Apremiada por la economía, la Presidenta cambiará
Siempre se supo que el modelo económico impulsado por la Presidenta se agotaría en el mediano plazo –digamos, de aquí a dos años–, pero las nuevas dificultades económicas, entre las cuales sobresalen la caída en el precio de la soja y la retracción del mercado brasileño, que ya ha provocado suspensiones de turnos laborales en nuestras industrias automotriz y textil, han generado el temor de que esas dificultades se adelanten en dirección al corto plazo. Este nuevo plazo no será tan corto como para perturbar la situación económica antes de la reelección presidencial del 23 de este mes, pero será lo suficientemente corto como para obligar al Gobierno a revisar su estrategia económica inmediatamente después de los comicios. ¿Hacia dónde se dirigirá esta revisión? Para responder a esta pregunta, hay que despejar dos cuestiones previas. La primera, en qué consiste el modelo económico de la Presidenta. La segunda, en qué consiste la estructura política del movimiento peronista que ella conduce, hoy, en forma excluyente. Una vez despejadas estas dos incógnitas, quizá sea posible anticipar el cambio, hacia el centro o hacia la izquierda, que madura en la mente de Cristina Kirchner.
Empezando por el modelo económico populista vigente, podríamos definirlo diciendo que implica el énfasis en el consumo a través de la multiplicación de los subsidios de toda índole, con olvido de las inversiones y las exportaciones de las cuales depende el verdadero desarrollo económico. Esta acentuación del consumismo a costa del desarrollo nunca fue sustentable en el mediano plazo, pero las nuevas dificultades económicas que venimos de mencionar están convirtiendo al mediano plazo en corto plazo, como ya dijimos, poniendo así al Gobierno en una situación vecina a la emergencia.
De Perón a Cristina
Siguiendo por el modelo político que es el peronismo, reconozcamos que, mientras vivía Néstor Kirchner, a Cristina se la subestimó como si fuera una figura decorativa "menor", oculta por la energía desbordante de su marido. A casi un año de la muerte de éste , empero, la comparación entre los dos esposos tiende a revertirse. ¿Acaso no ha conseguido Cristina empujar el 14 de agosto la barrera del 30 por ciento de los votos que era el techo de Néstor, llevándola a más del 50 por ciento? Esta superación, ¿ha sido acaso casual? Algunos creen que no, que la Presidenta ha demostrado ser "políticamente" más hábil que su antecesor, aun cuando esté "ideológicamente" mal rumbeada igual que él. Uno de nuestros principales empresarios llegó a decirme hace un par de días: "¿Todavía no te has dado cuenta de que Cristina es la reencarnación femenina de Perón?",
Esta equiparación del liderazgo de Cristina con el liderazgo de Perón probablemente sea excesiva, pero aun así nos invita a comprender lo que ha sido y todavía es, políticamente, el peronismo. Para penetrarlo en su esencia, nos ayudaría imaginarlo como la rueda de una bicicleta en cuyo centro estaba el propio Perón y cuyos "rayos" sólo se unían por el centro ya que, en lo demás, se detestaban unos a otros. La trágica matanza de Ezeiza en 1973, uno de los mayores episodios de violencia política de los que tengamos memoria, llevó al extremo la confrontación entre los peronistas de izquierda y los peronistas de derecha. Cuando Perón escogió a Isabel como su compañera en la fórmula presidencial en aquel mismo año, además, lo hizo porque no podía elegir a ningún otro peronista que no fuera, como era ella, su propia sombra, so pena de exponer al "rayo" elegido a la inquina de los "rayos" descartados.
Aparte de la centralidad de Perón, el otro rasgo esencial del peronismo es que no es un partido, sino un movimiento. ¿Qué quiere decir esto? Que a la inversa de los "partidos", que son siempre de izquierda, centro o derecha, el "movimiento" peronista puede desplazarse de la izquierda al centro o a la derecha según las circunstancias. Esta versatilidad no sólo ha permitido que Perón se inclinara de vez en vez hacia su izquierda, por ejemplo, cuando convocó a los Montoneros, o hacia su derecha, por ejemplo, cuando se valió de López Rega, sino que también les ha permitido a sus herederos ser sucesivamente de centroderecha, como Menem, o de izquierda, como Kirchner. El efecto principal de esta estrategia oscilante fue impedir que los demás partidos, que no son movimientos, pudieran ubicarse sólidamente en el escenario político ya que, cuando el humor popular giraba en dirección de ellos, algún peronista había ocupado su lugar. Eficaz para prolongar la vida del peronismo por más de sesenta años en cuanto "movimiento", esta extrema versatilidad no le ha permitido a la Argentina disponer, como los hacen los países políticamente desarrollados, de un centro, una derecha y una izquierda permanentes, habituales, en su condición de "partes" o "partidos" de un sistema estable a través del tiempo.
El horizonte del cambio
Tanto Menem como Kirchner tuvieron la sagacidad de inclinarse oportunamente hacia donde apuntaba el humor político de los argentinos en un momento dado, pero su habilidad táctica tuvo un precio porque quedaron "fijados" en la centroderecha o en la izquierda peronista, siéndoles imposible a partir de ahí desplazarse en dirección contraria cuando viraron los vientos. Este error estratégico no lo cometió Perón.
Podría decirse que, con la derrota frente al campo de 2008 y la subsiguiente catástrofe electoral de 2009, Néstor Kirchner había agotado las posibilidades del peronismo de izquierda, del mismo modo que Menem, hacia 1999, había agotado las posibilidades del peronismo de centroderecha. Ni aquél ni éste pudieron repetir por eso la hazaña estratégica del Perón cíclico, "oscilante". Desde la muerte de Kirchner, sin embargo, Cristina pudo lograr lo que éste no había logrado: hacer pie en la clase media.
El tímido giro al centro que ha esbozado desde que reina solitaria la Presidenta, ¿ha sido sólo un recurso electoral destinado a evaporarse a partir del 24 de octubre o implica al contrario un cambio más audaz, a la manera de Perón, destinado a trascender el clima electoral que aún nos envuelve? Dos poderosas razones podrían inclinar a Cristina por este giro más ambicioso. Una, la emergencia económica que le quita su horizonte al populismo económico. La otra, el hecho político de que, si no quiere regresar a la caverna electoral en la cual había caído su marido, la Presidenta deberá consolidar el apoyo que le brindó parte de la clase media el 14 de agosto, posibilitándole perforar el "techo" del 30 por ciento que ahogaba a su antecesor.
¿Será capaz Cristina de prolongar a partir del 24 de octubre el tímido giro al centro que ha esbozado hasta ahora con un giro más audaz que incluya, de un lado, las correcciones profundas aunque sean graduales del modelo económico populista para crear en su lugar el clima de negocios e inversiones que todavía nos falta, reteniendo así, del otro lado, la suma de los votos populares y los votos de clase media que hoy la bendice? Con otras palabras: ¿será Cristina, finalmente, una imitadora eficaz de la estrategia cíclica de Perón? Esta vía sería aceptada a condición de que se advirtiera que, de tomarla, Cristina procuraría disimularla mediante un discurso aún más a la izquierda que el actual, para calmar la ansiedad de sus más fervientes seguidores. Si consigue plasmar esta dicotomía de manera efectiva, Cristina se acercará a Perón. Si no lo consigue, si sólo cambia para regresar a la estrategia agotada de su antecesor, en no mucho tiempo la cercará el fracaso.