calma: se envenena. Asusta pensar lo que esa cabecita puede estar urdiendo. No olvidemos que en ella la palabra es terapéutica: aunque lance mil demonios y dispare fuego, después se siente más aliviada. “Ya pasó, ya pasó”, la contiene Máximo al cabo del trance, acariciándole el pelo. Este ejercicio de infligirse el silencio cuando el país espera que vuelva a tocar la música de sus discursos y cartas amenaza con derivar en auténticos cataclismos: otro piquete de funcionarios kirchneristas, ¡nuevas fotos de fiestas en Olivos!, alguien que retoma la caracterización del Presidente iniciada por la diputada Vallejos… Como que todos los caminos conducen a Troya. No puede descartarse el escenario de Guzmán volviendo de Washington con un acuerdo con el FMI y que ella mande a Berni a detenerlo en Ezeiza.
"Las elecciones han cambiado todo: ahora la vice va al Senado y le piden la"
“¿Qué carajo querés que diga?” Aunque al principio desprecié la reacción de mi fuente por arrabalera, tiene su miga; me estaba reconociendo que tampoco es que hoy a Cris se le abra un menú de opciones. El sistema operativo le fue cerrando ventanas. Antes iba al Senado y una guardia de súbditos la recibía inclinándose a sus pies: los senadores Parrilli, Fernández Sagasti, Alonso, Sacnun, Caserio, Almirón…; ella, con un leve chasquido, les indicaba cuándo podían incorporarse. Muchas de esas bancas se perdieron en la victoriosa derrota del 14; como contó acá Gustavo Ybarra, empezaron a aflorar en el bloque gestos de rebeldía. Los peronistas no son hijos del rigor, sino del dolor: les duele perder elecciones.
Pobre, mi reina, ahora se le animan todos. Manda a su abogado Dalbón a defender a la familia de Lucas González, el joven futbolista asesinado por policías de Larreta, y el tipo pasa en unas horas de hablar de “un hecho propio de la dictadura” a elogiar al gobierno de Larreta por el férreo control que ejerce sobre sus policías; hay que recordarle que él cobra de Cristina. El colmo de insubordinación fue la foto de anteayer en la que Manzur, Kulfas y Grey posan con una pala, un pico y un serrucho: más que un desafío, parece una dedicatoria a Máximo y a su madre. Por favor, que alguien disuada a Parrilli: quiere fotografiarse con un hacha.
Hasta el sumiso Kicillof, que todavía se queda hasta la madrugada revisando los resultados con lógica de profesor e incompetencia política, se hace el bravucón y se deja ver junto a intendentes que juraron sobre los Santos Evangelios que La Cámpora no pasará. Solo falta que Berni vaya a Ezeiza y lo abrace a Guzmán.
Por suerte, para que la espera no resulte tan insoportable se han filtrado algunos apuntes surgidos de las reflexiones de Cristina. Sobre las elecciones dice que ganó en La Matanza; sobre el Senado, que va a tener que reunir quorum por otros medios; sobre el ataque a Clarín, que no entiende tanto escándalo por nueve botellitas con alcohol, y sobre Alberto, que lo espera a la salida.
No hay ninguna referencia a la disposición que prohíbe pagar en cuotas los viajes al exterior; ella se maneja mejor con el contado.
La señora cuenta, desde anoche, con un estímulo para volver a hablar. Los jueces Adrián Grünberg y Daniel Obligado sobreseyeron a ella y a sus hijos en la causa por lavado de dinero en Hotesur y Los Sauces, uno de los delitos más fehacientemente probados de la historia judicial argentina. Cris debería llamar a tan generosos magistrados y decirles que tienen la cadena hotelera de la familia a su disposición.