Cuando el éxito te arruina
Un periodista y conductor serio que con años, esfuerzo y conducta ha conseguido nuestra confianza, está desarrollando un tema dramático o profundo que ha captado la atención de la audiencia; repentinamente hace una pausa, mira a cámara y casi sin transición pasa a recomendarnos un colchón, un vino, una compañía de seguros y destruye el clima, desconcierta. Espanta el espíritu del programa con un chivo a mansalva. No solía hacerlo y francamente no condice ni con su trayectoria ni con su personalidad. O la que suponemos su personalidad, su estilo, su categoría, su elegancia.
Y esto empieza a ocurrirle cuando tiene éxito, cuando hay marcas que consideran bueno poner en su boca esas recomendaciones y canales desesperados por facturar como sea. La audiencia, que confía en que ese conductor periodista antes de darnos una noticia o su opinión ha chequeado por varias fuentes, se ha preocupado si lo que dice es comprobable y fehaciente, sorpresivamente me empuja con su testimonio a comprar tal o cual cosa. Y ni siquiera son sus palabras porque me doy cuenta de que está leyendo en un cartón fuera de cámara o un telepronter algo que otro le escribió.
"El éxito, como el prestigio y la elegancia se construyen con tiempo. Y una vez alcanzados, debe haber un esfuerzo constante para mantenerlos"
En mi opinión, ni siquiera es bueno para el auspiciante porque claramente es un mensaje forzado, porque alguien pagó para que se emita y el que lo hace suele estar incómodo al hacerlo, se lo quiere sacar de encima rápido. Se nota, se siente.
Cuanto más éxito haya, más mensajes de este tipo interrumpirán comentarios, entrevistados, climas hasta transformar ese programa en un guiso indescifrable donde aquel conductor/a será solo un ingrediente más.
Conocemos las excusas: es más barato ese chivo que producir un comercial de televisión, el mercado está en baja y es una manera de financiarse para estar en el aire. Al fin y al cabo si usás este colchón o el otro no es tan grave. Y poco a poco, excusa tras excusa, nos vamos desbarrancando. Perdiendo en gotas el prestigio, la elegancia, la categoría. En tiempos de pandemia, crisis económica, política mentirosa y grandilocuente esto puede parecer una tilinguería. No lo es.
El éxito, como el prestigio y la elegancia se construyen con tiempo. Y una vez alcanzados, debe haber un esfuerzo constante para mantenerlos. Porque pueden perderse en un instante, en un chivo. El éxito es un arma de doble filo.
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