Autovía (crucis)
Fui a Mar del Plata por una actividad académica y el hecho de ir y venir conduciendo sin acompañantes durante tantas horas me permitió concentrarme en el estado de la llamada Autovía 2. Y sufrirlo.
Sería exagerado afirmar que es calamitoso, pero la precariedad de su capa asfáltica salta a la vista.
No solo llama la atención que todo el tiempo varíe de colores de grises intensos a más blancuzcos, con toda una gama de matices intermedios, sino también sus parches sobre parches y lo cuarteada que está.
Lejos de ser un billar parejo y suave por donde deslizarse, sus irregularidades, algunas ásperas a la vista (y también al oído, a juzgar por el batifondo que meten cuando se pasa por arriba de ellas), deparan un andar ondulante y cansador.
Casi sin banquina en muchos tramos, con las líneas de vialidad sobre la ruta borroneadas en cantidad de kilómetros, el abandono se acentúa después de Dolores, punto en el que el 60% de los autos doblan con rumbo a los balnearios del Partido de la Costa, Pinamar y Villa Gesell.
Ya me pareció excesivo pagar $200 al ir, y otro tanto al volver, en distintos peajes por tan deficiente servicio. Ahora me entero de que esas tarifas aumentarán un 22% promedio, hasta $244. Bronca.