El análisis. Aún no ha terminado ninguna pelea
La primera conferencia de prensa presidencial en 5 años y 8 meses mereció una causa mejor. En rigor, fue una especie de debate a la distancia con el sector agropecuario, que ayer tuvo su día más festivo con la inauguración oficial de la exposición de Palermo. Luciano Miguens no le había ahorrado críticas al Gobierno, en su último discurso como presidente de la Sociedad Rural, y Cristina Kirchner no demoró mucho en ratificar que haría lo mismo que ya hizo con las retenciones. Nada nuevo. En conclusión, la dura pelea de casi cinco meses entre Gobierno y ruralistas no ha terminado todavía.
Aun cuando haya sido mejor que sucediera ese diálogo entre la Presidenta con los periodistas, no hubo, en rigor, nada nuevo en ninguna aseveración de Cristina Kirchner. Pero sirvió para saber que Guillermo Moreno sigue tan campante como antes en la conducción de la economía argentina y que las críticas a la destrucción del Indec son sólo una conspiración de intereses políticos y económicos. Intransigencia e ideología, y las dos en estado puro.
La jefa del Estado se mueve con datos que muchas veces no son ciertos. Ayer dijo que la inversión externa aumentó en el primer semestre 13 mil millones de dólares, cuando la inversión extranjera total de 2007 fue de sólo 5400 millones. O esa información carece de veracidad o estamos ante el nacimiento de un tigre económico sudamericano. Ponderó la candidatura del senador Barack Obama en los Estados Unidos y se quejó porque la Argentina no tiene ese grado de integración. La Argentina tiene, en verdad, una historia de integración social mucho más larga que los Estados Unidos.
Se negó a pronunciarse sobre si el vicepresidente, Julio Cobos, es o no un "traidor". Por lo tanto, lo es para ella. Con razón Cobos está más cerca de contribuir a la reconstrucción del radicalismo que de continuar con la concertación con el kirchnerismo. La reunión de Cobos con Cristina había sido una oportunidad perdida para la recomposición de esa maltrecha relación: se impusieron en ella los reproches y la frialdad de la Presidenta, que ayer fue coherente en público con esas posiciones privadas.
Otras historias se urden detrás del escenario. Cobos no está solo en el disfavor. Parte importante, por lo menos, del peronismo cordobés cree que Néstor Kirchner ha dado instrucciones secretas para desestabilizar al gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, hasta lograr la intervención de la provincia. Varios detenidos por la policía cordobesa durante los graves disturbios del miércoles pasado en la capital provincial son personas del conurbano bonaerense sin ocupación conocida.
La casualidad es infrecuente en política. La rebeldía del sector agropecuario tuvo en Cobos y en Schiaretti a dos funcionarios heréticos, que nunca cortaron el diálogo con los líderes rurales. Cobos se ha convertido en el político más popular del país después de su voto en el Senado, que sólo hizo real una derrota que ya era virtual en el espacio político y en la opinión pública.
Cobos fue a la reunión con Cristina Kirchner con una carpeta con cosas del futuro, pero la jefa del Estado lo apabulló con otra carpeta con las cuestiones del pasado. ¿Por qué no me avisaste cómo votarías? , le preguntó a modo de bienvenida. ¿Quién me preguntó cómo votaría? ¿Quién me consultó sobre la resolución de las retenciones? ¿Por qué el Senado no podía cambiar una coma del proyecto mientras en Diputados se le hicieron muchas modificaciones? , le respondió el vicepresidente. La reunión se agotó en esos intercambios de pobrezas políticas.
Otro Kirchner, Néstor, había sondeado a senadores peronistas para despojarlo a Cobos del control de las oficinas administrativas y parlamentarias del Senado. Era una copia fiel de lo que en su momento quiso hacer el entonces senador peronista Augusto Alasino con el ex vicepresidente Carlos "Chacho" Alvarez. La mayoría del bloque oficialista le hizo saber al Gobierno que no estaba dispuesta a repetir la experiencia de Alasino. Aquella vez las cosas terminaron mal y esta vez podrían terminar mal también , argumentaron.
