Bálsamos espirituales a precios de oferta
Por Alex Kuczynski The New York Times
NUEVA YORK
El 25 de septiembre, Deepak Chopra envió un e-mail a 22.000 admiradores. "Queridos amigos -decía-. En medio de la congoja por la tragedia del 11 de septiembre, siento que el consuelo espiritual es más importante que nunca." Le parecía natural que en esos momentos los norteamericanos se preguntaran acerca de la religión, el más allá y la supervivencia del alma. Pero en el segundo párrafo, el mensaje de afinidad espiritual se convertía en una oferta comercial lisa y llana: "Apenas un día antes de la catástrofe, publiqué una novela acerca del amor que sobrevive a la muerte y el sufrimiento. Se titula Soulmate ["Compañero del alma"] y su contenido tranquiliza respecto a todas estas cuestiones. Me gustaría atraer su atención a esta historia, con la esperanza de que no la pasarán por alto en estos días difíciles".
Y remitía a los lectores a un vínculo, donde podían comprar el libro por 23,95 dólares.
En las dos semanas subsiguientes, el mensaje fue retransmitido entre sus lectores incrédulos, a veces con acotaciones críticas: "Esto es descorazonador", "Esto es para los que creían que el cinismo había muerto".
El mundo de los sanadores -los gurúes pop, yoguis, nutricionistas de la New Age , herbolarios y hasta farmacéuticos y asistentes sociales- ha diseminado la primera ola de ofertas comerciales que prometen paz (espiritual y física) a cambio de dinero y publicidad. La paz psíquica quizá no tenga precio, pero el nuevo tratamiento Downtown Detox, en el spa SoHo Sanctuary, cuesta 85 dólares.
Desde luego, no todos los yoguis, aromaterapeutas, psicólogos, etcétera, se aprovechan de la inseguridad y el miedo. Ni todos venden servicios innecesarios con tácticas dudosas u oportunistas. Pero los buhoneros electrónicos tienen que andar con pies de plomo. "Hay que tener mucho, mucho cuidado con el método promocional -advierte Donna Turro, directora de SoHo Sanctuary-. Se presenta un producto o servicio, pero sin imponerlo. La promoción agresiva de cualquier cosa relacionada con el 11 de septiembre es contraproducente."
Quienes visiten el sitio del gurú e instructor de yoga Gurumayi encontrarán entre sus ofertas de librería "plegarias y bendiciones para todos los impactados por la tragedia del 11 de septiembre" y "algunas sugerencias de apoyo espiritual para estos tiempos". Esas sugerencias tienen su precio, por supuesto: un chal de oración cuesta 108 dólares; una conferencia de Gurumayi, 15,95; un mantra entonado por Gurumayi, 15,95 en casete o 18,95 en CD.
Duelo y comercio
Volviendo a Chopra, adujo que los 22.000 destinatarios de su mensaje electrónico integraban una lista de gente que quería estar al tanto de sus actividades, y agregó que después del 11 de septiembre había cancelado toda actividad promocional, incluidas las presentaciones personales en librerías. Dijo que en estos días, al volver a leer su carta, se había dado cuenta de que sonaba indecorosa. "Retrospectivamente -dijo-, veo que la carta estaba totalmente fuera de lugar. No debí mandarla y lamento haberlo hecho."
En estas últimas semanas, los autores de éxito y los asistentes sociales ocasionales -presumiblemente, personas de gran tacto y sensibilidad- han cometido torpezas en sus relaciones públicas. En la cerca de un edificio en construcción, cubierta de fotos y datos de personas desaparecidas, habían pegado también unos volantes que ofrecían servicios de salud mental y daban un teléfono gratuito. También había tarjetas comerciales: "Psicoterapia. Laura Florman", y un teléfono de Manhattan. Ambos números correspondían a un mismo contestador. Florman, que luego dijo ser asistente social clínica, afirmó que había pegado sus volantes sobre una pared desnuda, no en una con fotos de las víctimas.
Según informó el doctor Robert S. Schachter, director ejecutivo de la filial neoyorquina de la Asociación Nacional de Asistentes Sociales, el código ético de la entidad prohíbe a sus miembros "importunar a clientes potenciales que, por sus circunstancias, son vulnerables a manipulación o coerción". Del caso Florman, dijo: "Es una cuestión opinable, pero nos preocupa".
Jonah Bloom, director de P.R. Week , un semanario de relaciones públicas, señala que algunas tácticas publicitarias que habrían sido aceptables semanas atrás hoy no lo son. "Si su producto tiene algo que ver con los sucesos del 11 de septiembre o el ántrax, la cuestión es no sonar demasiado grosero u oportunista -comenta-. A las organizaciones que ofrecen asistencia espiritual o curaciones adaptadas específicamente a los ataques terroristas o la angustia por el ántrax les resultaría sumamente difícil promocionarse en estos momentos. Hay instituciones importantes, como la Cruz Roja, que ofrecen asesoramiento. Para publicitar cualquier cosa de este tipo hay que pertenecer a entidades que ya merezcan confianza."
Ética médica
Internet no tiene un código de ética. Algunos sitios comenzaron a enviar a sus clientes e-mails sobre hierbas medicinales contra el ántrax, probablemente inútiles a juicio de los médicos. Las farmacias electrónicas acosan a sus clientes ofreciéndoles ciprofloxacina (nombre genérico del Cipro), el antibiótico de uso más común contra el ántrax.
USA Prescription.com vende medicamentos bajo receta, previa consulta online . Envió a sus suscriptores una nota en la que anunciaba su nueva página, Bioterrorism.com , en un tono que algunos juzgaron provocativo, si no aterrador: "Tenemos enemigos dispuestos a todo para destruir a nuestro país", afirma. La ciprofloxacina "es carísima y muy difícil de conseguir [...] en estos momentos, disponemos de una cantidad limitada", prosigue, y concluye: "Haga hoy su pedido de antibióticos [...]. Las existencias son MUY limitadas".
El doctor George J. Annas, especialista en ética médica de la Universidad de Boston, observa: "Esta conducta sería inexcusable en los médicos. Ellos deberían decirle a la gente que no compre Cipro ni tome ninguna de esas medicaciones marginales, costosas y probablemente inútiles". La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y los Centros de Control de Enfermedades, las mejores defensas contra la desinformación, "hoy tienen sus propios problemas".
Nada de esto lo sorprende demasiado: "En tiempos de crisis, siempre veremos gente cobrando lo máximo que soporte el mercado y anunciando productos inexistentes o inútiles con tal de ganar un dólar. Después de todo, vivimos en los Estados Unidos".
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