Cavallo, en viaje hacia la heterodoxia
Los argentinos esperaban que Domingo Cavallo, con su inmenso prestigio internacional, volcara de inmediato la voluntad de los mercados.
Esto no ocurrió. Las calificaciones del riesgo país empeoraron, las tasas de interés continuaron altísimas, el Fondo Monetario Internacional y los gurúes económicos expresaron sus dudas y hasta el presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso, suspendió la visita que debía hacer a la Argentina el 16 de este mes para poner a punto la estrategia del Mercosur frente al inminente lanzamiento del ALCA. Pese a cierta mejoría hacia el fin de semana, los factores externos se han mostrado expectantes.
No han condenado a Cavallo, pero tampoco le han dado el cheque casi en blanco que le dio el Congreso. En tanto el nuevo ministro de Economía conseguía la buena voluntad de los partidos políticos, opiniones favorables de los productores y hasta cierta benevolencia de los sindicatos, no lograba el mismo efecto en el campo financiero, precisamente allí donde su prestigio es más alto.
¿Cómo explicar este contraste entre la aprobación de los que antes no lo querían y la reticencia de los que antes lo querían?
De Machinea a Cavallo
Se ha invertido lo que pasaba con Machinea. Su nivel de prestigio era menor que el de Cavallo. Para compensar esta carencia, Machinea trazó una política económica ortodoxa, en un todo de acuerdo con el Fondo Monetario. Aun así, la aplicación de esta política fue tímida en razón de las trabas políticas que el ministro encontraba. Habiendo obtenido a fin de año el "blindaje" del Fondo y la banca gracias a sus promesas ortodoxas, no pudo cumplirlas.
Ricardo López Murphy reforzó enérgicamente la vía ortodoxa, ya no por temor al Fondo sino por convicción propia, pero su audaz jugada, bien acogida por los mercados, fue resistida en el campo político y sindical.
Con Cavallo ha ocurrido lo contrario. Apoyándose en su enorme prestigio, se aventuró resueltamente hacia la heterodoxia. Si los mercados creían en él más que en sus antecesores, también recibieron con sorpresa sus primeras medidas. ¿Qué hicieron entonces? Por lo pronto, esperar.
Es forzoso preguntarse por el sentido que adquieren las palabras ortodoxia y heterodoxia que estamos empleando. La "ortodoxia" consiste en darle prioridad al ordenamiento de las cuentas públicas. Machinea supuso que si la Argentina reducía el déficit del presupuesto, los mercados se animarían, mejoraría la calificación del riesgo país y los intereses bajarían. La consiguiente expansión del crédito traería como consecuencia la reactivación.
Pero siendo como era expresión de la convergencia política de De la Rúa, Alvarez y Alfonsín, Machinea ejecutó a medias su propuesta. El déficit, en vez de bajar, aumentó. Fue entonces cuando López Murphy decidió ahondar el plan de Machinea para atacar en serio al déficit. Lo que siguió fue una encerrona política insuperable.
La intención inicial de Cavallo fue exactamente inversa. Buscó, por lo pronto, el consenso político. Para lograrlo, incursionó en la heterodoxia. Partidos y sindicatos le acordaron la tregua que buscaba, pero obtuvo, a cambio, la vacilación de los mercados.
¿En qué consiste la heterodoxia de Cavallo? Mientras los ortodoxos creen que ordenar las cuentas públicas es la antesala de la reactivación, que lo fiscal precede a lo económico, Cavallo cree que lo económico precede a lo fiscal. Hay que poner otra vez en movimiento la rueda de la demanda y la producción. Cuando esto se logre la recaudación aumentará naturalmente, achicando el déficit.
Esta visión es keynesiana . En la crisis del treinta, cuando la depresión angustiaba a Occidente, se impuso el diagnóstico de lord Keynes, según el cual los mercados, como toda creación humana, son imperfectos. Su imperfección se manifiesta cuando lo que es racional en escala individual resulta irracional en escala colectiva. Ahorrar es racional para los individuos y para el propio Estado. Pero si todos ahorran al mismo tiempo, generan la irracionalidad de la recesión que nadie quería. Aún hoy Japón padece una depresión que lleva diez años en virtud del admirable espíritu ahorrativo de sus ciudadanos.
¿Qué hay que hacer en tal caso? Reactivar la demanda, ya sea mediante el aumento del gasto público (ésta fue la receta de Keynes), ya sea mediante la protección aduanera y la eliminación de impuestos distorsivos a la actividad productiva, sin preocuparse demasiado, en lo inmediato, por el gasto público. Esta es la fórmula de Cavallo. Sólo cuando la economía se reactive, las preocupaciones fiscales serán bienvenidas.
No sólo Keynes en los años treinta o Cavallo en los 2000, también Reagan en los años ochenta fue heterodoxo cuando bajó los impuestos y aumentó el gasto público para derrotar definitivamente a la Unión Soviética sin preocuparse por el déficit porque, una vez que los Estados Unidos reanudaron su ascendente marcha económica, Clinton pudo darse el lujo de alcanzar el superávit fiscal.
Este es camino de Cavallo. Como es heterodoxo, los mercados todavía lo miran con sorpresa. Por eso no apuestan espontáneamente por él, pero el prestigio intelectual del ministro los induce a esperar porque se dicen: no vaya a ser que Cavallo, a quien la prensa norteamericana llamó "el preferido (darling ) de Wall Street", tenga razón.
Metas y sistemas
¿Cómo funciona la "razón" de Cavallo? Los que ahora se asombran por su nuevo rumbo se preguntan: si hace diez años abrió y privatizó la economía, ¿cómo es que ahora apela a medidas heterodoxas como la manipulación de los aranceles aduaneros, la rebaja selectiva de los impuestos y el apoyo a determinadas industrias, políticas todas ellas "activas" por las que recibió hasta el elogio de Alfonsín? ¿Es que Cavallo ha dejado de ser liberal ? Muchas de las medidas que tomó Cavallo en 1991 como la disciplina monetaria de la convertibilidad, el descenso de los aranceles aduaneros y la privatización de las empresas del Estado podían ser tomadas, en efecto, por liberales. Pero Cavallo no es liberal porque las haya tomado ni es dirigista porque ahora tome otras de signo contrario. Al revés que López Murphy, Cavallo no adhiere a un sistema de pensamiento. No es sistemático, sino pragmático. No se fija principios , sino metas .
En 1991, la meta era derrotar a la hiperinflación. Bajar los aranceles de importación era congruente con ella porque los artículos provenientes del exterior bloquearían el ascenso interno de los precios. Pero ahora existe una nueva meta: derrotar a la hiperrecesión. Como el puerto es otro, varía la ruta. Subir los aranceles de importación de los bienes de consumo podría incentivar, por ejemplo, a la alicaída industria local.
Contra los espíritus sistemáticos, los espíritus pragmáticos tienen la ventaja de la flexibilidad. Pero la flexibilidad tiene un precio: la inseguridad. Para entrever el futuro, así, ya nadie puede preguntarse por las reglas estables que ofrecería un sistema, sino por las decisiones íntimas de un solo hombre. Ortega y Gasset exclamó una vez: "¡Qué no diera por un sistema!" Si ese reclamo vuelve alguna vez a la Argentina, señal será de que habremos superado esta emergencia en medio de la cual todo vale y todo se acepta.