Los Kirchner se enojan con Cobos, pero la sublevación tampoco ha concluido entre sus propias filas. Jorge Obeid es diputado, pero no es un diputado cualquiera. Fue dos veces gobernador peronista de Santa Fe, la provincia más importante para el peronismo después de Buenos Aires. Obeid votó a favor de las retenciones luego de un desesperado llamado de Cristina Kirchner.
Ahora, Obeid acaba de presentar un proyecto en el que segmenta las retenciones para beneficiar a los pequeños y medianos productores, que es una mezcla de las ideas de Felipe Solá y de Carlos Reutemann. El tope máximo es el 35 por ciento actual. En términos de recaudación, el proyecto de Obeid es peor para el Gobierno que la situación previa a las confiscatorias retenciones de Lousteau del 11 de marzo. ¡Tengo que pagar 20 mil millones de dólares de deuda pública entre este año y el próximo! , se quejó Cristina Kirchner ante legisladores. El problema entonces es de "caja" y no una cruzada redistribuidora de la riqueza, como alardeó la Presidente hasta ayer mismo.
Varios interlocutores señalan una diferencia en el matrimonio presidencial. Cristina Kirchner habla de cuestiones prácticas cuando se refiere en privado al conflicto con el campo. Néstor Kirchner no habla de esas cosas concretas, sino de ideologías. Su esposa lo sigue a veces por ese sendero, como se vio en la conferencia de prensa de ayer.
Ideología al margen, otra sublevación peronista sucederá en la semana que se inicia. Legisladores peronistas cordobeses presentarán un proyecto para derogar la ley de superpoderes, que delega en el jefe de Gabinete facultades especiales para modificar las partidas presupuestarias, y cualquier otra competencia extraordinaria del Poder Ejecutivo incluida en la ley de presupuesto. Scharetti y el líder del peronismo cordobés, José Manuel de la Sota, estuvieron ayer en la inauguración de la exposición rural de Palermo. Es probable, por eso, que Schiaretti no pueda verlo en los próximos días al jefe de Gabinete, Sergio Massa.
Es extraño que Massa se prepare para reunirse hasta con Mauricio Macri, que le impuso condiciones públicas para verlo, y no le haya concedido todavía una audiencia reclamada públicamente por el gobernador de Córdoba. Los gremios que enloquecieron de violencia a la capital cordobesa en la semana última son, casi todos, de matriz kirchnerista. La policía cordobesa detuvo entre los manifestantes a personas del conurbano bonaerense, que habrían sido enviados por el kircherismo nacional para atormentar la vida de Schiaretti, sospechan funcionarios provinciales.
El gobernador debió hacer un recorte temporario de las jubilaciones de más de 5000 pesos (corresponden a jubilaciones de jueces, legisladores o funcionarios en su mayor medida), pero recibió una ola de violentas protestas por parte de supuestos grupos de izquierda. El gobierno nacional le debe a la provincia más de 1500 millones de pesos para el sistema jubilatorio, según la deuda consolidada por la Anses. El gobierno provincial estima que le deben 1000 millones más. No le debemos nada a Córdoba , remarcaron fuentes del gobierno nacional. El conflicto cobra otra dimensión.
La venganza no se detuvo ahí. El ministro de Planificación, Julio De Vido, frenó en seco la construcción de la autopista Rosario-Córdoba y detuvo cualquier preparativo para la construcción de la autopista que uniría Córdoba y Río Cuarto, la segunda ciudad de la provincia, anunciada en su momento por Néstor Kirchner con una espectacular escenografía.
El rencor es una pérdida de tiempo, sobre todo cuando no hay tiempo para perder. Economistas privados aseguran que la inflación anual está rondando el 30 por ciento. La escalada de los precios es ahora el primer problema para los argentinos, según todas las encuestas.
Al mismo tiempo, el liderazgo político se niega, ensimismado en las borrascas del resentimiento, a dar un salto hacia mejores formas de conducir una democracia. Gobiernos extranjeros le han hecho saber a la administración local que ellos esperan otra crisis política en la Argentina en los próximos 60 días. El poder se distrae, mientras tanto, organizando refutaciones y represalias.
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