Yo no fui, espectáculo lamentable, Cristina, ¿un caso perdido?
Carta de la semana
Yo no fui
Luego del resultado de las elecciones primarias era de esperar que los integrantes del Gobierno lograran unidad y consenso para proponer propuestas para paliar las angustias que sufre la sociedad: inseguridad, desplome del trabajo y la economía, carencias en la salud, corrupción, éxodo de empresas y trabajadores calificados, entre otros muchos factores que provocaron la derrota en las elecciones.
En lugar de eso los dirigentes del Frente de Todos, con Cristina Fernández en primer lugar, privilegian su lucha por el poder en el interior de la coalición gobernante, tema absolutamente secundario entre los urgentes reclamos de la sociedad.
Tratando de salvar su responsabilidad como origen de la derrota y aceptar que perdió, Cristina grita: “Yo no fui”.
Alfredo Andreotti
xintetico@mac.com
Espectáculo lamentable
El lamentable espectáculo que ofrece al partido gobernante debe servir para terminar de convencer a muchos argentinos de que debemos terminar con esto de una vez por todas. Las próximas elecciones son el medio. Para que tengamos un Congreso que exija cuentas al Poder Ejecutivo y a sus ministros. A una vicepresidenta que jamás se ha hecho responsable de nada y en lugar de preocuparse por el bienestar de la gente le sigue escribiendo cartitas al Presidente para que todos sepamos que es ella quien manda y él es solo un colaborador interesado a sus propósitos. ¡Vaya honor que hacen a sus cargos! Necesitamos legisladores que interpreten las necesidades de la gente y sus intereses primordiales. En la economía, en la educación, en la salud y tantas cosas más. Terminar con un populismo que descree del trabajo y del que produce, basado únicamente en la soberbia del poder. Si creemos de verdad que la democracia sirve, las próximas elecciones son la llave para abrir el cofre de una Argentina mejor.
Matías Aníbal Rossi
matiasrossi2014@gmail.com
Cristina, ¿un caso perdido?
Las personas “inmovilistas”, como Cristina Fernández, viven apostando a lo que fue y debe seguir siendo, dinamitando cualquier acuerdo político, que, para ella, constituiría la génesis de un desorden, según su concepción absolutista y hegemónica del “hacer”.
Acostumbrada a manifestar su indignación por tener que aceptar obligadamente algunos reclamos de sus contradictores (aunque estos sean justos y razonables), se ha mostrado siempre como dueña de una tozudez inquebrantable. En ella jamás está presente algún tipo de abnegación desinteresada respecto del bien común, prevaleciendo su reiterada apelación a una violencia conceptual con la que trata de saciar su afán enfermizo por obtener su “ganancia personal”. Como ególatra irredenta, se ha sentido siempre damnificada por una historia que no relata con propiedad la índole de sus hazañas con la exactitud que estas ameritan, exigiendo imperativamente la reparación que ello requiere, según su punto de vista, como si hubiese sido víctima de una inundación o un terremoto. Finalmente, está comenzando a vivir el fin de la gloria inicial que le proporcionaron quienes no supieron percibir bien quién es ni cómo es. Luego de ocurridas las catástrofes que ha provocado sin solución de continuidad, ve despedazadas su influencia y su credibilidad, sintiéndose terriblemente humillada por las consecuencias negativas que estas han ocasionado a su proyecto “imperial”.
Pudo sortear los cachetazos de 2013 y 2015, pero el que acaba de sufrir su proyecto hegemónico en las PASO la ha desequilibrado fatalmente. Se la ve así como un animal herido por una trampa de oso que, ¡oh ironía!, ella misma colocó para inmovilizar a todos aquellos que no aceptasen mansamente sus disposiciones dictatoriales.
Dudamos que esta última crisis tenga una salida indolora para ella, y quizá deba enfrentarse al hecho de convertirse finalmente en una sombra de lo que alguna vez quiso ser.
Carlos Berro Madero
carlosberro24@gmail.com
Los dichos del obispo
Ante el artículo publicado en la nacion por el obispo Fernández, analizando el resultado de las PASO, no puedo más que sorprenderme y preguntarme: ¿qué hacía el obispo Fernández cuando el Parlamento, con la participación de todos los partidos políticos, pujaba y votaba en favor del aborto? Lo que los fieles pudimos ver pareciera muy poco. Solo oposiciones de menor envergadura mediática y sustantiva, haciendo eje principalmente en cuestiones de oportunidad, pero sin ahondar en una defensa cerrada de los valores de la Iglesia Católica, a la que dice pertenecer. Se puede estar o no de acuerdo con la posición del Presidente sobre el aborto, pero lo que seguro nadie le puede achacar en este caso es haber cambiado sus convicciones. Siempre sostuvo su posición favorable.
