Bobbio y la cultura latinoamericana
Por Celso Lafer Para LA NACION
Norberto Bobbio, en su admirable trayectoria intelectual, abrió caminos y no cerró puertas al conocimiento. De ahí, el alcance del magisterio de su influencia, no sólo en su Italia natal y en Europa toda, sino también en América latina. Cabe destacar su presencia en el debate jurídico y político en la Argentina y en Brasil. Alberto Filippi analizó en varias ocasiones el más de medio siglo del diálogo de Bobbio con la cultura latinoamericana y española que tuvo inicio, en lo que atañe a la Argentina, en el final de la década del 30, en la discusión con Cossio sobre analogía jurídica.
En Brasil, la obra de Bobbio pasó a ser discutida inicialmente entre los juristas que encontraron y encuentran en su teoría del derecho, concebida subespecie juris , respuestas de alta calidad a los problemas concretos colocados por la experiencia jurídica. Luego, Bobbio -teórico de la política y filósofo militante- ingresó en el debate público brasileño a partir de la década del 70, los difíciles años del régimen militar. Al principio, por la discusión del socialismo, de la cuestión de la democracia y de las dicotomías dictadura-democracia, libertad-igualdad, izquierda-derecha; y teniendo en cuenta la relevancia general de los temas que abordó, de gran y continua importancia para la agenda política brasileña, se tornó en un referente inevitable para los abogados y para los que piensan la vida pública, y en ella actúan.
La guerra y la paz
La contribución de Bobbio al conocimiento, en el correr de su fecunda existencia, se sostuvo merced a su percepción de que en el laberinto de la convivencia colectiva existen caminos que no conducen a nada. Cabe entonces a la razón tanto el papel de mostrar cuáles son esos caminos bloqueados cuanto indicar cuáles son las salidas posibles. Bobbio fue develando los interrogantes en su recorrido intelectual, por el método de aproximaciones sucesivas -como apuntó Luigi Ferrajoli-, con los nexos que fue proponiendo entre democracia/derecho; derecho/razón; razón/paz, y paz/derechos humanos.
¿Cuáles son y cómo se establecen esos nexos propuestos por Bobbio, que otorgan a su obra y actuación una subyacente unidad? Puede haber derecho sin democracia, pero no hay democracia sin derecho. Si la democracia requiere una construcción jurídica y el derecho es un medio indispensable para modelar y garantizar instituciones democráticas, la razón es un instrumento necesario para elaborar e interpretar el derecho. Y lo es porque el derecho no es un dado de la naturaleza. Es una construcción, un artefacto humano, fruto de la política que requiere la razón para pensar, proyectar e ir transformando este artefacto en función de las necesidades de la convivencia colectiva.
La convivencia colectiva se da en un mundo en el cual, como observa Bobbio con una mirada hobbesiana, la guerra es un producto de la inclinación natural al conflicto. La paz es una doctrina de la razón, de la capacidad humana de medir las consecuencias de los hechos que resultan de esa inclinación natural e instintiva. ¿Cómo construir la paz con la colaboración de la razón? Mediante el nexo entre la paz y los derechos humanos que instauran la perspectiva de los gobernantes y de la ciudadanía como principio de la gobernabilidad. Son garantizados los derechos humanos -el derecho a la vida; los derechos a las libertades fundamentales; los derechos sociales que aseguran la supervivencia- que se enfrentan a las tensiones que llevan a la violencia, a la guerra y al terrorismo.
Recuerda Bobbio que el progreso de la convivencia colectiva mediante los nexos mencionados no se da necesariamente. Es apenas posible. Como dijo tantas veces, "son ambiguas las lecciones de la historia humana entre la alternativa: salvación o perdición". Como afirmó Tocqueville, para lidiar constructivamente con esta ambigüedad es preciso tener una preocupación con el futuro, al que hace velar y combatir. Esta preocupación animó el derrotero intelectual de Bobbio. En esta vigilia, dice él, "la luz de la razón es la única que disponemos para iluminar las tinieblas en que estamos inmersos". Es por ese motivo que Bobbio-pensador dialoga con las "lecciones de los clásicos" y trabaja con los temas recurrentes que de ellas extrae, y Bobbio-filósofo-militante dialoga críticamente con las experiencias políticas e intelectuales de nuestro tiempo.
En este diálogo, Bobbio fue asistido por la cristalina claridad de su estilo de pensamiento, caracterizado por el rigor en la utilización y combinación de los conceptos,que emplea con juicio histórico, inspiración analítica y preocupación empírica para distinguir y diferenciar una realidad percibida como compleja y concebida como pluralista.
Bobbio fue uno de los más grandes intelectuales del siglo XX, en el que vivió discutiendo sus problemas como un pensador que deseó y logró la mediación cultural por el uso público de la razón. Tenía autoridad y respetabilidad, pues su palabra descansaba, en los más diversos ámbitos (políticos, jurídicos y culturales), en el peso de sus argumentos.
Me permito concluir con una nota personal. Bobbio fue para mí un maestro siempre presente en mis estudios y en mi vida pública. Se tornó un amigo por la ocasión de su venida al Brasil en 1983. Lo visité innúmeras veces en Turín, su ciudad natal. Tuve el honor de participar de seminarios que él coordinó, escribí en su revista Teoría Política y me dediqué a divulgar su obra en el Brasil.
Estuve con él, por última vez, el 30 de noviembre pasado en Turín. Le mencioné el artículo que escribí para O Estado de S.Paulo, el 19 de octubre, para celebrar con afecto e infinita admiración sus 94 años. Le conté del caso Ellwanger, recién decidido por el Supremo Tribunal Federal de Brasil, que comenté en LA NACION el 26 de diciembre. Mencioné cómo sus textos sobre racismo y derechos humanos fueron ampliamente citados por los ministros en sus votos, para mantener la condena del editor nazi antisemita de Porto Alegre por el crimen de racismo. Me escuchó con toda simpatía, pero su tema recurrente fue la vejez -la melancolía del camino recorrido y prácticamente terminado- sobre la cual escribió con rigor y conmoción en De senectute , cuya edición brasileña prologué. Fue una despedida anunciada. A los 62 años, confieso el luto y la tristeza de una orfandad por la muerte de un extraordinario intelectual y de una admirable figura humana.
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