Christophe Deloire. "Hay una correlación entre menor libertad de prensa y mayor nivel de corrupción"
El secretario general de Reporteros sin Fronteras defiende al periodismo como motor de desarrollo social y advierte que en la Argentina aún rige una "lógica de control informativo"
"Hay una correlación entre menor libertad de prensa y mayor nivel de corrupción", afirma el francés Christophe Deloire, secretario general de Reporteros sin Fronteras, quien considera que hoy la corrupción es el tema más riesgoso para investigar. Su perspectiva es global: fundada en 1985 en Francia, Reporteros sin Fronteras cuenta con una red de más de 150 corresponsales en todo el mundo, además de estatus consultivo ante la Unesco y la ONU. Deloire, que trabajó en el periodismo gráfico y televisivo, estuvo al frente de la editorial Flammarion y obtuvo en 2003 el premio Louis-Hachette, es un apasionado defensor de la libertad de información como elemento fundamental de la vida democrática y como motor del desarrollo económico y social. En su primera visita a América del Sur (pasó por Buenos Aires y San Pablo), comenta que la intención de su organización es tener una mayor presencia en la región. Asimismo, sostiene que, en tiempos de activismo digital y polémicas frente a las filtraciones de información debidas a Edward Snowden y otros whistleblowers, es más importante defender la función social de quienes fiscalizan a los poderes políticos o económicos que al término "periodismo" en sí mismo.
- Reporteros sin Fronteras aspira a tener una red de influencia global cada vez más amplia. ¿Cómo lidian con la enorme diversidad cultural que esto implica?
-La libertad de información es muchas cosas, pero sobre todo tiene que ver con quienes encarnan la información: los periodistas profesionales, a veces los no profesionales, pero sobre todo quienes se suponen libres para averiguar, investigar sobre la corrupción, el medio ambiente o el gobierno, no importa cuál sea el país donde lo hagan.
Lamentablemente, hoy existen más de 161 periodistas, incluidos blogueros, que están en prisión por haber revelado información. Y no importa cuál sea la cultura de un periodista que está en la cárcel por haber intentado revelar la verdad; defendemos lo mismo en todos lados. Por otra parte, cada día hay más periodistas asesinados en el ejercicio de su función. Esto ocurre en países en guerra, como Siria. Pero también en países como México, donde no hay ningún conflicto bélico declarado. Este año elaboramos una lista de 100 héroes de la información. Evidentemente, no es exhaustiva, pero lo que tienen en común los periodistas y blogueros que la integran es que llevan adelante un ideal de búsqueda de la verdad y exigencia de criterio independiente; es decir, que la información no esté dictada por la propaganda o las publicaciones oficiales, lo que yo llamo la "comunicación de las relaciones públicas".
-También tienen una lista de "predadores" de la información?
-Sí, incluye cerca de 39 jefes de Estado o jefes de milicias; es una lista que renovamos todos los años y muestra el otro lado del periodismo. Esta profesión suele ser muy criticada en todos los países, a veces con cuestionamientos legítimos. Pero también es importante mostrar que hay muchas personas en muchos países que toman riesgos y no porque sea algo agradable, sino porque creen que la libertad de la información es un factor que, además de colaborar con una buena gestión democrática, impulsa el desarrollo económico y social, el desarrollo de las capacidades de los individuos. La persona que mejor resumió por lo que luchamos es Win Tin, un periodista de Birmania, opositor al régimen militar de su país, a quien considero una especie de Nelson Mandela. Pasó 19 años en la cárcel. Tuve la oportunidad de entrevistarlo y le pregunté si había merecido la pena estar tanto tiempo en prisión. Me respondió que sí, porque la libertad de la información es la que permite constatar la existencia de todas las otras libertades.
-¿Cuál es la posición de Reporteros sin Fronteras frente a casos como el de Edward Snowden y Julian Assange?
