Temas de la Justicia. Argentinic , una democracia que hace agua
El poder corrompe. El poder absoluto corrompe en forma absoluta. Si, además, pretende ser eterno, ahoga.
La economía del país podrá ser próspera y los negocios empresariales florecientes, pero una segunda reelección ahogará una vez más las instituciones. En muchas oportunidades de nuestra historia fueron los golpes militares los que hicieron sucumbir la democracia y la República. En esta oportunidad, un presidente elegido legítimamente pretende pisotear la Constitución para conseguir el mismo fin: eternizarse en el poder.
Carlos Menem, cuando de su continuidad se trata, no razona en términos de presidente, sino de caudillo. No piensa en el país, sino en sí mismo y no duda en postularse falazmente como la única alternativa al caos. Tampoco vacila en arrinconar a la Justicia, a la cual usó durante sus nueve años de mandato.
Desde el oficialismo se asegura que la Alianza tiene la culpa de que esto ocurra, porque no representa una alternativa seria y que por ello Menem debe seguir en el poder. El argumento es tan absurdo como afirmar que la culpa de un hurto no la tiene el ladrón sino la víctima por llevar el dinero en su bolsillo.
Por cierto que la Alianza, agotada en las rencillas internas, no logra salir de su arco. A pesar de que la realidad le regala numerosos flancos para criticar la gestión menemista, como la corrupción, la desocupación y la manipulación de la Justicia, no articula un discurso contundente y sostenido para poner en apuros al oficialismo ni define el perfil de su candidato. Y fracasa aun cuando el oficialismo tiene una popularidad muy baja.
Mientras la Alianza peca por defecto, Menem ocupa el vacío que deja aquélla y lo hace en exceso. Sabe que del exceso se puede retroceder, pero de las carencias, no.
Es indudable que una actitud es tan mala como la otra. Pero hay matices. La Alianza respeta el marco de las instituciones, mientras que el oficialismo las menoscaba. En definitiva, la actitud de Menem perjudica enormemente al país, porque resta espacio, más allá de lo legítimo -porque la Constitución no le permite un tercer mandato-, para que surjan otros líderes.
El gobernador bonaerense Eduardo Duhalde intentará ganarle la presidencia del PJ a Menem para poder manejar su estructura nacional. Por ahora, parece el único embate coherente.
La propuesta del ex presidente Raúl Alfonsín de llamar a una resistencia civil -que consistiría en que los legisladores abandonen sus bancas- y los dichos de Carlos "Chacho" Alvarez en ese mismo sentido no pasan de ser un discurso tan sólo efectista.
Esa idea no surgió de una decisión orgánica de la Alianza. Y, en el mejor de los casos, nada le gustaría más al Presidente que tener un Congreso vacío. Sería su delicia para gobernar por decreto. Quizá, la resistencia tendría que pasar por denuncias judiciales sobre hechos concretos, insistir en numerosos juicios políticos a magistrados hipermenemistas, por la presentación de proyectos legislativos, debates de temas en profundidad, por convocatorias populares y otras muchas ideas más efectivas.
Dos hombres cercanos a Alfonsín, Enrique Paixao y Arnoldo Klainer, que en 1993 se sentaron a la mesa del salón Gris del Senado para acordar los puntos de la reforma de 1994 que le dio la reelección a Menem, hoy intentan por todos los medios frenar el embate menemista. El segundo opera en la Justicia, en tanto que Paixao, actualmente titular de la Auditoría General de la Nación, en su carácter de convencional reformador de 1994, salió a responderle al ingeniero judicial del gobierno, Rodolfo Barra, ex ministro de Justicia y de la Corte.
En la Corte
Barra pareció ser el cerebro que dirigió el puño de Riva Aramayo, la jueza que en la sentencia del amparo presentado por el dirigente justicialista Roberto Fernández escribió que la Constitución no le impide un tercer mandato a Menem.
Como bien dice Paixao y cualquier simple ciudadano lo puede comprobar leyendo el artículo 90 de la Constitución y la claúsula transitoria novena, la Constitución prohíbe expresa y claramente al Presidente presentarse a un tercer mandato.
Cuando se reformó la Constitución, en los debates se llegó a un acuerdo para incorporar esa cláusula y la interpretación nunca estuvo en duda. Incluso Barra, en declaraciones públicas, dijo hace dos meses que Menem no puede ser candidato sin una reforma constitucional. Pero los intereses del poder le hicieron cambiar de opinión y ahora, él y Riva Aramayo pretenden hacerle decir a la Constitución lo que ésta prohíbe.
El tema llegó a la Corte. Se descuenta que Guillermo López y Eduardo Moliné O´Connor votarán por la segunda reelección. La oposición le recordará a Julio Nazareno que nunca votó en las causas en que Menem y su hermano Eduardo aparecieron como querellados. Si bien nunca se excusó formalmente, no votaba por ser amigo de aquéllos.
Es muy probable que Adolfo Vázquez, que confesó ser amigo de Menem cuando éste lo nombró, sea recusado por algún colegio profesional. Esa amistad lo inhabilita para opinar. Por su parte, Antonio Boggiano, que en reuniones privadas dice que se quiere separar del oficialismo y fortalecer su imagen de jurista, tiene ahora la oportunidad para demostrarlo.
Lo cierto es que durante años ellos acompañaron sistemáticamente a Menem. Sin embargo, habrá que esperar meses para ver el fallo. Antes, habrá nuevas presentaciones judiciales; Menem intentará subir en las encuestas y realizar la consulta popular para mostrar un piso de consenso social que "justifique" la decisión de la Corte.
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