La grieta, ¿interminable?
Se hablaba en una época de las "suertes virgilianas". Era una forma adivinatoria que consistía en abrir al azar (o mejor, sin intención) la obra de Virgilio, sobre todo la Eneida, y extraer una cita de entonación profética. Pero la Eneida, por más que la admiremos, no es la Biblia, y por lo tanto el mismo principio podría generalizarse a cualquier escrito de la literatura. Por ejemplo, En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Si abriéramos sin intención el volumen quinto, La prisionera, encontraríamos lo siguiente: "Las pasiones políticas son como las demás: no duran. Durante el asunto Dreyfus, a los monárquicos ya nos les importaba que alguno fuera republicano, incluso anticlerical, con tal que fuera nacionalista. Si llegara a sobrevenir una guerra, el patriotismo tomaría otra forma, y si un escritor era patriota, no se fijarían en si había sido o no dreyfusista". Proust sabía, entre tantas cosas, que la Línea Maginot de la grieta es móvil y que el reordenamiento político se somete a esa lógica. Sin embargo, la extravagancia vernácula es la grieta secular, esa que prosigue aun con otros nombres propios. Tal vez no haya política sin división. Pero la política consiste en que ciertas divisiones sean incomprensibles para otros, que alguna vez se empiece de nuevo.