Vidas paralelas
Salen Sturzenegger, Aranguren y Cabrera; entran Caputo, Iguacel y Sica. ¿Salen Rojo, Biglia y Di María; entran Meza, Pérez y Lo Celso?
La selección se empeña en ser la metáfora perfecta del crucial dilema argentino: grandes individualidades que no coordinan entre sí y un director de orquesta que no sabe hacia dónde apuntar la batuta. ¿Algún cambio más? Todo es posible.
Las vidas paralelas entre la marcha del país y el equipo que nos representa en Rusia quedaron reflejadas en la tapa del domingo de este diario: la noticia que abría la edición se refería al reemplazo de ministros, pero bien podría haber llevado el título sobre el empate con Islandia: "El golpe de realidad obliga a recalcular". Y, a continuación, se decía que "Sampaoli variará esquemas y jugadores". Cámbiese el apellido del DT por el del Macri y funciona. El Presidente, tan futbolero como es, repite que aunque haya centímetros de distancia, son bien distintas las consecuencias y el humor de la hinchada cuando la pelota se incrusta en la red que si pega en el palo. El azar y la suerte allí tienen voz y voto.
El problema, tanto en el fútbol como en la política, se origina (y se ahonda) cuando la pelota repetidamente sale disparada hacia la tribuna varios metros por arriba del arco.