Editorial II. Cascos azules: comenzó a hacerse justicia
Hace más de diez años, el sargento del Ejército Argentino Sergio Balla perdió ambas piernas como consecuencia de la explosión de una mina antipersonal en Croacia. A la sazón, con uniforme militar argentino y casco azul prestaba servicios para la fuerza de paz de las Naciones Unidas que entonces se desempeñaba en la ex Yugoslavia. A su lado falleció el mayor (post mortem) José A. Rojas, que viajaba en el mismo vehículo que resultó destruido por la explosión. Sólo ahora Balla ha podido percibir la merecida indemnización que, en su momento, le fue otorgada por las Naciones Unidas.
Respecto de esos dos militares y de otros ocho -también compatriotas- muertos o incapacitados en operaciones de paz de las Naciones Unidas, tanto en Croacia como en Kuwait, el organismo internacional le pagó a nuestro país las indemnizaciones correspondientes. Es de lamentar que en una reprochable demostración de insensibilidad, el Tesoro Nacional la retuviese durante años, tratando de justificar ese desconsiderado procedimiento mediante argumentos sin consistencia.
El sargento Balla debió reclamar formalmente lo que, en rigor, le correspondía, teniendo para ello que transitar el clásico "vía crucis" administrativo, mientras los años pasaban y sus penurias aumentaban.
Después de un dictamen ejemplar del procurador del Tesoro de la Nación, que desde los enfoques ético y jurídico puso ciertamente las cosas en su lugar, el Poder Ejecutivo Nacional decidió pagarle al sargento Balla la suma total que -por su incapacidad definitiva- las Naciones Unidas le habían asignado y ya le habían transferido a la República Argentina. Hace algunos días, el presidente Kirchner y su ministro de Defensa, José Pampuro, recibieron en la Casa Rosada al sargento Balla y a sus familiares y les anunciaron que la deuda que la República y la sociedad toda mantenían con él había quedado saldada como era debido.
La ejecutividad expuesta por la administración del presidente Kirchner para resolver este tema, que tiene serias implicancias éticas, debe ser aplaudida sin retaceos. Pero no se puede olvidar que hasta ahora solamente uno -Balla- de los destinatarios de las indemnizaciones pagadas por las Naciones Unidas ha sido compensado. Faltan todavía otros nueve.
Es de esperar que se establecerá ahora un procedimiento ejecutivo para que todos quienes perdieron a sus seres queridos o quienes resultaron gravemente incapacitados en cumplimiento de de actos de servicio durante misiones de paz reciban con urgencia cuanto en realidad es de ellos y siempre les perteneció.
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