Cupo
Por medio de la imposición de cupos femeninos, se hizo espacio a la fuerza y más rápido para las mujeres en ámbitos y quehaceres férreamente monopolizados por los hombres.
Sucede en la política en nuestro país desde que en 1991 se dispuso por ley que en las listas de candidatos hubiese al menos un 30% de mujeres. Pero en vez de entenderse ese porcentaje como un piso se lo hizo valer como un techo. Tal inconveniencia se solucionó con otra, a fin del año pasado: del cupo femenino pasamos a la paridad de género y ahora en las listas deben ir intercalados uno y una. Pero, atenti, que las rigideces matemáticas pueden ser fuente de nuevas inconsistencias: por cumplir con una proporción tan salomónica podría suceder que quedasen afuera valiosos hombres o mujeres por atenerse a las frías matemáticas. Lo ideal no suele entenderse con el orden estricto, más bien que lo asfixia.
Y si esa concepción se pretende imponer en el campo creativo, el zafarrancho puede ser todavía mucho peor. A tenerlo en cuenta quienes promueven ahora en el Congreso un proyecto que reclama un 30% de mujeres en presentaciones de tres o más agrupaciones musicales y en programaciones anuales de festivales, sean estatales o privadas.