Roedores: una plaga silenciosa
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Vivo en la calle Cochabamba al 3500, en el barrio porteño de San Cristóbal. En los últimos días, noté que el motor del limpiaparabrisas de mi vehículo había dejado de funcionar. Lo inesperado fue que el desperfecto obedecía a que gran parte de un aislante -y varios cables- habían sido devorados por roedores.
Las políticas medioambientales deberían ser, en este sentido, más intensivas, porque deben acompañar y complementarse con las políticas en salud pública.
No se evidencian entonces controles eficientes de plagas, que permitan bajar la población de estos animalitos.
Lo que si fue efectivo son los $17.300 que tuve que desembolsar por el costo del aislante, más la mano de obra para reparar el desperfecto.
La conclusión de este breve relato es que se hace evidente la desprotección a la que estamos expuestos los ciudadanos por la ineficacia de funcionarios que no funcionan. La única idea que se les cae es una mayor recaudación por ajuste inflacionario, sumado a una mayor presión tributaria por creación de nuevos impuestos para financiar ineficiencias.
Gracias LA NACION por este espacio.