China amenaza nuevamente a Taiwán
A comienzos de año, el presidente chino, Xi Jingping , se refirió por primera vez a la situación de Taiwán, señalando que cree necesario dar pasos concretos de unificación respecto de la isla, cuya soberanía China reclama constantemente, como aspiración absolutamente prioritaria. Del mismo modo en que ya ocurriera con Hong Kong, cuando la pujante ex colonia británica fuera devuelta a China, en 1997. Para Beijing, la unificación con Taiwán es algo que define como absolutamente inevitable. Apenas una cuestión de tiempo, entonces.
En su alocución, Xi Jingping, que está ya en su séptimo año de ejercicio de la presidencia de su inmenso y poderoso país, señaló -amenazadoramente- que "su paciencia tiene límites" y que el tema no puede simplemente ir "pasando de generación en generación, sin resolverse". Agregando, además -a modo de advertencia- que su país no aceptará una eventual declaración de independencia por parte de los isleños. Su idea es la de repicar el sistema ya utilizado en Hong Kong, denominado "una nación, dos sistemas".
Pero lo cierto es que, aparentemente al menos, su discurso -de claro corte nacionalista- no encontró el instantáneo respaldo popular que buscaba entre los 23 millones de personas que hoy viven en la isla, cuya población es bien consciente de que, en Hong Kong, la vigencia de las libertades individuales está muy lejos de ser la ideal. Particularmente cuando se trata de la libertad de opinión, de la libertad de prensa, y de la libertad política.
El tema, muy sensible ciertamente, enfrenta a China y Taiwán desde 1949, cuando las fuerzas de los sublevados comunistas que respondían a Mao Zedong derrotaran a las del Kuomintang, que curiosamente hoy es el partido político de la isla que propugna integrarse con regresar a China. Aunque con las garantías del caso, por lo que ellas valgan.
La presidenta de Taiwán, la Sra. Tsai Ing-wen, rechazó de plano la propuesta, señalando, de paso, que la democracia es un conjunto de valores y un estilo de vida, por cierto distintos de los hoy vigentes en China. Pero expresó que se podría comenzar a pensar en una conversación de largo aliento, lo que no tuvo eco, pero luce como una "casi concesión", bien peligrosa. En las encuestas más recientes, apenas un 3% de la población de Taiwán es hoy partidario de la unificación con China. También es cierto que nada menos que la tercera parte del dinámico comercio exterior de Taiwán se realiza ya con China y que la integración económica entre sus respectivos sectores privados es cada vez más amplia y profunda, lo que de alguna mera está ya generando para los taiwaneses vínculos de peso, con alguna cuota de dependencia que se están incrementando paulatinamente.
La repentina intensificación de la presión de China sobre Taiwán no se transformó en una innecesaria pulseada. Pero le agregó una cuota de volatilidad a una relación políticamente muy compleja. Razón por la cual, los portaviones norteamericanos siguen patrullando incansablemente el estrecho de Taiwán, pese a que el gobierno chino reitera retóricamente que no acepta interferencias externas de ningún tipo en este tema. Lo cierto es que ya hace cuarenta años que los proyectiles chinos no caen sobre blancos emplazados en la zona de Taiwán.
La presión de las autoridades chinas parece dirigida a desgastar y amedrentar a las autoridades locales de Taiwán, a sus líderes políticos entonces. Especialmente a aquellos que aún creen en una posible independencia de Taiwán, alternativa que Beijing caracteriza como "sueño imposible". Habiendo China ascendido al sitial de una de las dos más poderosas naciones del mundo, esto quizás sea efectivamente así.
Cabe señalar que, en su reciente alocución, el presidente de China reiteró su promesa en el sentido de que su país "nunca usará la fuerza" respecto de aquellos que tienen, en su opinión, su "misma nacionalidad", como -sostiene- es precisamente el caso particular de los taiwaneses.