Recuperemos el orgullo, servicio exterior, la Argentina da tristeza
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Carta de la semana
Recuperemos el orgullo
Somos la nación que regaló al mundo cinco premios Nobel, un papa, una reina, al doctor Favaloro, a Quino, a Les Luthiers. Tierra que dio tres de los cuatro mejores futbolistas de todos los tiempos, de la invención de las huellas dactilares, el bypass cardíaco, el bolígrafo, la transfusión sanguínea, el semáforo para ciegos, la jeringuilla autodescartable, entre tantos otros. La tierra del tango, del alfajor. Asombramos al mundo con nuestro rugby, tenis, polo, automovilismo. En voto femenino y alfabetización fuimos pioneros en América. Tuvimos ferrocarriles de primer nivel, moneda fuerte. Recibimos durante más de cuatro siglos inmigrantes deseosos de progreso. Merecemos otro lugar en la historia y otro en el mundo del siglo XXI. No volvamos a permitir que nuestros esfuerzos sean contados a la ligera en una mesa en Puerto Madero. No volvamos a permitir que las barras bravas se paseen por las instituciones públicas. Volvamos a premiar el esfuerzo y el estudio. Recuperemos el orgullo. Sembremos trabajo y cosechemos futuro. Nuestros hijos lo merecen.
Marcelo Amaral Correa
marceloamaral33@gmail.com
Servicio Exterior
El grotesco discurso pronunciado en inglés por Santiago Cafiero llena de vergüenza e indignación. Habiendo tantos funcionarios de carrera formados en el Servicio Exterior, no se le ocurre nada mejor al Presidente que encomendar nuestras relaciones con el mundo y el cuidado de nuestra imagen ante la comunidad internacional a un joven inexperto, al que el traje le incomoda y que claramente entiende poco de protocolo diplomático.
Gastón Maiztegui
gmaiztegui@gmail.com
La Argentina da tristeza
Siento tristeza. ¿Por qué? Por mi país. Extraño lo que éramos, aun con las enormes dificultades y a pesar de los años más oscuros que hemos vivido. Porque, aun con todo ello, nuestra sociedad era mucho más elevada, en términos generales, que la actual. Se vislumbraba entonces otro destino, que pronto fue pulverizado, apoderándose de nosotros la desolación. Mi Argentina, a pesar de claras falencias, fue capaz de tener escuelas públicas que nada tenían que envidiar a los colegios privados, universidades públicas que dieron magníficos profesionales, de donde egresaron hijos y nietos de inmigrantes que solo vinieron a dejar su esfuerzo para progresar. Esa Argentina de buenos modales, educación, respeto por el prójimo y por la ley, de participación política con ideas y horizontes humanistas, se pulverizó. Hoy reinan la agresión, el sálvese quien pueda, el atropello al prójimo y a la ley, la cultura de la incultura, porque parece que ser bruto “garpa”, como se dice ahora. Los valores son cosa del pasado para un progresismo bobo y, entonces, hoy prevalece la sociedad de los valores muertos, la vulgaridad, la barbarie, la destrucción del idioma, cuya consecuencia es la destrucción del buen hablar y del pensamiento, la imposición de lo diferente con claro sentido de cancelación hacia el resto, la marginalidad, el agobio hacia el que quiere estudiar, trabajar y progresar como hicieron nuestros abuelos y padres. La Argentina de hoy aplasta al que cumple y quiere vivir dentro de un orden racional, empuja hacia la marginalidad, desalienta profundamente. Como sociedad, hemos descendido a un pozo insondable del cual no sé si podremos salir, ni tampoco tengo certeza de cómo. Tengo ganas de irme. Aunque por algunas razones se me dificulta. Pero si en estas mismas circunstancias tuviera unos cuantos años menos, no lo dudaría. No es esta la Argentina que viví de niño ni de adolescente. Repito, a pesar de tiempos muy oscuros, pero en los que el Congreso era un lujo de personalidades al lado de este de hoy, en el que algunos no saben hablar y otros apenas saben leer. Da mucha pena ver en lo que nos hemos convertido. Somos más un montón de individuos desparramados en un territorio que una verdadera sociedad. Siento tristeza y, aunque espero ver una salida armonizada de este desastre, me cuesta imaginarlo. Lo siento.