-Hay algo fundamental en la libertad de información, que es la protección de fuentes. Mucha gente considera que la protección de fuentes es una ventaja corporativa de los periodistas. Pienso que es importante explicar al gran público que sin la protección de las fuentes periodísticas no habría más que información oficial. El pluralismo no es simplemente comunicación diferente. Para nuestro punto de vista, el pluralismo es un sistema donde, más allá de las líneas editoriales diferentes, la información es independiente. El fundador de Le Monde [Hubert Beuve-Méry] tenía una muy buena fórmula, hablaba de la "subjetividad desinteresada", ligada con una información desinteresada. Como hoy la información no necesita pasar por el periodismo para llegar al gran público, se pueden generar situaciones riesgosas. Los periodistas tienen muchos defectos, pero lo cierto es que sirven de filtro a la enorme circulación de información que se da en la actualidad. Hace un tiempo yo dirigía una escuela de periodismo donde daba un curso de "resistencia a la comunicación". Sobre todo, trataba de explicar a los estudiantes cómo se podía manipular a un periodista y los diversos modos "encriptados" de la palabra política, económica, empresarial.
-Perder la ingenuidad frente al discurso del otro?
-Sí, y la protección de las fuentes es esencial para no caer en el mundo de las comunicaciones oficiales de los gobiernos o las empresas. Entre las fuentes, hay personas como Snowden, los whistleblowers, que deben ser protegidos. En todo caso, Julian Assange es quien publicó, no es una fuente. Yo lo fui a ver varias veces a la embajada de Ecuador en Londres, y publiqué un artículo donde demandaba a los Estados europeos que protejan a Snowden y le permitan viajar a Brasil. ¿Los ciudadanos europeos o norteamericanos deseaban saber lo que Snowden tenía para decir? Si pensamos que es mejor no saber nada, no hay que proteger a Snowden. Pero si consideramos que es mejor saber -eso es justamente lo que pienso yo-, hay que protegerlo. Y aquí el periodismo tiene un papel que jugar.
-¿Cómo responder a las posturas que reclaman mayor seguridad para los Estados?
-El argumento de la lucha contra el terrorismo se ha convertido en un argumento para frenar a los periodistas. Este año hemos criticado la caza en los Estados Unidos de fuentes y periodistas acusados de atacar a la seguridad nacional. La administración Obama es la que más ha utilizado, para controlar periodistas, una normativa de 1917: el Espionage act (Ley de espionaje). Se escucharon 20 líneas telefónicas de Associated Press. Y hace un mes la Corte Suprema rechazó la apelación de James Risen, periodista del New York Times, que puede ir a prisión por un libro de 2006 sobre seguridad nacional, porque no quiso revelar cuáles eran sus fuentes. La posición de la Corte Suprema frente a él fue muy dura. Esta utilización de los argumentos de seguridad es muy fuerte en los Estados Unidos. Ahora bien, existen en los Estados Unidos, y existen en todos lados.
-Una enorme contradicción para Occidente.
-Hay un combate de valores en el seno de la cultura occidental.
-¿Cuáles serían los temas más riesgosos para cubrir en la actualidad?
-La corrupción. Investigar la corrupción en México es muy peligroso; en Rusia hay periodistas en prisión por haberlo hecho. Lo cierto es que hay una correlación entre menor libertad de prensa y mayor nivel de corrupción.
-¿Y qué decir de los corresponsales de guerra?
-Bueno, en la guerra siempre se apunta a los periodistas. Antes, mostrar tus credenciales de prensa te permitía escapar de los tiros; ahora, si sos periodista te disparan más. Los lugares más peligrosos: Siria; la región de Baluchistán, en Pakistán; Somalía, un país en descomposición, donde los periodistas deben dormir en las redacciones porque no pueden volver a su casa. Hay países en los que no se puede investigar sobre nada: en Vietnam los periodistas están absolutamente controlados por la censura y la propaganda; actualmente hay 35 blogueros en prisión porque pretendían trabajar sobre temas de medio ambiente. Y está Eritrea, un pequeño país en el cuerno de África, una escisión de Etiopía (se lo considera uno de los Estados más jóvenes del mundo), donde hay 10.000 presos políticos. Después del 11 de septiembre se abolió la prensa privada. El único medio independiente de ese país es una radio que se vale de un satélite, pero el gobierno atacó ese satélite hace un año y medio.
