Cambiemos, una coalición electoral sin respaldo de los actores sociales
Carecer del apoyo de ciertos estamentos relevantes podría no obstaculizar el triunfo del oficialismo, pero le restaría consistencia y credibilidad a su eventual segundo mandato
Todo hace suponer que en las elecciones del año que viene Mauricio Macri sostendrá un caudal electoral relativamente alto: proyectando las tendencias vigentes, debería alcanzarle para disputar el ballottage. Incluso, en el entorno del Presidente no se descarta una victoria en primera vuelta: la oposición sigue fragmentada, carece de candidatos competitivos en muchos distritos e incluso para la presidencia y Cambiemos cuenta con un equipo de comunicación y gerenciamiento electoral sumamente competitivo ("el mejor de los últimos 50 años", ironizaba un diputado oficialista). Sin embargo, pasado el 75% de su mandato, carece del apoyo concreto de una constelación de actores sociales que le otorguen solidez para implementar la agenda de reformas estructurales más allá de los números que entreguen las urnas o de la correlación de fuerzas que esos votos produzcan en el Congreso y en las gobernaciones.
Desde sus orígenes, el radicalismo fue representante de las clases medias que una Argentina dinámica y vigorosa producía gracias al crecimiento de su economía, a los flujos migratorios y a la educación pública, que convertía a criollos y extranjeros en ciudadanos participativos. El peronismo hizo del movimiento obrero su columna vertebral y aún hoy, cuando se debate el futuro del trabajo como resultado del cambio tecnológico, el sindicalismo hace gala de su capacidad de influencia y coordinación. La historia reciente ofrece casos de construcción deliberada de actores sociales para consolidar proyectos políticos aunque estuvieran tambaleantes. En pleno desarrollo del conflicto con el campo, el kirchnerismo desplegó, con dinero de los contribuyentes, una estrategia para "empoderar" una miríada de organizaciones políticas y sociales, creando muchas a medida de las necesidades y los caprichos de sus líderes. Recordemos a Luis D'Elía espantando caceroleros de la Plaza de Mayo el 25 de marzo de 2008, la conformación del "colectivo" de intelectuales Carta Abierta o La Cámpora. Otro emprendimiento familiar, Kolina, fue liderado por Alicia Kirchner, que manejaba los ingentes recursos del Ministerio de Desarrollo Social.
Con estas formaciones políticas construidas ad hoc más numerosas organizaciones piqueteras cooptadas, Cristina desafió al peronismo con el recordado acto en el estadio de Vélez del 27 de abril de 2012, cuando presentó Unidos y Organizados, la estructura política con la cual planeaba obtener autonomía e ir por todo. Para irritar al peronismo partidario y sindical, sumó a Martín Sabbatella, líder de Nuevo Encuentro y quien había desplazado del poder en Morón a Juan Carlos Rousselot por un escándalo en el contrato de recolección de residuos, típico negocio poco transparente en el que se entremezclan intereses de la patria contratista, el sindicalismo y el fútbol. Este exmilitante del Partido Comunista y luego comisario político K en la avanzada contra los medios de comunicación independientes era considerado responsable de haber fragmentado el voto progresista en 2009, cuando Néstor perdió con Francisco de Narváez.
Macri está convencido de que la misma alquimia que lo llevó a la presidencia y le hizo ganar las elecciones de mitad de mandato le permitirá retener la presidencia en 2019. Le dio todo el poder a Marcos Peña para alinear la estrategia comunicacional con algo de obra pública. Frigerio resultó el principal perjudicado con estos cambios organizacionales. Aprobado el presupuesto, fruto del esfuerzo y la paciencia del ministro de Interior, las elecciones constituyen el principal foco de la gestión, como admitió Peña en la última sesión del gabinete ampliado. "Rogelio era un bombero al que llamaban cuando había un incendio; lo dejaron sin manguera", reflexionó un senador opositor. De todas formas, de poco sirvió sacarle los PPP a Dujovne, pues a los 10 días fueron discontinuados debido a la desconfianza que la Argentina de Cambiemos genera en los mercados, reflejada en un riesgo país récord que presagia otra crisis de deuda. Hasta ahora, la polarización con el kirchnerismo pudo haber sido un éxito para Macri en el plano de las urnas, pero fue un desastre en términos económicos por el terror que genera una mínima chance de reversión al populismo. En medio de la recesión, el mal clima de negocios augura una recuperación endeble como para apuntalar las pretensiones electorales del oficialismo.
"En Olivos ven cosas que no entendemos", confesaba frustrado un operador de Cambiemos. "Están aislados, convencidos de que tienen razón, como en otra". La descoordinación y la diferencia de criterios entre la mesa chica de Macri y el resto de los integrantes de su espacio no son una novedad. Se expusieron durante la crisis cambiaria: en su diagnóstico, en su desarrollo y en los cambios políticos y de políticas que debían implementarse para mitigarla.
Ningún actor social relevante defiende en público el programa del Gobierno. Esto incluye al empresariado, en el que predomina una mezcla de resignación, desilusión, bronca y preocupación. Existen casos individuales de apoyo y muchas empresas transnacionales pueden aguantar mejor el chubasco. Pero entre los empresarios locales, incluyendo segmentos que siempre fueron y se sintieron parte de Cambiemos, como la cadena agroindustrial, el desgaste es significativo. "Las altas tasas de interés pueden servir como instrumento de corto plazo, pero si se sostienen en el tiempo generan estragos", advirtió un experimentado economista afín al monetarismo.
Muchos feligreses católicos, vitales en la fiscalización de las elecciones en 2015, quedaron desconcertados por la actitud del Gobierno en el debate sobre la despenalización del aborto. "Esta gente no tiene valores, solamente los mueve el pragmatismo", me comentó apenado un sacerdote. Muchos sindicalistas que apoyaron a Cambiemos tomaron distancia por situaciones ajenas a su voluntad. "Hugo estuvo junto a Macri en la inauguración del monumento a Perón frente a la Aduana... todavía no entiende por qué lo subieron al ring si estaba casi retirado", me dijo un activo abogado laboralista refiriéndose a Moyano. Carecer del apoyo de actores sociales puede no impedir el triunfo del oficialismo. Pero le resta consistencia y credibilidad si Macri pretende retomar una agenda transformacional en su eventual segundo mandato. "Siguen sosteniendo que el cambio cultural es irrefrenable y que el contacto con la ciudadanía no requiere de mediaciones políticas o de actores sociales", explicaba un experto que trabajó con Peña en las últimas campañas.
Puede que eso sea cierto, pero no deja de sorprender la concepción transaccional que predomina en el oficialismo. El "cambio cultural" fue acompañado en las elecciones de 2017 con los créditos Argenta, que con dinero de la Anses favorecieron a jubilados y beneficiarios de la AUH. Y desde la crisis el Gobierno envía muchos más fondos al conurbano para paliar situaciones de emergencia. El FMI reconoció la importancia del gasto social en el dictamen en el que habilitó la transferencia al país de los 7600 millones de dólares parte del segundo acuerdo que evitó el default de Macri. Pero aclaró que debía mejorar su calidad y transparencia. Cuando fracasa la política, la gobernabilidad (o al menos la paz social) parece depender casi exclusivamente del dinero. Más difícil de entender es que la política ni siquiera fracase, sino que el propio Poder Ejecutivo la desprecie y prefiera ignorarla.