Escobar no florece
En los últimos días, el intendente de Escobar Ariel Sujarchuk inauguró el asfalto sobre la calle Los Tulipanes, en el barrio Lambertucchi, junto al jefe de Gabinete Juan Manzur y a otros representantes del Frente de Todos. La arenga comenzó bien temprano con música proveniente de los dispositivos colocados en el palco atado con alambre, producto de un despliegue de trabajadores, logística e infraestructura inigualables en comparación a las visitas de Evo Morales y Daniel Scioli en épocas pasadas.
Escobar, la “capital nacional de la fiesta de la flor” ya no es tierra de floricultores por los desastres ecológicos, mega negociados inmobiliarios, delincuencia y zonas liberadas para el narcotráfico.
Los dueños de los tres puestos de venta de flores del centro de la ciudad se quejan de las largas colas que tienen que hacer en el Mercado Central por unos ramos. Los viveros ofrecen variedad de plantas, pero ya no son productores porque las tierras se convirtieron en yerma; por tal motivo, en la última celebración no hubo desfiles de carrozas, pues un prototipo de claveles costaba un millón de pesos.
El intendente, ausente por su desempeño en otras funciones del poder central, inaugura un pavimento que tardo 40 años en construirse. Como vecina de la zona, durante esas cuatro décadas fui experimentando los cambios profundos de mi país desde mi pequeño jardín. A saber:
- Dejamos de trabajar en las quintas de hortalizas del barrio porque sus cultivos eran constantemente atacados y sus dueños decidieron comenzar en zonas más alejadas como Río Luján, Los Cardales, Lima etc.
- En los ‘90, se encarecieron los cultivos y se fue perdiendo el hábito de obsequiar flores. En su mayoría, los terrenos se convirtieron en barrios cerrados o countries.
- Hoy la tranquera del tambo de la señora Magdalena Zino es una fracción de terreno del barrio Cerro Rico, ya que sus vacas fueron vendidas. La leche en sachet era más barata.
- Finalmente, como descendiente de holandeses llevo el karma de comerme mis propios bulbos de tulipanes ante una crisis económica pandémica.
El día anterior habría escuchado a los entrevistadores de mi padre que le pidieron que diera una vuelta en bicicleta frente a nuestra casa numerada 1551. Llevaron, las flores, las vacas y ahora las añoranzas de las tierras bajas.
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