Y, al final, volvió
"Me quiero ir".
(De Hernán Lorenzino, ministro de Economía de la presidencia de Cristina Kirchner)
Nada que reprocharle. Hernán Lorenzino ha vuelto a la función pública después de haber confesado horrorizado que se quería ir, durante una entrevista en la que una periodista de la televisión griega le preguntaba insistentemente sobre la inflación y él, siendo ministro de Economía, solo quería escaparse.
Volvió para asesorar al ministro Gabriel Katopodis en el análisis técnico macroeconómico para la creación de esquemas financieros y la obtención de fondos para el área de Obras Públicas. ¡Salute!
¿Cómo no comprenderlo? Ser argentino es un sufrimiento, pero ser argentino y no estar en la función estatal es no existir. La nada misma.
La Argentina es caótica, históricamente irreverente y económicamente desquiciada. Vulnerable frente a la política, pero invencible a pesar de los políticos.
¿Cómo no querer estar acá donde cada gobierno ordena cerrar la mesa 8 para volver a abrirla con otro mozo, otros comensales, los mismos platos rotos, el mismo menú y una deuda agigantada?
Vivir en la corrección suiza es un aburrimiento; la educación de Finlandia es tan buena que ya nadie la perfecciona; los japoneses no trabajan más días porque la semana tiene siete. Es gente con la autoestima tan alta que los psicólogos emigran.
¿En qué otro lugar un funcionario que hace las cosas mal -a veces muy mal- puede volver a la función pública llevado en andas y saludando desde una carroza triunfal al grito de "¡Ahijuna, me deben una!"?
Sí señores, somos lorencistas de la primera hora. Un tropezón no es caída y, como contaba hace poco el forista de LA NACION "otro22" que solían decir sus vecinos piamonteses, "más vale pájaro en mano que cabecear un ladrillo".
En nuestro país nunca está todo dicho y lo dicho casi nunca sienta precedente. Acá escondemos la mano antes de tirar la piedra y, si nos apuran, les damos una mano a los que les gusta tirar piedras en nombre de la paz, los laburantes, los desocupados y los pobres jubilados que no tienen paz.
Que se vengan los Lorenzinos del mundo entero, como los chicos de la canción de Eugenio Inchausti. Que se vengan de todas partes/que estén los de la Luna y los de Marte; que se vengan los chicos de los planetas/prendidos de la cola de algún cometa. Bueno. No. Saquemos "cometa".