Del encuentro amoroso a la sexualización de los encuentros
Hubo una época en la que la sexualidad era tabú, un tema del que los adultos hablaban en secreto y la consigna social, impregnada de ideología religiosa, era llegar virgen al matrimonio.
Alrededor de los años sesenta -y de la mano del hippismo- comenzó a gestarse un movimiento que desafiaba los valores y prejuicios imperantes. La “revolución sexual” se puso en marcha.
Mientras los adultos, impotentes, miraban con ojos críticos la recién descubierta liberación, las nuevas generaciones se divorciaban, convivían sin casarse y tenían hijos “fruto del pecado”. Pregonaban el amor libre cuestionando las falsedades y prejuicios de la sociedad conservadora.
Este cambio no ocurrió de un golpe ni de manera simultánea en el mundo. Fue el fruto de un lento proceso de transformación y difusión, pero la lucha por el derecho al libre ejercicio de la sexualidad se abrió paso con fuerza.
"Los noviazgos de años, basados en la amistad, el cariño y el compromiso afectivo, fueron perdiendo valor frente al “parque de diversiones” del sexo libre de obligaciones"
El movimiento feminista también se fue imponiendo generando cambios en las relaciones entre hombres y mujeres.
Como todo cambio, una vez que empieza a rodar es imposible saber hasta dónde va a llegar. La libido sexual se enseñoreó como un río que se desborda desoyendo la realidad, libre de frenos y contenciones.
La excitación encontró y persiguió cauces olvidados o abandonados por las represiones infantiles y se lanzó a explorarlos descubriendo placeres que les fueran prohibidos.
Los noviazgos de años, basados en la amistad, el cariño y el compromiso afectivo, fueron perdiendo valor frente al “parque de diversiones” del sexo libre de obligaciones.
Aparecieron los amigos con derechos, los amigovios, los amantes de un día. La virginidad como un tesoro a conservar para el elegido se reemplazó por la banalización de un encuentro en el que solo importó “pasarla bien” sin consecuencias.
La selección del partenaire se realizó principalmente por la apariencia física, a la imagen publicada en el perfil de las redes sociales que promocionan encuentros. Vidrieras que ofrecen personas en busca de pareja. Los encuentros de este tipo rara vez llegan lejos y se diluyen luego de algunas citas en las que el sexo rápido figura una familiaridad ficticia. Dos desconocidos que unen sus cuerpos sin haber pasado por el proceso de aprender quién es ese otro con el que se acuestan.
La sexualidad idealizada perdió el sentido del encuentro amoroso como unión de almas y un vacío existencial yace escondido detrás de la fiesta.
El mundo necesita volver a equilibrar la balanza.
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