-¿La emergencia de lo digital modificó el tipo de intervenciones que realizan desde Reporteros sin Fronteras?
-Defendemos más a los que hacen periodismo que a los periodistas. Cuidamos más la función social que el término "periodismo" en sí mismo. Sin embargo, lo cierto es que, cuanto más peligrosa se torna la actividad de prensa, cada vez aparece más gente con coraje. Eso es algo que me fascina: el coraje y la valentía de personas como Mazem Darwich, un periodista que pese a la amenaza de la prisión y la tortura creó en Damasco un centro de medios. Es una lección para quienes dicen "los periodistas nos molestan"; también hay que ver lo que pueden hacer esos periodistas, y preguntar qué sería del mundo sin esta profesión. Estaríamos perdidos dentro de los mensajes publicitarios y de la comunicación corporativa. Es importante preguntarnos si realmente ése es el mundo que queremos.
-¿De qué modo interviene Reporteros sin Fronteras frente a las violaciones a la libertad de prensa?
-Depende. Una estrategia muy utilizada es la de naming and shaming. Funciona con muchos Estados. Cuando publicás la lista mundial de libertad de prensa, te llaman representantes de algunos Estados diciendo: "Estoy mal ubicado, ¿qué puedo hacer para estar mejor?" Hubo Estados africanos, por ejemplo, que tuvieron este tipo de reacción. Hace dos meses estuve en México, con el número dos del país, el ministro del Interior. Y él me dijo que México estaba en el puesto 142 del listado: ¡sabía el ranking de memoria!
-¿Estar o no en un ranking puede tener tanta influencia?
-Es que todos saben que las organizaciones internacionales, la ONU, Unesco, el Banco Mundial, miran ese ranking?, entonces, no quieren estar mal posicionados. El líder norcoreano no le da importancia. Pero hay muchos Estados a los que sí les importa. Y, aunque somos una organización pequeña, llegamos a los jefes de Estado, tenemos influencia en la generación de leyes; la palabra pública en un medio que funciona. El otro medio es pasar directamente por las organizaciones internacionales: estar presentes en el Consejo de Seguridad y la asamblea de la ONU, inspirar resoluciones, tener impacto en el derecho internacional. Aunque el problema de ese derecho es la aplicación. Un tercer medio de intervención es brindar herramientas específicas a los periodistas que están en lugares de riesgo. Hay una herramienta para aquellos que trabajan con materiales sensibles que es la digitalización, la protección, la seguridad informática. Este año facilitamos este tipo de herramientas a periodistas de Afganistán, Siria, sur de Turquía, Senegal, África del norte y Europa. También los llevamos a instituciones educativas como la Universidad de Columbia. Si soy un gran periodista que viaja a Siria, un periodista local de China, Vietnam o un periodista de investigación que trabaja tema sensibles, me tengo que escapar de la vigilancia. Nuestro objetivo es aportar útiles concretos para que los que ejercen esas libertades puedan hacer su trabajo.
-¿Qué señalaría respecto del sistema de medios argentino?
-Estamos especialmente atentos a la puesta en marcha de ley de medios. En principio, no le pondríamos reparos. Es obligación del Estado garantizar la libertad de prensa, la independencia de los medios, el pluralismo. El problema es que hemos observado una tendencia gubernamental a favorecer a los sectores amigos durante la puesta en marcha de la ley. Lamentablemente, todavía se sigue dentro de una lógica de control de la información. Es una lástima para la sociedad argentina, que necesita medios realmente independientes.
-¿Qué tipo de intervenciones harían en nuestro país?