¿Qué hacía el señor obispo cuando todas las jurisdicciones cerraron sine die la posibilidad de concurrir a todo tipo de oficios religiosos? Solo acatar sin siquiera proponer o discutir, como lo hicieron varios sectores gremiales y empresarios perjudicados con las decisiones. Se conformó con organizar misas virtuales, como si eso fuera a reemplazar la concurrencia a los templos y el verdadero sentido de la misa católica. Con la historia de la Iglesia plagada de mártires por adorar a Dios y el Evangelio, el señor obispo acató, nunca cuestionó públicamente un simple decreto presidencial que prácticamente hizo desaparecer la concurrencia de los fieles a las iglesias. A Dios lo que es de Dios...
Realmente no salgo de mi asombro como católico ante los dichos del señor obispo en su artículo. Analiza el resultado de unas PASO como si fuera él un simple analista político o periodista. Hasta pareciera darle consejos de lo que tiene que hacer el Presidente para mejorar su resultado. Pero lo más sorprendente de sus dichos es cuando al hablar sobre el debate del aborto sostiene, como si fuera un espectador ajeno, que el Presidente “pedía un debate respetuoso sobre el aborto mientras llamaba hipócritas a los que pensaban distinto”. ¿Cómo pensaban? En todo caso debería haber dicho “pensábamos distinto”; ¿o acaso él no se incluye dentro de esos que piensan distinto al Presidente en ese tema? Nuevamente se coloca como un analista cuando es una alta autoridad de la Iglesia Católica con altísimas responsabilidades.
Por último, también parecen tardías sus opiniones sobre las restricciones y sus consecuencias económicas. Ahora que el oficialismo pareciera haber perdido o mermado su inserción popular, el autor, antes silencioso, ahora se torna estridente. Parece que no tiene en cuenta el dicho popular de “no hacer leña del árbol caído”.
No se puede saber, finalmente, cómo será el resultado de las próximas elecciones, pero seguro el resultado de los silencios ya mencionados: llevaron hasta ahora a una disminución importantísima del culto en nuestra Argentina.
Diego Bosch Ibarguren
diegobosch@bia.com.ar
Votos libres
Cuando en un programa televisivo escucho que la razón por la que el oficialismo perdió en las PASO del domingo 12 es que los intendentes no “llevaron” a la gente a votar, no puedo dejar de recordar las innumerables veces en que fui testigo de punteros presionando a votantes frente a las mismas mesas. He visto a punteros gritar y amenazar y a votantes llorar. Soy fiscal desde hace muchos años y doy fe de que no hay forma alguna de conocer qué boleta se elige dentro del cuarto oscuro. Los punteros aseguran a sus víctimas que pueden saberlo, con versiones inverosímiles que van desde que se pueden espiar las aulas hasta que los fiscales de sus “honorables” partidos cuentan las boletas que van quedando y deducen cada voto. Nada de eso es verdad. No hay forma de saber qué vota cada uno. Sería muy importante que se hiciera una urgente campaña de educación que aclarara la cuestión. No solo se podrían evitar votos “comprados”, sino que cada votante sentiría una absoluta y completa libertad eligiendo a quien mejor lo represente.
María José Poratelli
DNI 20.185.070
Agravio a los católicos
Quisiera solicitar, como vecino y feligrés de la parroquia Nuestra Señora del Pilar, el inmediato retiro de imágenes y/o pinturas y leyendas que ofenden gravemente a la religión católica que se exhiben en una muestra denominada “Amar, Luchar, Vivir” en el Centro Cultural Recoleta. No es la primera vez que en ese centro, pegado al templo, se exhiben exposiciones que, lejos de ser una demostración cultural, son blasfemas y ofenden a la fe que profesamos la inmensa mayoría de los argentinos, y en este caso especialmente a los fieles que concurren a la parroquia. Una vez más desde el ámbito del Ministerio de Cultura de la Ciudad ocurren este tipo de muestras, deliberadamente dirigidas a agraviar a la Iglesia Católica, que por no tratarse de un hecho aislado trasuntan una ideología reñida con la tradición y cultura de nuestra patria. Peor aún cuando esta afrenta se produce en ese lugar tan emblemático, como el viejo Convento de los Recoletos, contiguo, nada menos, a la histórica Basílica del Pilar.
Alberto Solanet
asolanet@estudiosolanet.com.ar
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