Guillermo J. Sueldo
DNI 16.379.129
Caos por los piquetes
Como habitante de esta ciudad y damnificada habitual por los movimientos piqueteros, sugiero al jefe de gobierno que, sin impedir la aplicación del legítimo derecho a la protesta, toda vez que se impida el libre tránsito por calles, avenidas o puentes de acceso a la Capital, se identifique a los transgresores, además de aplicarles la pena correspondiente por impedir la libre circulación, para lo cual deben ser denunciados ante la Justicia; se les retengan los haberes que reciben (como planes sociales) para formar un fondo para reparación y limpieza, que debemos pagar los habitantes de la ciudad. La otra posibilidad es que con esos fondos se incremente la retribución de los que realmente desempeñan una tarea útil para la sociedad. Identificar a los transgresores es fácil, mediante las filmaciones de las cámaras de seguridad. Y a los enmascarados hay que solicitarles el DNI o tomarles las huellas digitales. Ya estoy oyendo el rasgarse de las vestiduras de los que defienden estos actos ilegales, pero es hora de ordenar esta ciudad. ¿Piensa el señor Rodríguez Larreta que vamos a votar como presidente de la Nación a quien no puede mantener el orden necesario para una vida normal en la ciudad? Sé que esos planes están bajo el control del gobierno nacional, pero, siendo una persona de diálogo como lo es, puede coordinar con el ministro correspondiente.
Clarisa Silvia Kraly
c_kraly@hotmail.com
Carlotto y Cristina
Durante años Estela de Carlotto ha sido admiradora de Cristina Fernández de Kirchner. La ha apoyado públicamente, sin importar el grado de extravagancia del tema en cuestión. Ahora pide el respaldo “del pueblo” al Presidente y apoya la negociación con el FMI. De acuerdo con lo publicado, dijo: “Hay mucha gente ignorante que escucha a la gente enemiga”, y los identificó como “destructores de la democracia”. Pues Cristina Fernández se encuentra entre estos últimos; no está a favor de dicha negociación.
No entiendo nada. ¿Alguien podrá explicarme?
María Laura Piola
DNI 5.638.442
Tenistas iracundos
Hace algunos días, el tenista Alexander Zverev –tercero en el ranking mundial– tuvo un ataque de ira que lo impulsó primero lanzar un grueso insulto al árbitro durante el juego (estirando la tolerancia, podríamos justificarlo porque fue “en la calentura del momento”), lo que le valió una advertencia. No conforme, y ya finalizado el partido, luego de haber saludado a los rivales, se dirigió al juez y golpeó la silla con su raqueta reiteradas veces y con asombrosa saña. Solo la suerte y los reflejos del árbitro le evitaron recibir un golpe que hubiera tenido consecuencias graves para él. Si una persona del público o un jugador de menor categoría lo hubiera hecho, es muy probable que aún continuara preso. A él solo le valió la descalificación en el torneo, una multa insignificante para el nivel de dinero que maneja, y una suspensión de pocos meses. El jueves pasado, otro jugador de primer nivel (¿es válido ese adjetivo?), Nick Kyrgios, al finalizar el partido arrojó con furia contra el piso su raqueta, que al rebotar estuvo a punto de golpear a un ball boy, que por fortuna alcanzó a correrse. Con una soberbia escandalosa el agresor se sorprendió y respondió cínicamente a un periodista que le preguntó sobre el hecho restándole toda importancia. Dentro de este grupo también podríamos mencionar al ruso Daniil Medvédev –actual número uno–, que parece disfrutar provocando al público, y al ya legendario Novak Djokovic, que realizó un torneo en plena pandemia cuando el mundo estaba en cuarentena, se niega a vacunarse e intenta evitar las reglas con dudosas excusas.
Los que amamos el tenis nos esforzamos por enseñar a los más jóvenes valores como la caballerosidad, el respeto por el rival y el árbitro, y la amistad, que siempre fueron características esenciales de nuestro deporte. Solo el ejemplo es efectivo para transmitirlos. Con jugadores como los mencionados, expuestos por los medios hasta el cansancio y que, por ende, son más responsables que nadie de dar el ejemplo, nuestro deporte estará muerto en poco tiempo. Si estos son representantes de la nueva camada, sin duda vamos a extrañar a otros, como Federer, Nadal, Del Potro y un puñado más, cuando finalmente se retiren.
Eugenio Marchiori
DNI 12.549.368
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