-Brindaremos sostén al periodismo independiente, a los medios públicos al servicio del público y no del gobierno de turno, a los medios privados liberados de conflictos de intereses. Las diferentes líneas editoriales deben ejercerse en el marco de visiones del mundo diferentes, no presionadas por los intereses de tal o cual responsable político o por intimidaciones. En un país tan polarizado, esta postura podría parecer inocente. ¿Es esto razón para no avanzar en el buen sentido?
-Hay una célebre frase donde el fotógrafo Henri Cartier-Bresson habla de la importancia de capturar el "instante preciso". ¿Habría modo de aplicar esta idea al fotoperiodismo o, incluso, al periodismo en general?
-Bueno, está esa foto, la del "hombre del tanque", el desconocido que enfrentó a los tanques en la plaza de Tiananmen durante la revuelta de 1989. A partir de esa imagen escribí un libro que se llama El hombre que no se da vuelta. Viajé a China, para buscarlo. Encontré algunas pistas, pero no pude encontrarlo a él. Sin embargo, vi hasta qué punto los disidentes chinos viven su espíritu. Encontré documentos, fotografías? Su gesto no fue hecho para los fotorreporteros. Él no se daba vuelta, estaba de espaldas y no sabía que en la ventanas del Hotel Pekín había fotógrafos. Esa imagen no pudo cambiar a China, es verdad, pero fue un modelo en Europa del Este; ésa es la ironía de la historia. La foto del "hombre del tanque" dejó una marca que simboliza la resistencia política y la capacidad humana de resistir. Creo que simboliza el coraje de todas las personas de las que te he hablado. Esta idea de que siempre habrá un pequeño ser humano que llegue a frenar una columna de 17 tanques. Y, tal vez, a todo un sistema de opresión.
Mano a mano. Un profesional en todos los formatos
El día de su encuentro con La Nación Deloire llevaba a cuestas un vuelo internacional, varias reuniones previas y ningún descanso. El jet lag y el cansancio se hacían notar, pero no le impidieron responder cada pregunta y desplegar una cordialidad en la que se hacía difícil distinguir los límites entre el profesionalismo y la buena disposición natural. Algo de su ejercicio de la docencia (fue director del Centre de Formation des Journalistes en París, entre 2008 y 2012) debe tener que ver con esto, así como lo extenso de su carrera: trabajó en la cadena franco-alemana de televisión Arte y la cadena francesa LC1, en el semanario Le Point y publicó los libros L'Enquête sabotée, Sexus politicus y Circus politicus. Cuando asumió, en 2012, la dirección de Reporteros sin Fronteras, hacía cuatro años que de la organización se había retirado Robert Ménard, uno de los fundadores cuyo acercamiento al partido de extrema derecha Frente Nacional había generado suspicacias y cuestionamientos a la propia ONG. Al respecto, Deloire comenta: "No vamos a hacer como los propagandistas de Stalin y borrarlo de nuestras fotos. Él dirigió la organización por 23 años. Pero lo que hace ahora no tiene nada que ver con nosotros."
Un futuro posible, según Deloire. ¿Cuáles son los principales desafíos que deberá afrontar el periodismo de este siglo?
Los periodistas sufren porque perdieron el monopolio de la circulación de la información y porque los medios de prensa se ven afectados económicamente y eso pone en riesgo el periodismo de calidad. Y esto pone en riesgo la información: es muy difícil ser un periodista libre si no se es sólido como profesional. Es evidente que en el mundo entero las acciones violentas contra los periodistas no han desaparecido, pero también surgen nuevos espacios de libertad permitidos por las nuevas tecnologías. El periodismo podría hacer de sus dificultades virtud y desarrollar una información de mayor alcance, que llegara a más gente. Hay una expresión ligada a las finanzas que es el "tercero de confianza": creo que el periodismo es el tercero de confianza para la sociedad. Y que hay un fondo de riesgo para la sociedad, de convertirse en una sociedad orwelliana o en una sociedad huxliana [por Aldous Huxley], donde los modos de dominación son no violentos. Por eso la defensa de la información se debe hacer a nivel de los gobiernos, pero también considerar a los propietarios de los medios y los periodistas que puedan caer en la autocensura.