Aquí también podemos hacerlo
A lo largo de las últimas décadas, cada tanto reaparece la pregunta de para qué sirve la ciencia. Los resultados “prácticos” de nuevos conocimientos no están asegurados, y con frecuencia no son tan veloces como uno desearía. Pero pocas veces la realidad nos ofrece una respuesta tan contundente como la que estamos viviendo.
Si la pandemia ya dejó a su paso más de dos millones y medio de muertes, ¿cuántas más hubieran sido sin el trabajo conjunto y contrarreloj de decenas de miles de científicos en todo el mundo? Basta con detenerse en las vacunas, desarrolladas en tiempo récord y cuya aplicación está demostrando que son efectivas para evitar cuadros graves y fallecimientos, y todo indica que también para interrumpir la circulación del nuevo coronavirus.
Muchos de los desarrollos que permitieron enfrentar este azote se hicieron en el hemisferio Norte, pero un artículo que acaba de publicarse en Nature Immunology, firmado por dos inmunólogos de referencia en el país, Gabriel Rabinovich y Jorge Geffner, permite apreciar el enorme aporte de la ciencia local.
Tras la detección del primer caso, reportado el 3 de marzo, cientos y cientos de investigadores se lanzaron a encontrar soluciones a los desafíos que presenta el Covid.Rabinovich y Geffner destacan en su recuento que “La Unidad Coronavirus (creada por el Ministerio de Ciencia) respaldó más de 100 iniciativas básicas y aplicadas”, proyectos dirigidos a metas cruciales que incluyeron la creación de nuevos kits diagnósticos, enfoques terapéuticos y plataformas epidemiológicas.
“Dadas las actuales dificultades para conseguir reactivos en el mercado internacional, varios grupos se concentraron en la importante tarea de producirlos y generar kits en la Argentina –subrayan–. (Otros) desarrollaron tests serológicos robustos para evaluar la respuesta de anticuerpos (…) que se distribuyeron sin costo en instituciones públicas y privadas, y en hogares de ancianos”, escriben.Entre las contribuciones mencionadas figuran protocolos para la detección de SARS-CoV-2 sin extracción del ARN y nuevos tests diagnósticos por amplificación isotérmica. Están en marcha plataformas para medir la respuesta de linfocitos T (células inmunológicas) tanto en pacientes recuperados como en personas vacunadas.También figuran avances pioneros en terapias y prevención. Como los estudios realizados en plasma de convalecientes, que se encontraron entre los primeros en el mundo a doble ciego y contra placebo para mostrar su efecto en distintas etapas de la enfermedad. Investigadores argentinos fueron responsables también del enrolamiento y control del 15% de los participantes en el ensayo de Fase 3 de la vacuna de Pfizer/BioNTech y están desarrollando tests preclínicos para una posible vacuna.
Junto con fundaciones sin fines de lucro, se promovieron proyectos de ciencia básica para iluminar aspectos todavía no comprendidos de la infección con el SARS-CoV-2, como la creación de un biobanco que preservará la sangre de 1000 pacientes para el análisis virológico e inmunológico. El consorcio PAIS integró los esfuerzos de más de un centenar de investigadores de todo el país para monitorear la circulación de variantes. Otros, con experiencia en matemática, física, simulaciones de computadora y ciencia de datos ofrecieron también su conocimiento para explorar las mejores estrategias de control de la pandemia. Se generaron respiradores, barbijos, estrategias de testeo en pools. Se estudiaron aspectos sociológicos y medidas de protección en contextos de alta vulnerabilidad.
Y lo más importante es que se hizo en un esfuerzo colaborativo en el que todos trabajaron codo a codo, dejando de lado mezquindades y competencia. Sin duda, un ejemplo humano y cívico que sobresale aún más si se compara con el egoísmo que prevalece en otros ámbitos de la vida nacional.