Cada vez se oyen menos aplausos
" Secretario, ¿podría preguntarle cómo viene el blanqueo de capitales?"
Desde aquel incidente en que acusó a periodistas de Clarín de tener las manos manchadas con sangre, conviene ser formal y cortés con Guillermo Moreno. Eran casi las diez de la noche del miércoles, durante el aniversario de la Bolsa. El funcionario acababa de darle la mano a este cronista, de quien escuchó la pregunta mientras se sacaba, pop star del kirchnerismo, una foto con una admiradora. Estaba serio como nunca. "No", contestó, y se fue.
La evolución de la gran apuesta económica del Gobierno podría evaluarse sólo con atender la última extravagancia del secretario: les ha pedido a los bancos que destinen sus depósitos en dólares a la compra del Bono Argentino de Ahorro para el Desarrollo Económico (Baade), uno de los dos instrumentos del blanqueo. La medida aportaría poco: esos dólares están colocados en cuentas corrientes en moneda extranjera que las entidades financieras tienen en el Banco Central y, por lo tanto, nutren las reservas. ¿Recomponer reservas y atenuar la restricción cambiaria no eran dos de los propósitos del blanqueo? El efecto fiscal será nulo: en medio de la urgencia, el bolsillo izquierdo le pide un préstamo al derecho.
Más que una solución, la iniciativa parece una simulación de éxito que, para peor, desencadena tensiones con Mercedes Marcó del Pont, presidenta del Banco Central. Desde esas oficinas se comunicaron ayer por la mañana con integrantes de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) para dar la contraorden: de ninguna manera se van a tocar los dólares que los bancos tienen encajados en el Central porque eso pondría en riesgo el sistema. Moreno había convocado a la otra entidad, Adeba, que nuclea a los bancos de capital nacional y parece más propensa a negociar.
Nada está decidido. La interna entre ambos funcionarios complica aún más el trato hacia los bancos. En el acto de la Bolsa, pocos días después de festejar su cumpleaños, Jorge Brito, líder de Adeba, intercambió ironías con Moreno, que lo había convocado una semana antes a su despacho por escrito, bajo amenaza de llevarlo con la fuerza pública. "Te mandé el regalo, ¿no te llegó?", bromeó el secretario. "Sí. ¿Y no te llegó el agradecimiento?", contestó el del Macro. Brito estaba en el VIP y, como la mayor parte de sus pares, saludó a la Presidenta y se fue antes de que empezaran los discursos y el cóctel. Minutos más tarde comía en el restaurante La Stampa, en La Recova.
Pareció una gran alegoría de la atmósfera política. A través de negociaciones con Oscar Parrilli, secretario de la Presidencia, las autoridades de la Bolsa habían conseguido impedir el ingreso de la militancia, que vio a la Presidenta en una pantalla instalada en la calle San Martín. Un alivio para unos cuantos socios, después de la multitud colorida y casi futbolística del año pasado. La platea más selecta, todos ellos ejecutivos ubicados en la primera fila, escuchó entonces las palabras de Cristina Kirchner casi sin emitir aplausos. Un contraste infrecuente para el kirchnerismo.
Moreno aprovechó la ocasión para anticiparle a José Ignacio de Mendiguren, candidato a diputado por la lista de Sergio Massa, que renovaría, después de los llaveros, su merchandising burlón hacia el intendente de Tigre. "Yo pongo la trucha", se jactó después el textil, consciente de su doble juego esa noche: su nuevo líder perturba al Gobierno y envalentona a parte del establishment . Massa será el martes, en el hotel Alvear, el invitado de honor del Centro Internacional para el Comercio y la Producción (Cicip), que reúne a empresarios de primera línea.
Estas pequeñas insinuaciones, verdaderas provocaciones en la nomenclatura kirchnerista, conviven con la presión para blanquear. "No les pido que pongan los 500 palos que va a poner Bulgheroni, pero pongan", los incomoda Moreno. Días atrás les tocó a miembros de la Cámara de la Construcción: los amenazó por separado con enviarles fiscalizaciones integrales de la AFIP a quienes no adhirieran. Es entendible que Carlos Weiss, presidente de esa entidad, haya sido el único, con Norberto Peruzzotti, director ejecutivo de Adeba, que se rehusó el lunes en la Rural a sacarse una foto con el anfitrión, Luis Etchevehere, durante un encuentro entre representantes de cámaras en que se planteaban problemas económicos.
Es la fuerza de la imagen. El Grupo de los Seis, que nuclea a los sectores más representativos de la economía, abandonó en diciembre sus almuerzos quincenales por idénticas razones. Weiss y Peruzzotti dijeron no tener mandato para semejante representación.
Es cierto que era jugado. Etchevehere venía de dar, dos días antes, el discurso corporativo más duro en décadas. "El mundo no se nos cayó encima, señora Presidenta -dijo-. Su gobierno dilapidó esas oportunidades y malgastó en subsidios, politiquería barata, prácticas populistas, corrupción y propaganda la enorme cantidad de divisas que el campo produjo en estos años [...] «Vamos por todo», gritaba la señora Presidenta hace poco más de un año, ante el Monumento a la Bandera allá en Rosario. Y fueron por todo: fueron por la prensa libre, por la Justicia independiente, por las instituciones, por los mecanismos de control, por los sindicatos, por el Renatre, por las reservas, por los fondos de los jubilados, por la estatua de Colón."
Etchevehere, uno de los pocos que se quedaron hasta el final en la Bolsa, había encabezado aquel mensaje con un agradecimiento a Macri por el servicio prestado con la Policía Metropolitana en Palermo. Es natural que sus palabras hubieran generado revuelo incluso dentro de la Rural. Pero allí estaban en la foto, 48 horas después, Héctor Méndez, de la Unión Industrial Argentina (UIA); Jaime Campos y David Lacroze, de la Asociación Empresaria Argentina (AEA); Claudio Cesario, de ABA; Hugo Eurnekian y Carolina Barros, de la Cámara Argentina de Comercio; Pablo Taussig, de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), y Diego Pérez Santisteban y Rubén García, de la Cámara Argentina de Importadores (CIRA).
Pasos que coinciden con un momento político particular: desde hace varias semanas, dicen algunos hombres de negocios, la Presidenta parece de mejor humor. Lo advirtió el jueves en Salta la Cámara Argentina del Tabaco: siguió el ejemplo del Papa y la emocionó regalándole un poncho salteño para su nieto. Alberto Rodríguez Saá, hombre de pensamiento lateral, viene pronosticando un viraje positivo para el país generado, dice, por el impacto que el nacimiento de Néstor Iván provocará en la jefa del Estado.
"Ella algo cambió, y por algo aceptó dejar afuera a los militantes en la Bolsa", se entusiasmó un dirigente fabril. Para la mayoría parece tarde. La consultora abeceb.com acaba de indicar que los anuncios de inversión cayeron en el primer semestre un 30% en relación con el mismo lapso del año pasado. Es el verdadero modo en que se expresan empresarios que, en algunos casos, no cuidan ya siquiera la deferencia de aplaudir. Cualquier apelación patriótica para invitarlos al blanqueo llega, por lo tanto, en el peor momento.
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